El parlamento del estado de Georgia, en los Estados Unidos, han aprobado, por 92 votos contra 78, el proyecto de ley que prohíbe el aborto a partir del momento en que puede distinguir el latido del feto. De este modo se convierte en el tercer estado norteamericano en adoptar una ley de este tipo en lo que llevamos de año (tras Iowa y Dakota del Norte).
La tramitación de la ley se desarrolló en medio de fuertes presiones provenientes principalmente de la industria cinematográfica de Hollywood. Georgia es el tercer estado en el que más se ruedan películas y Hollywood amenazó con no regresar si la ley era aprobada, algo que, se estima, podría hacer perder 2.700 millones de dólares a Georgia.
En una carta pública firmada por cincuenta actores cinematográficos se puede leer: «Estamos orgullosos de generar miles de millones de dólares para apoyar escuelas, instalaciones deportivas y comunidades, pero no podemos, en buena conciencia, continuar recomendando que nuestra industria permanezca en Georgia si este proyecto se convierte en ley». Asistimos a una tremenda inversión: la buena conciencia nos obliga a exigir que se puedan matar impunemente a niños cuyo corazón ya podemos oír.
El poderoso Writers Guild of America se unió a la campaña, afirmando que la prohibición de este tipo de abortos haría de Georgia «un lugar inhóspito para aquellos que trabajan en la industria del cine y la televisión… Éste es el coste potencial de un ataque flagrante contra el derecho de toda mujer a controlar su propio cuerpo».
Por fortuna, la mayoría de los parlamentarios ignoraron estas amenazas al tiempo que el gobernador, Brian Kemp, declaró que «Georgia concede importancia a la vida. (…) La valiente acción de los legisladores reafirma nuestras prioridades y quiénes somos como estado».
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