En este final del 2017 se ha cumplido un nuevo centenario de extraordinaria importancia para la historia de la humanidad, el del triunfo de la revolución bolchevique en Rusia. El gran imperio de los zares derrotado por un grupo revolucionario sin duda minoritario, pero actuando con una gran audacia política, revestido de una ideología de contenido radicalmente ateo, pero presentada con ropajes de un milenarismo secularizado. En un imperio que por su historia, por su extensión geográfica (23 millones de km²), por la población que abarcaba (130 millones) y por sus características sociales y religiosas, no era absolutamente previsible que un proceso revolucionario liderado por un grupo tan reducido como eran los bolcheviques pudiera llegar a conquistar el poder. Sin embargo, las circunstancias que hicieron posible la revolución fueron muy diversas. Un imperio que al mismo tiempo que culminaba su extensión geográfica había querido adaptarse culturalmente a la Europa ilustrada, alejándose de su tradición histórica e iniciando un proceso de división interna y de decadencia moral y debilidad política que se puso especialmente de manifiesto con su participación en la primera guerra mundial.
El marxismo bolchevique tuvo la capacidad de recoger dos tendencias que por sí mismas eran totalmente antitéticas. Por un lado, el marxismo significaba un paso adelante en el proceso de occidentalización de la mentalidad del pueblo ruso iniciado durante el gobierno de los zares, se trataba de una ideología conformada por una filosofía esencialmente atea de procedencia alemana, pero al mismo tiempo el marxismo adoptó en su lenguaje político las características de los milenarismos más radicalmente secularizados, que entroncaban con actitudes tradicionalmente mesiánicas de la mentalidad eslavófila rusa. Una vez conquistado el poder como consecuencia de un golpe de audacia política de Lenin, la represión política institucionalizada llevada a cabo de un modo extraordinariamente violento explica su permanencia durante más de setenta años. Ideología, propaganda y represión fueron tres factores que hicieron posible que la URSS no sólo perviviera en Rusia durante tantos años, sino que al mismo tiempo se convirtiera en la gran potencia internacional exportadora de la ideología marxista que cautivó a tantos ambientes intelectuales del Occidente secularizado durante el siglo xx. Y si bien los aspectos mesiánicos de carácter utópico del marxismo están muy poco presentes en el mundo actual sin embargo la filosofía marxista con su dialéctica hegeliana inmanentista ha impregnado muchos aspectos de la mentalidad del mundo actual.
Para comprender la historia en su verdadero significado hay que hacerlo como decía el padre Ramón Orlandis, «sub specie aeternitatis», por ello creemos que lo acontecido en Rusia hay que contemplarlo a la luz del mensaje de Fátima. Se ha cumplido lo anunciado por la Virgen «Rusia, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas». Ahora tenemos que vivir en la confianza que del mismo modo se cumplirá lo profetizado por la Virgen: «Rusia se convertirá y por fin mi Corazón Inmaculado triunfará».
Cristo como «puente» y con su corazón abierto
Una figura emblemática de la espiritualidad medieval es la de Catalina Benincasa, una joven mujer a la que Pío XII declaró patrona de Italia, Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia y Juan Pablo II la situó entre...