Es dura la lluvia de noticias de cristianos asesinados en tantos lugares del mundo. Corremos el riesgo de acostumbrarnos. Se ha instaurado un tipo de rutina por la que los asesinatos de este tipo ya casi no son noticia, y además hay en la cultura dominante una hostilidad al cristianismo y a la Iglesia católica, «que deriva sobre todo de sus posturas en materia moral», según Massimo Introvigne, representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Se calcula que unos 200 millones de cristianos son perseguidos y otros 150 millones son discriminados. Es el ecumenismo del sufrimiento (la persecución) y de la sangre (el martirio). Se puede afirmar que de todos los perseguidos en el mundo por sus creencias, 3 de cada 4 son cristianos, y que la cristiana es la religión más perseguida actualmente. Cada 5 minutos es asesinado un cristiano en los países donde los cristianos son minoría religiosa. En Occidente, entre nosotros, la persecución toma formas más sutiles, con legislaciones contrarias a la presencia pública de los cristianos o con discriminaciones en la vida social.
(…) El papa Francisco pide «¡que acabe ya esta persecución contra los cristianos, que el mundo parece que quiere esconder!», y recomienda continuar «el camino espiritual de oración intensa, de participación concreta y de ayuda tangible en defensa y protección de nuestros hermanos perseguidos, exiliados, asesinados por el solo hecho de ser cristianos». En su último viaje a Irak, predicando en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Qaraqosh, dijo: «Mientras llegaba con el helicóptero, miré la estatua de la Virgen colocada sobre esta iglesia de la Inmaculada Concepción, y le confié el renacer de esta ciudad. La Virgen no solo nos protege desde arriba, sino que desciende hacia nosotros con ternura maternal. Esta imagen suya incluso ha sido dañada y pisada, pero el rostro de la Virgen sigue mirándonos con ternura…
(…) En este mes de mayo, mes de María, rogamos juntos a nuestra Madre, invocando su intercesión para que podamos vencer la pandemia y por la perseverancia en el testimonio valiente de los cristianos, a pesar de las persecuciones. Si persiguieron a Jesús, también nos perseguirán a nosotros. Hay que saber que amar es hacer obras de amor y de perdón, no solo quedarnos en las palabras; y las obras comprometen, a veces son «peligrosas», porque subvierten los criterios del mundo contrario a Dios y a su amor. No tengamos miedo de ir a veces a contracorriente, no seamos esclavos del quedar bien o de los máximos likes. Sigamos a Cristo con radicalidad, sin medias tintas y con un amor incansable, denunciando las injustas persecuciones o discriminaciones.
Mons. Joan Enric Vives, La Vanguardia, 2 de mayo de 2021