En las páginas de CRISTIANDAD desde el año 1991, y de forma reiterada, se ha formulado el deseo
y la petición a la Santa Sede para que declarara doctor de la Iglesia a san Ignacio de Loyola. Esta
petición estuvo acompañada a lo largo de estos años de la publicación de artículos, actos, adhesiones
y beneplácitos de autoridades eclesiásticas y académicas muy diversas (CCRISTIANDAD nº. 720,797
y 835). Podemos destacar, entre ellos, del entonces arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Beroglio, que en respuesta a una carta de Francisco Canals en que le daba a conocer esta petición:
«Le agradezco su gentileza y me permito a la vez alabar y ponderar su feliz iniciativa y loable labor que
realiza para lograr ese reconocimiento en favor de un santo que bajo su inspirado lema “Ad Maiorem Dei
Gloriam” enriqueció la vida de la Iglesia» (mayo del 2003).
Hoy de nuevo, con ocasión de la celebración de los 500 años de la conversión de san Ignacio y la
providencial coincidencia de que el actual Vicario de Cristo es un miembro de la Compañía de Jesús
nos ha aparecido oportuno volver a reiterar aquel deseo y petición. Recordemos sucintamente algo
de lo que se escribió con tal motivo:
«La misma simplicidad de un lenguaje carente de tecnicismos, incluso “dogmáticos”, y de terminología
teológica, pero en el que brilla con pureza y luminosidad el contenido de la fe católica, sugieren que san Ignacio de Loyola podría ser declarado, si lo juzgara oportuno la Sede Apostólica, “Doctor de la Iglesia”, y ello precisamente, no sólo por su aprobadísimo magisterio espiritual, sino por la fi el enunciación de aquel fundamento de la fe, en el que casi únicamente se apoya su espiritualidad». ( Francisco Canals, CRISTIANDAD Mayo-agosto 1991).
«El carácter eminente del magisterio espiritual de san Ignacio de Loyola realizado, no exclusivamente
pero sí de modo principalísimo, por sus Ejercicios espirituales, es algo que no requiere ser investigado ni demostrado con aporte documental. El papa Pío XI le proclamó patrono de todos los ejercicios espirituales.
En su encíclica Mens nostra de 20 de diciembre de 1929 expresó, sobre el camino espiritual propuesto por san Ignacio de Loyola, una singularísima aprobación, y la calificó de “tesoro que Dios ha manifestado a su Iglesia en estos últimos tiempos”, que “adornado con plenas y reiteradas aprobaciones de la Santa Sede y ensalzado con las alabanzas de varones preclaros en santidad y ciencia del espíritu, ha producido durante casi cuatro siglos grandes frutos de santidad”.
»El testimonio avalado también por los contemporáneos de san Ignacio, confirma el carácter carismático
de la sabiduría y ciencia espiritual, y del espíritu de consejo y de discernimiento, que llenan las breves
páginas del libro de los Ejercicios. Todo el conjunto de las obras del santo, de su propia autoría o de su responsabilidad,
corroboran aquella eminencia de la doctrina y el hecho de ser su autor “ilucidado por la virtud divina”, para decirlo con las palabras con las que el propio san Ignacio hablaba de los Doctores escolásticos
(Ejercicios, 363) estas razones parece que justifican el deseo, que indudablemente sienten numerosos fieles católicos, de que san Ignacio de Loyola sea declarado por “la Santa Madre Iglesia jerárquica”, por el “Vicario de Cristo”, doctor de la Iglesia» (Francisco Canals, CRISTIANDAD Noviembre-Diciembre 1997).
«En nuestro propósito de contribuir a que se mantenga vivo en la Iglesia este deseo y súplica a la Santa
Sede, de la declaración de san Ignacio como doctor de la Iglesia, en el presente número, y en apoyo de las razones que sustentan la posibilidad de tal declaración, publicamos una serie de trabajos escritos en distintos momentos por estudiosos muy autorizados, profundos conocedores de la espiritualidad ignaciana, para mostrar su universal y profunda influencia en la vida de la Iglesia en los siglos modernos, que da la medida de la eminencia de doctrina y de su fructificación en algunas de las corrientes más centrales de la vida del pueblo cristiano y del Magisterio pontificio y eclesiástico» ( «Razón del número», CRISTIANDAD Enero-Febrero 2001).
Hemos querido con los artículos que el lector podrá leer en este número, subrayar la fecundidad apostólica que ha tenido el magisterio de san Ignacio mediante la práctica de los Ejercicios espirituales, corroborada durante siglos en numerosísimas obras de la Iglesia y que sigue dando copiosos frutos de santidad.
«Nos confiamos a tí, Salud de los enfermos»
«Oh, María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú,...