Rebeca: «Cuando me obligaban a arrodillarme hacia La Meca yo repetía:
Te amo, Señor Jesús»
Qué haríamos cada uno de nosotros si nuestra fe estuviera en prueba? ¿Mi fe en Jesús es tan verdadera como para afirmarlo más que mi propia vida?
Rebeca tiene 24 años. Esta mujer nigeriana estuvo dos años secuestrada por Boko Haram. Huyó de su casa en Baga en el norte del país cuando llegaron los terroristas junto a su marido Bitrus y sus dos hijos (Zacarías, de tres años y Jonatán, de uno). Entonces, estaba embarazada de su tercer niño. Corrían juntos en su huida, pero ella no podía seguir el ritmo. El matrimonio decidió que se tenían que separar porque Boko Haram asesina a los hombres y a las mujeres las secuestra. Bitrus salió en estampida y Rebeca fue alcanzada por los terroristas junto a sus hijos.
La llevaron junto al resto de mujeres cristianas de Maiduguri a un campo de entrenamiento. Allí tenían que trabajar de sol a sol en condiciones de esclavitud, además se convertían en objeto de todo tipo de agresiones sexuales por parte de los terroristas.
Rebeca se negó radicalmente a entregar su cuerpo y a renegar de su Señor Jesucristo. Esto le costó que le rompieran las muelas por las palizas a las que fue sometida. Así un mes, dos, tres… un año y hasta dos años que duró su secuestro. Finalmente perdió al hijo que esperaba.
La presión física y psicológica a la que la sometieron los terroristas fue enorme. Le obligaban a renegar de Jesús y a recitar el Corán cinco veces al día. Cada vez que se inclinaba de rodillas hacia La Meca, ella oraba en su interior: «En el nombre de Jesús»; «Te quiero, Señor Jesús».
La forzaban a rezar el rosario musulmán y en cada cuenta ella repetía un avemaría a la Virgen. No lograron someterla. Los hombres de Boko Haram le obligaban a tener relaciones y como se resistía con todas sus fuerzas, le arrebataron a su hijo menor, Jonatán, y lo lanzaron al lago Chad donde murió ahogado.
Rota de dolor, se veía viuda, con el vacío de haber perdido un hijo en su seno y con la noticia del asesinato del menor. Sin embargo, su fe la mantuvo insobornable e inquebrantable. En pie. Libre.
Rebeca: nueva vida en Jesús
Finalmente, Rebeca fue violada y se quedó embarazada de un terrorista. Dio a luz sola al hijo de un miliciano de Boko Haram. Aunque conseguía resistirse a ese infierno, ella quería huir y un día vio la posibilidad de escapar. Recuerda que estaban las mujeres separadas de los niños, pero todos juntos en un lugar oculto dentro de la selva. De repente empezaron a oír ruido de camiones y helicópteros, un terrorista dio la voz de alarma de que el ejército de Nigeria se acercaba. En medio de la confusión, Rebeca salió corriendo con su hijo Zacarías y el recién nacido.
Los terroristas reunieron a todos para salir de allí cuando se dieron cuenta de que faltaba Rebeca y sus hijos. Estuvieron buscándola durante horas, en una ocasión casi la encuentran, pero Rebeca mantuvo a sus hijos callados y rezaba en su interior: «Por favor, Jesús, que no logren encontrarnos». Ante la cercanía de las tropas gubernamentales, los terroristas de Boko Haram tuvieron que desistir en su búsqueda y se marcharon.
Sin embargo, la huida de la secuestrada no terminó ahí. Estuvo semanas perdida, desorientada y sin comida. Un día se encontró con un grupo de pastores nómadas fulani que al principio desconfiaron de ella y sus hijos. Cuando la vieron comenzaron a apuntarla con sus armas, pero Rebeca gritó desesperada: «No soy de Boko Haram, llevo días huyendo de ellos con mis hijos, necesitamos comer algo y llegar a nuestro pueblo». Los pastores les dieron víveres y agua.
Narra que para alcanzar la zona de seguridad tuvo que cruzar un río a pie. No podía hacerlo con los dos niños en brazos así que tuvo la tentación de dejar atrás al hijo fruto de la violación. Le producía un gran dolor seguir con él, le recordaba el sufrimiento que había pasado. En ese momento un hombre le animó a seguir con él y les ayudó a cruzar el río. Le dijo: «No le abandones, dale una oportunidad, porque este niño puede ser una gran persona en el futuro, no tiene por qué acabar siendo un terrorista como su padre». Finalmente logró llegar al pueblo y se reencontró con su marido.
Gracias a su comunidad y a la Iglesia local, el matrimonio ha podido hacer un camino y volver a unirse. Su marido, Bitrus ha logrado aceptar al hijo que nació de la violación de Rebeca. Ahora viven en un pobre campo de desplazados en Maiduguri junto a otras venticinco familias, todos apoyados por la Iglesia católica a través de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Un equipo de trabajadores de esta fundación viajó el pasado mes de marzo hasta Maiduguri. Pudieron abrazar a Rebeca y sostener a su pequeño Cristóbal, nombre de bautizo del niño, entre los brazos. Sin la presencia de Jesús es humanamente imposible que esta familia esté ahora unida y que el niño haya sido aceptado; que Rebeca le pueda mirar con infinito amor, como lo hemos visto, sin pensar en el horror ni en el odio a su padre, el terrorista. Gritan en esta unidad que para Dios todo es posible, que Él hace nuevas todas las cosas.