La mañana del pasado 20 de febrero en la iglesia del colegio de los jesuitas en Alcalá tuvo lugar la misa exequial, con el cuerpo presente por el alma del padre Luis María Mendizábal, S. I. apóstol incansable del Corazón de Jesús.
El tránsito del padre Mendizábal de esta vida a la eternidad aconteció en la noche del jueves 18 de febrero. La celebración estuvo presidida por el obispo de Alcalá, Monseñor Juan Antonio Reig Pla y concelebrada por el arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza y los obispos de Coria-Cáceres, Monseñor Francisco Cerro Chaves, el auxiliar de Toledo, Mons. Ángel Fernández Collado y el auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino. A la concelebración asistieron también religiosos jesuitas y un centenar de presbíteros diocesanos venidos de diversos puntos de la geografía española. Entre el pueblo fiel se encontraban las hermanas de la Fraternidad Reparadora en el Corazón de Cristo, religiosas fundadas por el padre Mendizábal, otras religiosas y consagradas de diversas instituciones y laicos de parroquias y movimientos.
El obispo de Alcalá comenzó su homilía dirigiéndose a los presentes que de tan diversas maneras habíamos bebido en las fuentes magisteriales del padre Mendizábal, «fuentes que –como refirió Monseñor Reig– iban siempre dirigidas al corazón del Evangelio».
A modo de resumen de lo que fue este magisterio espiritual Monseñor Reig recogió una expresión muy repetida por el padre Mendizábal: «El cristianismo es el Corazón de Cristo».
A continuación, el obispo hizo un excelente resumen del legado que dejaba a la Iglesia este «siervo fiel y amigo perfecto del Corazón de Jesús»: «El padre Mendizábal –señaló Mons. Reig– no quería una representación simplemente graciosa del signo por excelencia que es el Corazón de Cristo. Él quería el Corazón de Jesús inflamado en llamas, envuelto con la corona de espinas, abierto y sangrando para expresar que hasta ahí ha llegado verdaderamente la entrega de Dios en la humanidad de Cristo por nosotros, traspasado el Corazón. Para que de allí surgiera con el agua y la sangre la Iglesia y con sus sacramentos con los que viene a redimirnos. Al redimirnos con su amor ese acto redentor suyo nos lo apropiamos porque nos lo regala con los sacramentos, para que, renovado nuestro corazón a la medida de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, podamos continuar la obra de la redención y también, inflamados en el mismo amor de Cristo, podamos reparar las injurias, todo aquello que significa el desconocimiento de Dios y toda la oposición a sus designios de amor sobre nosotros».
Estas palabras resonaban en nuestros corazones como un eco de las enseñanzas impartidas por el padre Mendizábal en conferencias, ejercicios, conversaciones personales a lo largo de su dilatada vida sacerdotal. A ese Corazón al que consagró su vida y ministerio este fiel hijo de san Ignacio nos invitó Monseñor Reig a dirigirnos con toda confianza para que el Padre pudiera ya «vivir en las llagas de Cristo resucitado».
El padre Mendizábal destacó en su ministerio por la predicación de centenares de tandas de Ejercicios Espirituales, más de una treintena de ellas del mes entero, dirigidas especialmente a sacerdotes y seminaristas de la diócesis de Toledo. Monseñor Reig, conocedor de esta labor incansable del padre en la escuela de los Ejercicios de san Ignacio nos recordaba: «Esta es la obra de Ignacio a través de los Ejercicios Espirituales (…) alcanzar el conocimiento interno de aquel gran capitán general, que en la lucha y en la dialéctica de las dos banderas en este mundo, nos lleve por el camino del Evangelio, armados con las armas del Evangelio para poder siendo engrandecidos por el don de la humildad, desearlo hasta el tercer grado y poder con el Señor hacer de nuestra vida un cántico de alabanza al Señor».
Monseñor Reig quiso también ponderar la fecundidad de la obra del padre Mendizábal en un contexto social e histórico de la historia de España: «nada fácil para la vida de fe». Si hay un hecho que llamaba la atención al contemplar a los asistentes a la celebración era el nutrido grupo de religiosas y sacerdotes, muchos de ellos jóvenes, así como seglares y familias.
La vida y obra del padre Mendizábal, enmarcada siempre en la fidelidad y obediencia a la Iglesia, había tenido como horizonte llevar a los hombres al Corazón de Jesús, a dejarse interpelar por su invitación: «Venid a mí, aprended de mí que soy manso y humilde de corazón». En este sentido Monseñor Reig nos recordó que las palabras del Señor eran para estos momentos especialmente consoladoras «para que Él pueda despertar aquello que necesita España». Y continuó su vibrante homilía diciendo: «España necesita a Cristo ¿A quién necesita España? A Cristo y conocer el amor de Dios que renueva el corazón de las personas y nos hace vivir en la humildad estableciendo toda una vida virtuosa en el ámbito personal, familiar, social y político. Sin Cristo España no tiene futuro, consistencia, ni tiene sitio firme donde asentar todo aquello que ha sido un patrimonio espiritual larguísimo que viene desde el testimonio de los primeros mártires hasta hoy».
Las palabras de Mons. Reig llenaron de fervor el corazón de los que allí nos encontrábamos. Aquella fría mañana de invierno el calor de la gracia había prendido en nuestros corazones al ser testigos, contemplando la labor del padre Mendizábal, de cómo el Corazón de Jesús es fiel a sus promesas y no deja de enviarnos «pastores según su Corazón».
Descanse en paz el padre Luis María Mendizábal, S.I., fiel seguidor del «munus suavissimum» que el Corazón de Jesús encomendó a la Compañía de Jesús a través de san Claudio la Colombière. Que, desde el cielo, junto a la Virgen María, a la que tanto quería, siga suscitando apóstoles del Corazón de Cristo al servicio de la instauración de su reinado de amor en el Mundo.
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