El Estado Leviatán concibe a nuestros hijos como huérfanos que, en última instancia, le pertenecen, más allá de que pueda delegar graciosamente algunas facultades inherentes al «derecho de posesión». De ahí que se alce para impedir el ejercicio de la «patria potestad». Toda esta maniobra gubernativa delata que la justicia ha dejado de ser el fundamento del Derecho; y que el Estado Leviatán se convierte en creador de leyes que ya no son expresión de la racionalidad jurídica, sino actos de pura voluntad. La destrucción del concepto de la «patria potestad» exonera a los padres de sus obligaciones naturales, de tal modo que ya no puedan elegir la enseñanza que desean para sus hijos. A partir de ahora será el Estado Leviatán –como «poseedor» de esos hijos– quien determine la educación que recibirán; una educación que, por supuesto, tendrá como finalidad última convertir a esos hijos en jenízaros de la ideología gubernativa, convertida ya en religión oficial de obligado cumplimiento. Por supuesto, detrás de toda esta maniobra de nihilismo jurídico y antropológico subyace el odio a la institución familiar (que, en última instancia, es odio teológico).
Juan Manuel de Prada, Misión 57,
setiembre, octubre, noviembre 2020