La reciente canonización del papa Pablo VI, tema central del presente número, nos invita a reflexionar sobre la importancia del magisterio de este papa santo que gobernó la Iglesia en aquellos tiempos postconciliares en los que la desorientación doctrinal y disciplinar penetró en tantos ambientes eclesiásticos.
Recordemos los principales documentos que obedecen a este propósito de reafirmar con especial vigor el magisterio permanente de la Iglesia acerca de materias nucleares de la fe cristiana que algunos dieron –y continúan dando– por cancelado a raíz de una interpretación rupturista de los documentos conciliares. Mysterium fidei sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, «inefable don que la Iglesia ha recibido de Cristo, como el tesoro mas precioso», Sacerdotalis Caelibatus sobre el celibato sacerdotal «que la Iglesia custodia desde hace siglos como perla preciosa», Humanae vitae, enseñanza profética, que a pesar de los silencios y desprecios de los que se ha visto rodeada, ha iluminado la conciencia de tantos esposos cristianos. Y finalmente hay que hacer mención del «Credo del Pueblo de Dios» que Pablo VI pronunció como solemne profesión de la fe de la Iglesia en la clausura del Año de la Fe. En la homilía de la misa el Papa recordaba la situación que vivía la Iglesia: «Bien sabemos por que perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos que no escaparon al influjo de un mundo en el que tantas verdades son completamente negadas o puestas en discusión». Esta situación presente en el seno de la Iglesia, señala el Papa, es el motivo por el que el Vicario de Cristo «alza su voz para dar un testimonio firmísimo de la verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes».
Al subrayar la importancia de este magisterio pontificio, hemos querido recordar enseñanzas de permanente actualidad en las que Cristiandad ha puesto siempre gran énfasis. En primer lugar las reglas que expone san Ignacio en su libro de Ejercicios Espirituales sobre «Sentir con la Iglesia». Tenerlas presentes, en nuestros días, podría ayudar a superar ciertas actitudes de perplejidad y de crítica estéril que proliferan en algunos ambientes. También nos ha parecido oportuno volver a publicar un artículo de nuestro maestro Francisco Canals que afirmaba la necesidad de sobrenaturalizar al Papa, recordando lo que decía el padre Orlandis: el Papa es infalible en sus enseñanzas, no en sus silencios ni en su gestos circunstanciales.
Una reflexión final: de los papas de los siglos xix y xx, la Iglesia venera a cinco en los altares: al Beato Pío IX, y a los santos, Pío X, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Tendríamos que remontarnos a los siglos xvi y xvii para encontrar otros papas, beatos o santos: San Pío V y al beato Inocencio XI, y sólo en los primeros siglos de la Iglesia había existido una mayor continuidad de santidad en los sucesores de Pedro. Hay otra realidad en la que también se da este paralelismo entre los primeros siglos y la actualidad: la Iglesia del siglo xx vuelve a ser una Iglesia de mártires. La santidad de los papas y el testimonio de fe de los mártires tienen que ser motivos de fundada esperanza. En medio de tanta secularización Dios mediante su Iglesia va preparando al mundo para el establecimiento del reinado de Cristo.
Una imagen de la decadencia mexicana: la revolución comunista de Cárdenas (1934-1940)
La presidencia de Cárdenas marcó el punto de infl exión hacia una política comunista para el país. El lenguaje, la estética y los planes de revolución social llevarían desde entonces el marchamo del marxismo