La escritora Laura Freixas ha tenido la valentía, y el acierto, de exponer en La Vanguardia uno de los aspectos más sórdidos de Ucrania, que no deberíamos olvidar ni siquiera en momentos de tanta gravedad como los que estamos viviendo:
«Ucrania exporta trigo, pero no solo. Ucrania, el país más pobre de Europa, es también número uno en
otra exportación para los países ricos: bebés. La fabricación de bebés por encargo, que las mujeres que los paren (¿cómo se llama una mujer que pare un hijo?, no me acuerdo) entregan a cambio de dinero (¿cómo se llama, que tampoco me acuerdo, entregar algo a cambio de dinero?), es legal allí e ilegal en España, pero España hace la vista gorda: una instrucción de la dirección general de los Registros y del Notariado, del 2010, permite que se inscriban como propios los bebés gestados por dinero fuera de nuestras fronteras.
Los contratos de gestación subrogada son un ejemplo precioso de… ¿cómo se llamaba eso de la antigua Roma, cuando una persona tenía legalmente todo el poder sobre otra, hasta en lo más íntimo, sin que la otra pudiera escapar? Aquí, los que se llaman a sí mismos padres deciden sobre la que llaman gestante hasta en lo más íntimo: si puede tener relaciones sexuales, si puede vivir con su familia, si debe abortar, dónde debe parir, si será por cesárea… y si la interesada quisiera romper
el contrato, ¿cómo escaparía de un embarazo?… ¿Se imaginan todo esto, además, con bombardeos, hospitales colapsados, el riesgo de que nadie venga a llevarse al bebé…?
Digo que se lo imaginen, porque televisiones y periódicos no se lo van a mostrar. Están demasiado ocupados compadeciéndose de mujeres españolas desesperadas porque se acerca el parto y no tienen noticias, o sacando a un diputado del PDECat que exige que el Gobierno “agilice los trámites” para que esas parejas “recojan a sus hijos”. A una locutora a la que se le ocurrió preguntar a la señora que había encargado un bebé si “había podido contactar con la madre”, la señora la cortó en seco: “La madre soy yo”.
A ver si nos enteramos: esas mujeres pobres, extranjeras, que, no teniendo donde caerse muertas,
alquilan, no su vientre, sino todo su ser: sus náuseas, sus estrías, sus emociones, su prohibición de medicarse,su posparto con cicatriz y sin bebé, su leche para nadie…, no son madres. Son envases. Por favor no olviden tirarlas al contenedor correspondiente
».
La obra de san Luis María Grignion de Montfort (II): las misiones
La importante obra misional que el padre Montfort desarrolló en los diez años de su apostolado se injerta en una tradición misionera bretona y francesa de mitad del siglo xvi y principios del xvii desarrollada especialmente por san Vicente...