Derrotado, al menos por el momento, el islamismo en otras regiones, Burkina Fasso, la antigua colonia francesa del África occidental sin salida al mar limítrofe con otros seis países, se ha convertido en uno de los focos de ataques yihadistas que riegan regularmente con la sangre de mártires aquellas tierras. Si en 2016 se registraron 12 ataques yihadistas en el pais, en 2017 fueron 33 y en 2018 llegaron a 158. Una tendencia que, por desgracia, continúa en 2019.
Monseñor Teófilo Nare, obispo de Kaya, confirmando uno de los últimos ataques perpetrados, ha declarado que «está claro que se quiere eliminar la presencia cristiana» en el área septentrional de Burkina Fasso. En efecto, en la ofensiva islamista desde el Magreb hacia el sur del continente africano, el yihadismo juega un papel determinante de conquista y sumisión al islam de los territorios «contaminados» por la presencia de infieles o, incluso, de musulmanes no suficientemente devotos.
También ataques a escuelas y maestros
En realidad se estima que desde 2015 los yihadistas de Ansar ul Islam y Estado Islámico en el Gran Sahara han asesinado a unas 400 personas y han forzado al exilio a más de 100.000 personas. Lo que antes había sido un modelo de convivencia entre cristianos y musulmanes se ha convertido en un infierno para los católicos, un 19% de los casi 18 millones de población del país y cuya fe se remonta a la labor que los misioneros franceses empezaron en 1896 en la entonces región del Alto Volta.
Los objetivos de los ataques terroristas, además de las iglesias, son en muchas ocasiones las escuelas y los docentes, culpables de difundir una instrucción occidental. Así, el incendio de escuelas y el asesinato de maestros se han convertido en algo común. El resultado ha sido que, en 2018, en las regiones del norte, el Sahel y el este, fronterizas con Mali y Níger, han cerrado 1.111 escuelas sobre un total de 2.869, y muchas de las que permanecen abiertas casi no tienen alumnos, pues los padres temen las represalias de los yihadistas. De este modo, se calcula que más de 150.000 niños permanecen sin escolarizar. Una tragedia que se une a los asesinatos, muchos durante las celebraciones litúrgicas, que se van repitiendo con regularidad y van llenando de mártires esas tierras africanas.