En el macizo oriental de los Picos de Europa, en la comarca montañesa de Liébana, se alza un monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Bastante solitario por su altitud, pero de ningún modo olvidado por los lebaniegos, que siguen peregrinando hasta él con gran mérito. En su pedestal, esta inscripción en placa de hierro: «Homenaje de Liébana al Sagrado Corazón, año de mil novecientos, incrustada en el pedestal recordará tan solemne acto a las generaciones posteriores».
En el año 1899 el papa León XIII había publicado la encíclica Annum Sacrum, sobre el Sagrado Corazón de Jesús, y consagrado a Él el género humano. En ese ambiente de intensificación de la devoción al Corazón de Jesús y de proclamación de su realeza universal, el seglar don Tomás Barrio González, natural de Buenavista, de la diócesis de León, y gran devoto del Corazón de Jesús, pensó en buscar para Él un trono en las alturas de los Picos de Europa, y así se lo comunicó al arcipreste de Liébana y párroco de Dobres, don Tomás del Corral, que secundó su iniciativa, a la que se asociaron el resto de los párrocos del arciprestazgo y los alcaldes del partido. Constituida una comisión organizadora de los actos previstos para esa ocasión, la elección del lugar para la colocación del monumento se encomendó a los ingenieros de las minas de Ándara, señores Arce y Mazarrasa, que se decidieron por el lugar conocido como pico San Carlos (o también, entre los mineros, cumbre de Silla Caballo), situado a 2.212 metros de altitud, y desde donde se divisan tierras de Santander, Asturias, Burgos, Palencia y León, y al norte, en la lejanía, el Cantábrico. Todo es suyo.
La bendición del monumento se señaló para el día 18 de septiembre, y durante los días 14, 15 y 16 tuvo lugar, en Santo Toribio de Liébana el primer día, por ser el de la Exaltación de la Santa Cruz, y en Potes los otros dos, un triduo preparatorio que dirigió el padre jesuita Marcelino de la Paz, lebaniego y con fama de buen predicador. Se dejó el día 17 para la colocación de la imagen y para que los fieles de los pueblos más alejados de pico San Carlos empezaran su peregrinación, y el día 18, temprano, comenzó la ascensión de los fieles lebaniegos (unos dos mil según las crónicas del día) al lugar donde ya se había colocado la imagen del Sagrado Corazón de Jesús (realizada por la Casa Meneses, en cobre, de un metro de altura, sobre pedestal de mampostería de dos metros y medio que construyeron los mineros de Ándara y columna de hierro fundido de un metro de largo). La crónica del acontecimiento publicada en el Boletín del Clero de la Diócesis de León (pues Liébana perteneció a esa diócesis hasta el año 1956) nos lo narra así:
«La procesión se organizó desde el llano de San Carlos y la presidió el señor párroco de Bejes, llevando el vistosísimo pendón que se lucía en aquellas montañas, seguido de todo el pueblo de la parroquia. Hay que indicar que desde Bejes al sitio indicado se tarda en subir tres largas horas, siempre arriba, y hora y media por estrecho camino, y la última sin camino por entre guijarros y rocas calcinadas y agudas que destrozan los pies. El sr. arcipreste de Liébana recibió la procesión y procedió enseguida a bendecir la efigie del Sagrado Corazón de Jesús; ya estaba allí con exactitud matemática aquel ejercicio de valientes campeones de Cristo; el tiempo se nos mostraba amenazador de lluvias, el cielo bastante encapotado, la niebla subía densa por la canal de San Carlos para ocupar el Pico, pero al llegar a la falda una mano invisible le dirigió a la derecha, dejando libre la cumbre y disipándose al poco tiempo; volvía por la otra parte como intentando conquistar la cima, y del mismo modo era rechazada hacia la izquierda corriendo a apoderarse de los picos inmediatos. Quedaba, pues, despejado el pico de San Carlos y la imagen del Sagrado Corazón y el altar y la muchedumbre apiñada. No obstante para no exponerse a interrumpir la misa ordenó el Sr. Arcipreste que el sermón quedara para el fin; y así se celebró la misa con toda calma, en la cual se cantó una deliciosa obra musical compuesta el día anterior por D. Jesús Monasterio para este acto sobre esta sencilla frase: Christum, Regem saeculorum, venite adoremus, es una joya de arte, impregnada de sentimiento cristiano, rebosando la piedad del autor que se inspiró en la comunión y al pie del Crucifijo, siendo un prodigio de armonía religiosa (…) Todos respondieron al triple “¡Viva el Corazón de Jesús!” que gritó el padre Paz, que después de leer los mensajes de los obispos de Santander, León, Palencia y Oviedo «…recitó con el auditorio las Alabanzas a Cristo Rey, concluyendo con el Acto de consagración de León XIII al Sagrado Corazón de Jesús, vivas, y el cántico “Corazón Santo”, que fueron cantando mientras la veneración a la Efigie, cuyo pedestal besaban al retirarse los peregrinos. Pero (…) Cuando concluyó de predicar, se condensaron las nubes y principió a lloviznar, terminada la veneración de la Imagen granizaba fuerte, poco después llovía mucho, luego más y más, un chubasco pertinaz que no cesó en mucho tiempo sin que aquellos pacientes peregrinos tuvieran otro medio de defensa que sus paraguas que eran insuficientes, algún hueco en los peñascos y sobre todo mucha alegría y mucha satisfacción, con lo cual lloviendo, y todo, se formaron ranchos y comían en paz y compaña, para emprender después la retirada, que se verificó con rapidez y cánticos de gozo. Todo esfuerzo se lo merecía para su honra el Corazón de Jesús».
Según lo decidido por la comisión organizadora, se celebraron aniversarios de esta consagración con peregrinación al monumento y misa en la cima cada diez años; hasta que en 1965 el Ayuntamiento de Cillorigo de Liébana decidió que la procesión se realizase cada cinco años, concretamente los acabados en cero y en cinco, actualmente en el primer domingo de agosto.
Acercándose el centenario de la erección del monumento, en el año 1995, se sustituyó la imagen, por estar la original dañada por los rayos, colocándose, lo cual hicieron por sus propias manos concejales del Ayuntamiento de Cillorigo de Liébana, una de bronce, cuyo autor fue el escultor santanderino Ruiz Lloreda.
Alegra ver la pervivencia de tan meritoria procesión, pues da a entender que también pervive en las generaciones posteriores de aquellos lebaniegos de 1900 la convicción de que el Corazón de Jesús es el Rey de todo y que todo se lo merece.