El pasado mes de septiembre nos hacíamos eco en esta sección de la cruzada «de oración y penitencia» a que nos invitaba el Papa para pedir que Dios proteja a su Iglesia de las asechanzas del demonio.
Este mes de octubre, de nuevo, el papa Francisco se ha dirigido a toda la Iglesia para que, uniéndose en comunión y penitencia, recemos diariamente el Santo Rosario por esta misma intención.
Según el comunicado hecho público por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, «el Santo Padre se reunió con el padre Fréderic Fornos SI, director internacional de la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración) y le pidió que extendiera su llamamiento a los fieles de todo el mundo, invitándolos a concluir la recitación del Rosario con la antigua invocación Sub tuum praesídium, y con la invocación a san Miguel Arcángel, quien nos protege y ayuda en la lucha contra el mal (cf. Ap 12, 7-12)».
Cuando el lector reciba el presente número de la revista Cristiandad ya prácticamente habrá concluido el mes; sin embargo, la nueva petición del Papa nos debería llevar a reflexionar con seriedad, por un lado, sobre el tiempo en que vivimos y, por otro, sobre dónde tenemos que poner nuestra confianza para afrontar los peligros que nos acechan.
La referencia del papa Francisco al cap. 12 del Apocalipsis nos sitúa en aquella época en que el Dragón –la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, el seductor del mundo entero, el que día y noche acusaba a los hombres delante de Dios–, vencido por san Miguel gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron de Él los que despreciaron su vida hasta la muerte, expulsado del Cielo y arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles, se lanza en persecución de la Mujer (figura tradicionalmente interpretada como imagen de la Virgen, pero también de la Iglesia). Los habitantes del Cielo se alegran pero ¡ay de los habitantes de la tierra!, advierte el vidente de Patmos, porque el Diablo ha descendido con todo su furor, sabiendo que le queda poco tiempo.
Tenemos, por tanto, a Satanás actuando entre nosotros «con gran furor», como pone de manifiesto muchas cosas que están ocurriendo en múltiples órdenes de nuestra sociedad, desde el ocio hasta la política.
Y para defendernos del demonio, el Papa nos recuerda el único remedio: implorar la ayuda divina (cf. Ap. 7, 14-18) mediante la oración y la penitencia. Y en concreto, en este mes del Rosario, el Santo Padre nos invita a acudir con confianza a la Virgen y a san Miguel mediante el rezo del «salterio mariano», acabando con la oración Sub tuum praesídium y la oración compuesta por León XIII al santo Arcángel. Ahí está nuestro refugio. Y es que estas dos oraciones tienen precisamente en común esta idea, la invocación de la Virgen y san Miguel como nuestro «praesídium», nuestro castillo o fortaleza militar desde el que resistir las asechanzas del mortal enemigo de la naturaleza humana.
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