En los tiempos del Anticristo la Iglesia de Dios sobre la tierra, como bien podemos imaginar, verá grandemente reducido el número aparente de sus fieles, debido a la abierta deserción de los poderes de este mundo. Esta deserción comenzará por una indiferencia hacia toda forma de cristianismo, bajo la apariencia de tolerancia universal. Mas dicha tolerancia no procederá de un verdadero espíritu de caridad e indulgencia, sino de un designio de minar el cristianismo por la multiplicación y el fomento de la sectas. Dicha pretendida tolerancia irá mucho más allá de una justa tolerancia, incluso en lo que concierne a las diferentes sectas cristianas. Pues los gobiernos pretenderán ser indiferentes a todas y no darán protección preferencial a ninguna. Todas las Iglesias establecidas serán echadas a un lado. De la tolerancia de las más pestíferas herejías pasarán luego a la tolerancia del islamismo, del ateísmo, y por fin a la persecución explícita de la verdad del cristianismo. En aquellos tiempos el Templo de Dios se verá prácticamente reducido al Sancta Sanctorum, esto es, al pequeño número de verdaderos cristianos que adoren al Padre en espíritu y en verdad, y que rijan estrictamente su doctrina y su culto, y toda su conducta, por la Palabra de Dios. Los cristianos meramente nominales abandonarán la profesión de la verdad cuando los poderes del mundo lo hagan. Pienso que este trágico suceso está tipificado por la orden de san Juan de medir el Templo del Altar, y de permitir que el atrio (las iglesias nacionales) sea pisoteado por los gentiles. Los bienes del clero serán entregados al pillaje, el culto público será insultado por estos desertores de la fe que una vez profesaron, quienes no pueden ser llamado apóstatas pues nunca fueron sinceros a su profesión. Ésta no fue más que una condescendencia con la moda y la autoridad pública. En el fondo siempre fueron lo que ahora demuestran ser: paganos.
Cuando esta deserción general de la fe tenga lugar, entonces comenzará el ministerio de los dos testigos cubiertos de sayal.
(…) No habrá nada de esplendor en la apariencia externa de sus iglesias; no tendrán apoyo del gobiernos, no tendrán honores, ni emolumentos, ni inmunidades, ni autoridad; sólo tendrán aquella que ningún poder humano puede arrebatar y que ellos reciben de aquel que les ha encargado ser sus testigos».
* Carta del obispo Hoseley, aparecida en la revista British Magazine en mayo de 1838 en J. H. Newman, Cuatro sermones sobre el Anticristo: la idea patrística del Anticristo. 2ª ed., Del Pórtico, Bs. As., 2006, p. 103-105.