El castigo: (Ezequiel 36, 16-23)
Me vino esta palabra del Señor: «La casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba. Su conducta era a mis ojos como la impureza de la regla. Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos. Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países. Los he juzgado según su conducta y sus acciones. Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi santo nombre, ya que de ellos se decía: “Estos son el pueblo del Señor y han debido abandonar su tierra”. Así que tuve que defender mi santo nombre, profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde había ido. Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios: No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que fuisteis. Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos”.
»Reconocerán las naciones que yo soy el Señor– oráculo del Señor Dios–, cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad».
Y la reconciliación: (Ezequiel 36, 24-38)
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios. Os libraré de vuestras impurezas, llamaré al grano y lo haré abundar y no volveréis a pasar hambre. Multiplicaré los frutos de los árboles y la cosecha del campo, para que no soportéis más la afrenta del hambre entre las naciones. Y cuando os acordéis de vuestra conducta perversa y de vuestras malas acciones, sentiréis vergüenza por vuestras culpas y acciones detestables. Sabedlo bien, no lo hago por vosotros– oráculo del Señor Dios– ; avergonzaos y sonrojaos de vuestra conducta, casa de Israel». Esto dice el Señor Dios: «Cuando os purifique de vuestras culpas, repoblaré las ciudades y serán reconstruidas las ruinas. Volverán a labrar la tierra desolada, que los caminantes veían desierta. Entonces se dirá: “Esta tierra que estaba desolada se ha convertido en un jardín del Edén, y las ciudades arrasadas, desiertas y destruidas, son plazas fuertes habitadas”. Entonces las naciones que queden a vuestro alrededor reconocerán que yo, el Señor, reedifico lo destruido y vuelvo a plantar en tierra arrasada. Yo, el Señor, lo digo y lo hago. Esto dice el Señor Dios: “También dejaré que la casa de Israel me suplique y la acrecentaré como un rebaño humano. Como un rebaño consagrado en Jerusalén durante las fiestas, así las ciudades en ruinas se llenarán de rebaños humanos, y sabrán que yo soy el Señor”».