El sábado 11 de noviembre el cardenal Ángelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, procedió en nombre del papa Francisco a la beatificación de 39 nuevos mártires de la provincia vicenciana de Madrid y 21 de la de Cataluña, acompañado por cinco cardenales, el nuncio y 28 obispos, en el singular marco del pabellón multiusos de Vistalegre en el que se instaló un sobrio altar y a sus lados un crucifijo y una imagen de nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Los 3000 fieles asistentes siguieron la cuidada ceremonia mediante pantallas gigantes.
El cardenal Mons. Antonio Cañizares elevó la súplica de beatificación de los 21 mártires cuya causa se incoó en Valencia, y el cardenal Mons. Carlos Osoro la de los 39 miembros de la familia vicenciana sacrificados en Madrid.
La vicepostuladora hermana de la Caridad Josefina Salvo hizo breve glosa de la vida y muerte de los mártires, de los que dijo: «Murieron sin odio. Perdonaron a los causantes de su muerte… Amaban la vida, a su familia, su tierra, su vocación, pero a Dios sobre todas las cosas».
Mons. Amato procedió a la lectura en latín de la carta apostólica por el que Su Santidad el papa Francisco en virtud de su autoridad apostólica declaraba beatos a los hasta ahora sesenta siervos de Dios, fijando su fiesta en el 6 de noviembre de cada año, descubriéndose los dos murales que presidieron el altar.
Mientras el coro entonaba el «Christus vincit», procesionaron familiares de los mártires con palmas en las manos, seguidos por los portantes de un precioso relicario con algunos de sus restos mortales, que serán expuestos a su veneración en la iglesia de la Medalla Milagrosa de Madrid.
Iniciado el rito de Eucaristía, las lecturas prepararon el sentido martirial de la ceremonia con la del segundo Libro de los Macabeos (7, 13) en que se narra como éstos respondieron al impío rey Antíoco que quería hacerles apostatar: «Estamos dispuestos a morir, antes que quebrantar la ley de nuestros padres», seguida por la del Evangelio de san Lucas (9, 24): «El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por causa de mí, se salvará».
Los mártires fueron asesinados con el único objetivo de aniquilar a la Iglesia católica
La esperada homilía del cardenal Amato culminó el carácter martirial del acto afirmando que los sesenta mártires que el papa Francisco eleva hoy al honor de los altares fueron asesinados por ser católicos… y lo fueron con el único objetivo de aniquilar a la Iglesia católica; y añadió que «celebrar a los mártires es celebrar el amor absoluto de Dios, pero también supone acercarnos al misterio del mal absoluto causado por el enemigo de Dios», que logró que «los lugares de culto fueran incendiados, los conventos clausurados, las escuelas ocupadas y la gente encarcelada y asesinada… Fue una tormenta que azotó violentamente la nación, cubriéndola de polvo, humo y cadáveres, una macabra exaltación del mal y del odio».
Afirmó que «el cristianismo es la religión del amor de la que Jesucristo es su primer mártir. Y Cristo crucificado, muerto y resucitado es la esperanza de los mártires cristianos. Ellos eran conscientes de que su vida no termina en el caos de la nada, sino que alcanza el trono de Dios, caridad infinita, consolados por el abrazo maternal de la Santísima Virgen María».
El cardenal Amato aseguró que estos mártires respondieron a «esta persecución ciega e inhumana, derramando su sangre en defensa de la fe…, como se les había preparado, para dar su vida por Cristo».
«La única razón de sus asesinatos fue el hecho de ser católicos»
Recordó el ejemplo de la muerte heroica de algunos de ellos, como la del padre Vicente Queralt quien «durante la persecución fue capturado en noviembre del 1936 y fusilado el mismo día. Preguntado el motivo del asesinato, el jefe de las patrullas marxistas respondía: «Era sacerdote, ¿no te parece bastante motivo?».
Del joven Rafael Lluc, de 19 años que trabajaba en una farmacia de Picassent en Valencia, el Cardenal recordó: «Llegaron al pueblo un grupo de milicianos que registraban las casas, quemando estampas e imágenes sagradas. Entraron en la farmacia gritando y blasfemando. Rafael respondió: «Aquí no se blasfema, yo soy responsable y no se blasfema». Tenía un calendario con la imagen de la Virgen y pidió a los milicianos que no la profanaran; ésto enfureció a una miliciana, que, maldiciendo, indujo a sus compañeros a detener al joven y condenarlo a muerte. Fue asesinado el 15 de octubre de 1936 mientras gritaba: «¡Viva Cristo Rey!»
Destacó también monseñor Amato la muerte del padre José Ibáñez Mayandía, capturado en Madrid cuando iba a un hospital a celebrar misa: «Fue obligado a caminar desnudo, y fue fusilado y abandonado. Al día siguiente cuando los milicianos lo encontraron con vida, completaron su diabólica obra torturándole mortalmente de forma brutal y ofensiva para su condición sacerdotal. No lo mataron de un tiro de gracia, sino que lo descuartizaron aún con vida, como un animal de matanza».
Ante estas muertes violentas, el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos recordó como san Agustín afirma que «no es el suplicio lo que hace mártir al cristiano, sino la causa de la muerte… No son la crueldad ni los tormentos los elementos esenciales del martirio, sino la motivación, y la motivación del asesinato era su condición de sacerdotes y de apasionados misioneros». El Cardenal invitó a «imitar a los mártires, siguiendo su ejemplo de fe, esperanza y coraje», y también «a orar por sus verdugos, ofreciendo nosotros, como hicieron los mártires, el regalo precioso de nuestro perdón».
Finalizada la santa misa, Mons. Osoro dio las gracias a los asistentes recordando que «la Iglesia no puede olvidarse de estos hijos suyos que unieron su sangre a la sangre de Cristo… y la Iglesia de Madrid es una Iglesia de mártires, en la que se veneran los restos de 440 santos y beatos mártires de la persecución religiosa en España en el siglo xx, cuyos restos reposan en territorio de nuestra provincia eclesiástica». Finalizando con este oportuno ruego: «Debemos pedir su intercesión para que Dios nos conceda la concordia y la paz en toda España.»
Misa de acción de gracias en la catedral de la Almudena
El domingo 12 de noviembre tuvo lugar en la catedral de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid la santa misa de acción de gracias por la beatificación, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid Mons. Carlos Osoro, quien en su homilía recordó que la vida de estos 60 mártires «es un libro escrito con su propia sangre. Ellos han fundido en su existencia el amor a Dios y al prójimo», y precisó que «nos dan una lección sobre lo que es evangelizar dando su vida por amor a Cristo y perdonando a quienes les mataban».
«Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos ejemplares de Cristo y del Evangelio»
Tras el rezo del Ángelus, el domingo 12 de noviembre dijo el papa Francisco en la plaza de San Pedro: «Ayer en Madrid han sido proclamados beatos Vicente Queralt Lloret y veinte compañeros mártires, y José María Fernández Sánchez y 38 compañeros mártires. Algunos de los nuevos beatos eran miembros de la Congregación de la Misión: sacerdotes, hermanos coadjutores, novicios; otros eran laicos de la Asociación de la Medalla Milagrosa… todos fueron asesinados en odio a la fe durante la persecución religiosa desarrollada durante la guerra civil española entre los años 1936 y 1937. Damos gracias a Dios por el gran don de estos testimonios ejemplares de Cristo y del Evangelio».