La Congregación para la Educación Católica ha publicado recientemente una instrucción con el fin de
reflexionar y orientar sobre el valor de la identidad católica de las instituciones educativas en la Iglesia,
ofreciendo algunos criterios adaptados a los retos de nuestro tiempo, en continuidad con los criterios que siempre han sido válidos. Destacaremos a continuación algunas de las principales ideas del documento.
En primer lugar, la Congregación vaticana afirma que el principal objetivo de la Iglesia en su labor
educativa es la evangelización. «La Iglesia tiene el deber de educar sobre todo, porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación, de comunicar a los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con atención constante para que puedan lograr la plenitud de esta vida. La Iglesia, como Madre, está obligada a dar a sus hijos una educación que llene su vida del espíritu de Cristo. En este sentido, la educación que la Iglesia persigue es la evangelización y el cuidado del crecimiento de los que ya caminan hacia la plenitud de la vida de Cristo.
Pero la propuesta educativa de la Iglesia no se dirige sólo a sus hijos, sino también a todos los pueblos
para promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y
para confi gurar más humanamente la edifi cación del mundo. La evangelización y la promoción humana
integral se entrelazan en la labor educativa de la Iglesia, la cual no persigue solamente la madurez de
la persona humana, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación».
Sin embargo, aunque no hay que confundir la labor educativa de la Iglesia con su labor catequética, la
transmisión de la fe también tiene lugar, más allá del ámbito familiar y parroquial, a través de la actividad propia de las escuelas católicas en tanto que transmiten una concepción cristiana en todos los ámbitos de la cultura humana. En este sentido, la «escuela católica», como escuela, «posee esencialmente las características de los institutos escolares de todo el mundo, que, a través de una actividad educativa organizada y sistematizada, ofrecen una cultura orientada a la educación integral de las personas», y como católica, «tiene una cualidad que determina su identidad específi ca: «su
referencia a la concepción cristiana de la realidad. Jesucristo es el centro de tal concepción.» (…) En otras palabras, se puede decir que, en la escuela católica, además de las herramientas comunes a otras escuelas, la razón entra en diálogo con la fe, que permite acceder también a verdades que trascienden los datos de las ciencias empíricas y racionales por sí solas, para abrirse a la totalidad de la verdad con el fi n de responder a las preguntas más profundas del alma humana que no se refi eren solo a la
realidad inmanente».
La instrucción también subraya la especial responsabilidad de los profesores, cuyo servicio en una escuela católica es munus y oficio eclesiástico.
Por este motivo, «los profesores y maestros han de destacar por su recta doctrina e integridad de vida», asociados con una dirección escolar que, en colaboración con toda la comunidad escolar y en estrecho diálogo con los pastores de la Iglesia, explicite las orientaciones de la misión educativa de la escuela a través de su proyecto educativo ofi cial, garantizando que todo acto ofi cial de la escuela sea acorde con su identidad católica.
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