LE FIGARO
El incendio de la catedral de París el pasado 15 de abril ha provocado un impacto difícil de olvidar: las imágenes de Notre Dame en llamas nos acompañarán siempre. Chantal Delsol, desde Le Figaro, planteaba lo singular de la situación:
«Tenemos aquí a un pueblo al que no le gusta su historia porque es colonialista y machista; que se niega categóricamente a mencionar sus raíces en los textos fundadores de Europa, que no pierde la oportunidad de airear sus culpas por un pasado maldito. Y el día en que el símbolo vivo de ese pasado, que aparentemente detesta, está en llamas y a punto de colapsar, esas mismas personas son vencidas por el dolor, lloran sobre las ruinas y abren sus bolsillos para financiar un proyecto de reconstrucción ciclópea sin demora. ¿No estamos ante una singular contradicción?».
L’HOMME NOUVEAU
nne Bernet, en L’Homme Nouveau, escribía también sobre la reacción ante el incendio:
«Entonces, espontáneamente, la oración surgió en toda Francia, e incluso en todo el mundo… Lo increíble estaba sucediendo, y aún más increíble, los franceses estaban recuperando la fe para pedir piedad al Cielo y que se salvase esta catedral que, una vez más, era el corazón y el alma de la nación.
Y el Cielo escuchó… (…) ¿No debemos considerar la inmensa cadena de oración espontánea que brotó entre las lágrimas de las almas destrozadas por la desolación? ¿No deberíamos creer que esas lágrimas han hecho tanto, si no más, que las mangueras de agua para extinguir las llamas y que debemos a estos miles de avemarías no sólo la salvación de la mayor parte de la catedral y sus tesoros, sino también el hecho, casi milagroso, de que ninguno de los bomberos involucrados en el incendio resultara gravemente herido o perdiera la vida mientras luchaban para salvar Notre Dame?».
Desde el otro lado del Atlántico, Dwight Longenecker se fijaba en Patheos en la civilización que fue capaz de alzar catedrales como la que ahora ha sido víctima del fuego:
«La catedral de Notre Dame y las otras iglesias y edificios civiles góticos de toda Europa representan la Cristiandad. ¿Qué es la “Cristiandad”? Es la cultura cristiana que unificó a Europa durante mil quinientos años antes de la ruptura que supuso la era de las Revoluciones a partir de la Revolución protestante en el siglo xvi.
La arquitectura gótica se erige como un signo de una Europa unida. Los estados nacionales eran secundarios en importancia y prioridad frente a la lealtad a la Cristiandad, unida como estaba bajo una religión y, por lo tanto, una lealtad universal a la Iglesia.
(…) Si viajas por Europa y sabes qué buscar, verás un desarrollo fluido desde la arquitectura romana a la románica, al románico tardío y al normando hasta la arquitectura gótica primitiva. Este desarrollo natural se puede ver en las iglesias, tanto en las de las aldeas como en las catedrales y abadías. La unidad estaba muy presente, pero el desarrollo también era diverso en las diferentes áreas de Europa. En Inglaterra, el gótico floreció en las glorias de la arquitectura perpendicular inglesa. En Francia floreció en Chartres, Notre Dame y Mont-Saint-Michel. En España, Italia, Alemania, Polonia, Austria y Bohemia, la arquitectura adquirió su propio sabor nacional al tiempo que seguía siendo gótica y católica.
Todo esto fue quebrado por la Revolución Protestante, pero también por el nacionalismo. El protestantismo inglés siguió en una dirección. El protestantismo alemán en otro. Con la Contrarreforma, el catolicismo se fue convirtiendo en barroco y rococó antes de caer en el neoclasicismo y el neogótico romántico. Mientras tanto, las diferentes sectas protestantes (siendo fieles a su filosofía) hicieron “lo que les parecía correcto”
Notre Dame debería restaurarse con esto en mente: que esa iglesia representa la unidad de la Cristiandad».
Una advertencia, la de Longenecker, que no está lejos de lo que, en la tercera de ABC, escribía el romanista Federico Fernández de Buján:
«En el gran rosetón de Notre Dame –un círculo infinito encerrado en un cuadrado finito–, se simboliza la encarnación de Dios. Ese rosetón, milagrosamente salvado, es un presagio de la salvación del mundo. La Providencia divina no abandona nunca al hombre, en el que tiene su complacencia, por más que éste se empeñe en renunciar a Él o incluso en combatirlo».
Por último, el obispo de Toulon, monseñor Rey, reflexionaba sobre el significado profundo de este terrible suceso en Valeurs actuelles, donde afirmaba que:
«Este incendio no es simple accidente, sino un signo de los tiempos. ¿Escucharemos la advertencia y reconstruiremos un templo espiritual, ahora fracturado por los males de nuestro tiempo? Un templo cuya piedra angular sea Cristo y cuyos fundamentos sean la fe, la esperanza y la caridad, estas virtudes que nos vinculan a Dios».