El 15 de febrero de 2015 el Estado Islámico publicaba un vídeo en el que se mostraba cómo eran decapitados veintiún cristianos coptos. Seis años después el papa Francisco recordaba aquel acontecimiento con las siguientes palabras: Llevo en mi corazón aquel bautismo de sangre, estos
veintiún hombres cristianos bautizados con el agua y el Espíritu, y aquel día bautizados también con la
sangre. Son nuestros santos, los santos de todos los cristianos, los santos de todas las denominaciones y
tradiciones cristianas. Son los que han blanqueado sus vidas en la sangre del Cordero, son aquellos… del Pueblo de Dios, el Pueblo fi el de Dios. Fueron a trabajar al extranjero para mantener a sus familias: hombres corrientes, padres de familia, hombres con la ilusión [el deseo] de tener hijos; hombres con la dignidad de trabajadores, que no sólo buscan tener pan en casa, sino llevarlo a casa con la dignidad del trabajo. Y esos hombres dieron testimonio de Jesucristo. Degollados por la brutalidad del Isis, murieron diciendo: «¡Señor Jesús!», confesando el nombre de Jesús. Es verdad que se trata de una tragedia, que estas personas dejaron su vida en la playa; pero también es cierto que la playa fue bendecida por su sangre. Pero es aún más cierto que de su sencillez, de su fe sencilla pero coherente recibieron el mayor regalo que un cristiano puede recibir: el testimonio de Jesucristo hasta dar la vida.
Doy gracias a Dios, nuestro Padre, por habernos dado a estos valerosos hermanos. Doy gracias al Espíritu
Santo por haberles dado la fuerza y la coherencia para llegar a la confesión de Jesucristo hasta la sangre.
Doy gracias a los obispos, a los sacerdotes de la Iglesia hermana copta que les criaron, les enseñaron
a crecer en la fe. Y doy gracias a las madres de esta gente, de estos veintiún hombres que los «amamantaron » en la fe: son las madres del Pueblo santo de Dios que transmiten la fe «en dialecto», un dialecto que va más allá de las lenguas, el dialecto de la pertenencia. (…) Os doy las gracias, veintiún santos, santos cristianos de todas las confesiones, por vuestro testimonio. Y te doy las gracias, Señor Jesucristo, por estar tan cerca de tu pueblo, por no olvidarlo
¡Recemos juntos hoy en esta memoria de estos veintiún mártires coptos: que intercedan por todos nosotros ante el Padre¡.
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