Corazón de Jesucristo, médico de las almas,
Hijo amado y rostro de la misericordia del Padre, la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España –naciones que son tuyas– mira para tu costado abierto, que es su fuente de salvación, y te suplica:
–en esta singular hora de sufrimiento, asiste a tu Iglesia, inspira a los gobernantes de las naciones,
escucha a los pobres y a los afligidos, enaltece a los humildes y a los oprimidos, sana a los enfermos y a los pecadores, levanta a los abatidos y a los desanimados, libera a los cautivos y prisioneros y líbranos de la pandemia que nos afecta.
Corazón de Jesucristo, médico de las almas, elevado en lo alto de la cruz y palpado por los dedos del discípulo en la intimidad del cenáculo, la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España –naciones que son tuyas– te contempla como imagen del abrazo del Padre a la humanidad, ese abrazo que, en el Espíritu del Amor, queremos darnos unos a otros según tu mandato en el lavatorio de los pies, y te suplica:
– en esta singular hora de sufrimiento, ampara a los niños, a los ancianos y a los más vulnerables, conforta a los médicos, a los enfermeros, a los profesionales de la salud y a los voluntarios cuidadores, fortalece a las familias y refuérzanos en la ciudadanía y en la solidaridad, sé la luz de los moribundos, acoge en tu Reino a los difuntos, aleja de nosotros todo mal y líbranos de la pandemia que nos afecta.
Corazón de Jesucristo, médico de las almas e Hijo de santa María Virgen, por medio del Corazón de tu Madre, a quien se entrega la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España –naciones que desde hace siglos son suyas– en tanto otros países, acepta la consagración de tu Iglesia.
Al consagrarse a tu Sagrado Corazón, la Iglesia se entrega a la protección del Corazón Inmaculado de María, configurado por la luz de tu Pascua y aquí revelado a tres niños como refugio y camino que conduce a tu Corazón.
Sea Santa María Virgen, Nuestra Señora del Rosario de Fátima, la Salud de los Enfermos y el Refugio de tus discípulos nacidos junto a la cruz de tu amor.
Sea el Inmaculado Corazón de María, a quien nos entregamos, quien diga con nosotros:
– en esta singular hora de sufrimiento, acoge a los que perecen, da aliento a los que a ti se consagran
y renueva el universo y la humanidad. Amén.