Es lo que Rodney Stark afirma hacer. Y los fanáticos de los que habla no son los habituales que encontramos en la prensa, aunque cada día sean más: se trata de aquellos que sacrifican la verdad con tal de denigrar a la Iglesia. Stark, que acaba de publicar un libro titulado Resistiendo a los falsos testimonios, empieza afirmando lo siguiente: «No soy católico y no he escrito este libro en defensa de la Iglesia. Lo he escrito en defensa de la historia». Esto es lo que ha escrito para el Catholic Education Resource Center:
«Creciendo como protestante norteamericano con pretensiones intelectuales, siempre me preguntaba por qué los católicos celebraban el Día de Colón. ¿No veían la ironía en el hecho de que, si bien Colón era católico, su viaje de descubrimiento se llevó a cabo contra la oposición inflexible de los prelados católicos romanos que creían que la Biblia probaba que la tierra era plana y que cualquier intento de llegar a Asia navegando hacia Occidente acabaría con los barcos cayéndose por el borde del mundo?
Todo el mundo sabía eso sobre los católicos y Colón. No sólo lo aprendimos en la escuela, sino que la historia de Colón demostrando que el mundo era redondo también nos fue contada en películas, obras de Broadway, e incluso en canciones populares. Sin embargo, allí estaban ellos cada 12 de octubre: multitud de miembros de los Caballeros de Colón acompañados por sacerdotes, marchando en celebración de la llegada del «Gran Navegante» al Nuevo Mundo. Qué absurdo.
Y qué asombroso descubrir, muchos años después, que toda la historia de por qué los prelados católicos se oponían a Colón era una mentira.
En el siglo xv (y muchos siglos antes) todos los europeos educados, incluidos los prelados católicos romanos, sabían que la tierra era redonda. La oposición que encontró Colón no fue sobre la forma de la tierra, sino sobre el hecho de que estaba muy equivocado acerca de la circunferencia del globo. Estimó que estaba a unas 2.800 millas de las Islas Canarias a Japón. En realidad son unos 14.000 kilómetros. Sus oponentes clericales sabían lo lejos que estaba y se opusieron a su viaje con el argumento de que Colón y sus hombres morirían en el mar. Sorprendentemente, no hubo indicios de que Colón tuviera que probar que la tierra era redonda en su propio diario o en el libro de su hijo, Historia del Almirante. La historia fue desconocida hasta más de trescientos años más tarde, cuando apareció en una biografía de Colón publicada en 1828. El autor, Washington Irving, es más conocido por sus obras de ficción. Aunque la historia sobre Colón y la tierra plana era igualmente ficticia, Irving la presentó como un hecho. Casi de inmediato la historia fue aceptada con entusiasmo por los historiadores que estaban tan seguros de la maldad y la estupidez de la Iglesia católica romana que no sentían necesidad de buscar ninguna confirmación adicional.
En tiempos de Washington Irving esto era muy común, ya que muchas distorsiones y mentiras entraron en el canon histórico con el sello de la aprobación académica siempre y cuando criticasen a la Iglesia católica. Desafortunadamente, a diferencia de la historia de Colón, muchas de estas acusaciones anticatólicas igualmente espurias siguen siendo una parte aceptada de la herencia histórica occidental.»
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