A nadie que lea habitualmente nuestra sección de Actualidad Internacional se les escapa que una de las cuestiones decisivas de nuestro tiempo es el islam, incluyendo el modo de enfrentarse a la creciente persecución de cristianos a manos de gobiernos o grupos islámicos, que ha provocado que tres de cada cuatro víctimas de persecución por motivo religioso son cristianos, tal y como explica Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Así, no es de extrañar que el artículo de William Kirpatrick en The Catholic Thing haya levantado un cierto revuelo, pues desde su título plantea que el camino que estamos siguiendo es equivocado: «No criticar el islam es suicida».
Allí leemos lo siguiente: «entre los medios y las élites políticas se ha difundido un lugar común según el cual las críticas al islam sólo sirven para empujar a los musulmanes moderados al grupo de los radicales.
Esta tesis debe ser puesta en discusión porque podría ser, al contrario, justamente la ausencia de crítica lo que ha llevado al renacimiento del islamismo militante. Lejos de ser críticos con el islam, los gobiernos occidentales, los medios, el mundo académico e incluso muchos portavoces cristianos parecen haberse puesto de acuerdo para afirmar que todas las atrocidades cometidas en nombre del islam no tienen nada que ver con él. (…) En muchos países europeos las críticas al islam se han convertido en delito desde hace tiempo. En Europa pocos se han dedicado a criticar al islam y sin embargo los radicales han llegado igualmente. Más que cualquier otra cosa ha sido el silencio el que ha permitido que la islamización y la radicalización se hayan difundido en Francia, Alemania, Bélgica, los Países Bajos y Suecia.
Una de las cosas básicas que los no musulmanes deben saber es que el islam divide el mundo en dos: por una parte, la Casa del islam, por la otra la Casa de la Guerra (el conjunto de todas las sociedades no-islámicas). Y todo musulmán debe hacer lo que esté en su mano para que la Casa de la guerra se someta a la Casa del islam. En estos momentos los europeos experimentan una especie de desorientación del tipo «No sé qué es lo que me ha golpeado», pero sólo porque no han atendido a estas cuestiones básicas sobre el islam.
Este planteamiento del «vive y deja vivir» puede parecer razonable en abstracto, pero cuando la otra religión empieza a decir que o te conviertes, o te sometes o mueres, entonces el «vive y deja vivir» deja de ser una opción real. Esta es la situación con la que nos enfrentamos respecto al islam. Y hacer ver que las cosas no son así es un suicidio».
Quienes no parecen haberlo entendido son los laicistas franceses, convencidos de que la solución es crear un islam tutelado por la República laica y expurgado de todo aquello que se oponga a las «luces ilustradas». Es lo que ha expresado Bernard Cazeneuve, primer ministro socialista, en La Croix, quien ha afirmado que «nuestra voluntad es conseguir la construcción de un islam de Francia. Es una causa nacional». Para ello no ha escatimado en medios, creando para esta misión la Fundación para el islam de Francia, para quien han elegido como presidente al político nacionalista y nostálgico del jacobinismo Jean-Pierre Chevènement. El éxito de la empresa es perfectamente previsible.
Los desheredados, François-Xavier Bellamy,
El hombre sin cultura parece extranjero en su propia humanidad». Así sentencia el autor de este libro la situación actual. Nos encontramos ante una de las obras más acertadas sobre la cultura actual y por qué hemos llegado hasta...