La cultura de la muerte sigue avanzando en Europa. Es lo que se deduce de una reciente encuesta realizada en Bélgica por el Instituto Nacional de seguros para enfermedad e invalidez (INAMI) y por el Centro federal de cuidados paliativos, que ha arrojado datos muy significativos: el 40% de los belgas son favorables a detener «los tratamientos costosos que prolongan la vida de los pacientes de más de 85 años». Quienes se oponen no superan el 35%. Para el 17%, descubrimos en la misma encuesta, la Seguridad Social no debería asumir el coste de los tratamientos en el caso de que las enfermedades tengan su origen en un «comportamiento personal», como el caso del tabaco o la obesidad (¿y por qué no el no haber seguido de modo estricto una dieta saludable? ¿o el no haber realizado el necesario ejercicio físico?). No, aún no estamos ante una ley, aunque hay voces que denuncian que la praxis habitual va asumiendo cada vez más este tipo de planteamientos.
Las leyes, resulta evidente, tienen una función pedagógica y conforman las mentalidades de manera inexorable. La eutanasia, al tratar el valor de la vida como algo relativo y cada vez más arbitrario, abre el camino y potencia este tipo de prácticas y mentalidades, hasta no hace tanto limitado al ámbito de las novelas distópicas.
Nota Pastoral de la CIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española
Los Obispos de la Conferencia Episcopal Española, reunidos en Madrid en su CIV Asamblea Plenaria, han iniciado el estudio del borrador del documento «Iglesia servidora de los pobres», sobre la realidad social de nuestro país. Aprovechando esta ocasión, los...