La devoción a san José es utilísima hoy al cristiano, no sólo por su patrocinio eficaz, sino por su ejemplo. Nunca los hombres se habían dejado engañar por el mundo, por el espíritu de vanidad. Todos quieren sobresalir y ser vistos, sólo por llamar la atención hacen verdaderas extravagancias. Y esto, aunque no en tanta escala, pasa también en los claustros. La vida oculta es muy alabada, pero muy poco seguida. José es el modelo de la vida oculta. No sabemos (al menos el Evangelio no lo dice) si llegó a ser amo de tienda, y en caso afirmativo, debió ser una tienda muy pobre por consiguiente, toda su vida sirvió, lo cual, de otra parte, era muy propio del padre de aquel Dios que venía a servir y no a ser servido. El esconder los méritos es cosa inusitada en nuestro siglo y, no obstante, este es el espíritu del Evangelio, que dice: «Ignore tu mano izquierda el bien que hace tu mano derecha». Para alcanzar este precioso amor a la vida oculta, imitemos a san José; no amemos al mundo ni a la vanidad; amemos, sí, tan sólo a Dios y de esta manera por Él sólo trabajaremos y, sabiendo que las buenas obras son tesoros que el mundo roba con sólo verlas, esconderemos nuestra vida entera en Cristo Jesús.
LA CREACIÓN ES DEL ORDEN DEL AMOR
No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso. De ese modo, terminaríamos adorando otros poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta pretender pisotear la realidad creada por Él sin conocer límites. La...