Desde sus mismos inicios la Iglesia católica ha sido perseguida de distintas maneras. Frente a esta persecución ya anunciada por Cristo, «si a mí me han perseguido a vosotros también os perseguirán», la respuesta de la Iglesia ha sido la de confiar en la promesa de Cristo: «sabed que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo».
Hoy en día a nadie se le esconde que Occidente, tras haber sido formado con los elementos greco-romanos y bárbaros, y tras haber sido vivificado con la fe cristiana transmitida por los papas, obispos, misioneros y santos, ha apostatado de aquella Madre que la fue gestando a través de las centurias de la Edad Media llamada a sí misma Cristiandad. El punto en el que nos encontramos ahora no es ya una abierta apostasía, sino una persecución más o menos encubierta.
Frente a esta situación, la respuesta del cristiano debe ser siempre la misma: la confianza en Dios, «Señor de la historia», a cuya divina Providencia nada se le escapa. Confianza que brota de aquella frase, tantas veces repetida en esta revista: «reinaré a pesar de mis enemigos».
En el artículo que presentamos de la revista Cristiandad publicado hace 75 años, se recogía un elenco de frases históricas en las que diversos personajes anunciaban el fin próximo de la Iglesia. Todos sus autores han pasado, y la Iglesia, aunque malherida, sigue en pie clamando sin cesar «venga a nosotros tu Reino».
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Muchas veces, en el curso de los tiempos, la Iglesia católica ha sido condenada a muerte. Ha habido sabios impíos que han pronosticado el día final del catolicismo, y gentes ignorantes que se lo han creído. Ha habido prepotentes tiranos que intentaron sepultar a la Iglesia; y traidores como Judas, que les han secundado en la criminal empresa. Mas, ¿la Iglesia morirá? ¿Será posible? Abramos la historia, que es maestra de la vida, y veamos qué nos responde.
Año 33.-Sentenciado por Poncio Pilato, muere crucificado en Jerusalén Jesus Nazareno, el divino fundador de la Iglesia. Se ponen guardias en su sepulcro. Pero el muerto resucita gloriosamente el tercer día. Y el número de sus discípulos, la grey de los cristianos, se multiplica como las arenas del mar.
Pasó Poncio Pilato, Jesucristo sigue en pie.
Año 68.-Durante el Imperio de Nerón, muere en Roma crucificado como su maestro (aunque cabeza abajo) el apóstol san Pedro.
Pero muerto y todo, Pedro sigue viviendo en Roma, en su altar de la Confesión, en su sepulcro, en sucátedra, en su 262º sucesor, el papa Pío XII.
Pasó Nerón, Pedro sigue en pié
Año 303.– Después de una fiera persecución de trescientos años, en la que miles de mártires han dado la vida por Cristo, se levanta una columna al «Máximo Emperador, Diocleciano» por haber destruido la religión de los cristianos.
Pero Diocleciano murió hace más de 1.600 años, y el cristianismo vive hoy con más de cuatrocientos millones de adeptos.
Año 361.-Juliano el Apóstata se burla de Jesús Galileo, «el Hijo del Carpintero». Además, se gloria neciamente después de haber aplastado a su Iglesia.
Pero el Apóstata muere trágicamente en 371 atravesado por una flecha. Y al caer moribundo, grita, desesperado: «Venciste, Galileo». Pero el Hijo del carpintero sigue aún en pie.
Año 622.-El pseudoprofeta Mahoma toma como emblema de su absurda religión una Luna en cuarto creciente; la cual, creciendo, había de dominar y ocultar la Cruz de Cristo.
Pero Mahoma murió en 632, y la Cruz de Cristo vive en millones de corazones.
Año 1460.- El sultán Saladino envía este mensaje al papa Pío II: «Vaya Roma. Transformaré en mezquita la basílica de San Pedro». A lo cual el Papa contesta serenamente: «La nave puede ser agitada por la tempestad, pero no se hunde».
Ya el poderío musulmán de Saladino y de sus naves se hundió; ¡pero la Iglesia no se hunde!
Año 1546.- El impúdico Lutero se dirige al Papa y le dice: «Durante mi vida he sido vuestro azote; después de mi muerte seré vuestra ruina».
Lutero murió hace cuatro siglos, el Papado sigue en pie. La frágil Iglesia de Lutero está hecha pedazos, partida en cientos de sectas; pero la Iglesia de Pedro sigue inquebrantable totalmente una.
Año 1758.- EI blasfemo Voltaire escribe en el mes de abril: «Dentro de veinte años habrá terminado el Galileo».
Pasados justamente veinte años, en abril de 1778, Voltaire moría tristemente, tal vez condenado eternamente. Pero el Galileo sigue en pie.
