El retorno de los monjes al Monasterio de Poblet en 1824 dio lugar a unos años muy duros para la comunidad, pues a la reconstrucción y puesta en servicio de todos los departamentos de la abadía debían restituirse las tierras, para poder tener los medios de subsistencia necesarios. Todo ello fue haciéndose lentamente.
Pero el país estaba en efervescencia, pues las ideas liberales lo habían infectado. El 23 de setiembre de 1833 moría Fernando VII y comenzaba la regencia de Mª Cris- tina, por la minoría de edad de Isabel II. Pronto se vio la tendencia liberal de los gobiernos de la Regencia, pues en abril de 1834, el gobierno suspende la admisión de novicios en conventos y monasterios. En Poblet la última profesión de monjes, 9 monjes, se hizo en mayo de 1833, según las actas.
En verano de 1834 se declaró en la península, principalmente en Madrid, una epidemia de cólera y, según se dijo, los causantes de la misma fueron los religiosos, que contaminaron el agua. Ello inició los ataques a los conventos de Madrid y al asesinato de ochenta religiosos. Ello fue la chispa que hizo saltar el fuego entre las dos tendencias. En Madrid se decían estos versos: «Muera D. Carlos, viva Isabel, muera Cristo, viva Luzbel.»
El día de Viernes Santo de 1835, se presentaron en el monasterio de Poblet un comandante de «miquelets» con la tropa, «con mucho aguardiente en el cuerpo», según relato del padre Josep Riba. Justamente cuando estaban cantando la Pasión el comandante hizo salir de la Iglesia a todos los monjes, restando únicamente en la iglesia los tres monjes que recitaban y cantaban la Pasión. El comandante empezó a hablarles, pero viendo el estado en que estaba, los monjes empezaron a marcharse quedando únicamente el prior y seis más. Todos éstos recibieron la orden de marcharse al monasterio de Rueda, en calidad de exiliados. Habían sido denunciados como partidarios de los carlistas. Un mes más tarde hubo otra confinación de monjes.
La situación se puso cada vez peor, pues la guerra no permitía cultivar los campos y, en caso de cultivo, era incendiado y la excitación de los grupos de exaltados contra la comunidad creaba mucha inquietud entre los monjes, pues el asesinato de religiosos en diversas capitales españolas, en los años 1834 y 1835, se fue extendiendo y les hizo pensar en una nueva exclaustración. El miedo entre los monjes era grande, pues los carlistas pasaron en el mes de julio de 1835 por el monasterio para pedir dinero, amenazando a la comunidad. Aunque no les dieron lo que pedían, el prior decidió darles algo para evitar males peores.
Pero lo que decidió la salida de los monjes del monasterio fue la quema de conventos de religiosos en Reus, el 23 de julio, con la muerte de algunos de ellos. Avisados por sus familiares y gente venida de Reus, los monjes se reunieron con el prior padre Gatell, el cual les dio la bendición antes de hacerles partir. Era el 24 de julio de 1835. La mayoría de los monjes se quedaron en Espluga, pueblo próximo a Poblet, algunos se quedaron para poder protegerlo. Llegaron a la Espluga una compañía de «miquelets» para asesinar a los monjes ofreciendo dinero a todos aquellos que descubriesen alguno. Entonces el padre Gatell con precepto de santa obediencia mandó abandonar el monasterio. Eran 60 monjes y 11 conversos.
La vida monástica de Poblet quedaría suspendida por más de cien años. El 11 de setiembre del mismo año, Mendizábal suprimió las comunidades religiosas, salvo las que se dedicaban a la enseñanza y asistencia a los pobres. La ley de desamortización de Mendizábal tuvo como consecuencia la venta en subasta de todos los bienes y tierras de Poblet. En pocos años todos los bienes pasaron a manos de particulares y el resto se los quedó el Estado.
El monasterio abandonado fue víctima, a partir de agosto de 1835 del saqueo gradual y sistemático. La llegada a la Espluga del Francolí de una compañía de «miqueletes» de Reus y la celebración de la fiesta mayor de Vimbodí, parece que fueron los disparadores iniciales de este atentado al monasterio y a los objetos de valor que aún conservaba. Pronto acudieron también a Poblet gente de los pueblos de los alrededores. Todos se creyeron con derecho a tomar, quemar o destruir lo que les pareció de la gran casa abandonada. Desde los Panteones reales hasta la última sala del monasterio fue saqueado y destruido.
Imponiéndose al proceso destructor, hubo desde los primeros años actividades, primero de particulares y después de organismos oficiales, para detener el expolio, y salvar de alguno de los elementos del tesoro artístico frenando la ruina para luego poder reiniciar la restauración del monasterio. Debe reseñarse que muchos particulares se esforzaron por recuperar muchos bienes del monasterio con gran empeño desde el primer momento salvando y recuperando gran parte de la biblioteca y el Archivo y restos reales por los pueblos vecinos del monasterio, ya piedras, o elementos artísticos de los edificios.
Esta labor duró muchos años. El cenobio cerrado en ju- lio de 1835 no pudo ser reabierto hasta cien años después, en 1935, en que se pudo celebrar la primera misa en la iglesia del monasterio. Pero no fue hasta el 24 de noviembre de 1940, que cuatro monjes venidos de Italia reiniciaban la vida monacal en Poblet. Pronto nuevas vocaciones volverían a llenar este monasterio que Dios quiera que nunca más vuelva a quedar desierto, para su gloria.