Año 1809.- EI sacrílego Napoleón Bonaparte. Será excomulgado por Pío VII. Había escrito en una carta el Emperador: «¿Qué pretende el Papa al excomulgarme? ¿Piensa él que las armas caerán de las manos de mis soldados?».
Más adelante, cuando en las estepas rusas, sus soldados helados de frío, entumecidas las manos, dejaban caer las armas, alguien acercándose al Emperador le recordó la excomunión de Pío VII.
Y Napoleón volvió derrotado con «su ejército de espectros». En sus filas se contaban ya quince mil hombres; ¡cuando salió de Francia llevaba cuatrocientos cincuenta mil!
Destronado, preso en Santa Elena, moría en 1821; Pío VII reinaba gloriosamente en Roma.
Proudhon, el anárquico
Proudhon, socialista francés, amenazaba altivo al pueblo católico en el siglo xix: «Que las almas devotas preparen su pasaporte de antemano; porque antes de diez años no habrá ni un solo, cura para administrar los Santos Óleos».
Pero Proudhon murió en 1865; Y más de cuatrocientos mil sacerdotes administran hoy los sacramentos por todo el mundo.
Obregón y Calles
En nuestros días, dos presidentes de Méjico se empeñaron en aniquilar las creencias religiosas de su pueblo. Dijo Obregón: «Yo desharé la Iglesia católica como se deshace un hormiguero con un balde de agua caliente». Pero Obregón cayó atravesado por un puñal en 1928.
Plutarco E. Calles se jactaba de abofetear a Jesucristo como a un impostor. Pero ya Calles, desengañado, y tal vez arrepentido expiró en octubre de 1945; en los mismos días en que el pueblo mejicano celebraba la apoteosis de la Virgen de Guadalupe y el triunfo de Cristo Rey.
La República española
En 1931, el presidente de la República Manuel Azaña afirmaba enfáticamente: «España ha dejado de ser católica». Mientras tanto, el Gobierno arrancó de las escuelas el santo Crucifijo; permitió la quema de cientos de iglesias y conventos; martirizó a millares y millares de sacerdotes y simples ciudadanos.
Pero Azaña murió en el destierro, y la República feneció vergonzosamente. Mientras tanto el pueblo español edifica de nuevo iglesias; se enseña el catecismo en las escuelas, cuarteles y universidades; se entroniza el Corazón de Jesús en todas partes.
Hitler y el nazismo
«Les garantizo que si me lo propusiera, podría acabar con la Iglesia en unos cuatro años. La Iglesia es vana, hipócrita y corrompida en todos sentidos. Basta un ligero empujón para que toda su estructura se venga abajo. Y la Iglesia ha visto sus mejores días».
Así se expresaba en 1933 Hitler, el nuevo tirano de Europa.
Pero llegó abril de 1945 y el todopoderoso Hitler, derrotado por los aliados, odiado por su propio pueblo… se hundió en el olvido. ¿Asesinado? ¿Suicidado? ¡Ni siquiera han quedado sus cenizas!
Y en medio de las ruinas lúgubres de la postguerra, en un mar de lágrimas de sangre… surge victoriosa, inmaculada, pacificadora, invencible, la Iglesia católica.
Stalin y el comunismo
El comunismo es actualmente el enemigo más sanguinario de la Iglesia. Es una bestia totalitaria que pretende tiranizar a la humanidad entera, y aniquilar (si posible fuera) al mismo Dios.
Oigamos de sus propios jefes qué programa traen.
El presidente de la III Internacional, hablaba así: «Continuaremos nuestros ataques contra Dios en el tiempo que juzguemos oportuno… Tenemos confianza en que lo aplastaremos… Le combatiremos por todas partes donde se disimule…»
El ministro de Educación en el Soviet, señor Lunacharky, hizo la siguiente declaración: «Odiamos el cristianismo y a los cristianos… La caridad cristiana es un obstáculo para el desarrollo de la revolución. Abajo el amor al prójimo: ¡lo que nos hace falta es el odio!»
El generalísimo Stalin ha hecho también sus declaraciones, oigamos un pensamiento y frase suya: «¿Hemos suprimido el clero reaccionario? Sí; pero lo que más sentimos es que no lo hemos aniquilado completamente».
Este es hoy el campo de batalla, Moscú contra Roma; el comunismo contra el catolicismo. La palabra de Jesucristo nos dice que venceremos. Ellos son los sin y contra Dios; pero nosotros los soldados de Dios.
La Iglesia es un yunque donde se han gastado muchos martillos, dijo sabiamente Teodoro Beza. La Iglesia no pasará, no se gastará, no morirá. ¡Es inmortal!
«Y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella».