Cristiandad se siente gozosamente llamada a hacerse eco de la convocatoria del Papa en este año de la misericordia; por ello, como ya anunciamos en números anteriores, dedicaremos todo el este año a reflexionar en torno a este gran misterio de la misericordia de Dios que quiso abajarse hacia la miseria humana para que de este modo el hombre pudiera participar de la vida del mismo Dios. Esta permanente manifestación de la bondad divina a lo largo de toda la historia humana se hace de alguna manera más urgente, necesaria y al mismo tiempo más patente cuanto más profunda es la miseria que envuelve la vida de los hombres. El panorama que nos ofrece el mundo actual es sin duda de una miseria humana sin precedentes. Cuanto más se aparta el hombre de Dios más presente se nos muestra esta miseria, porque la mayor miseria consiste justamente en el olvido de Dios. Pero como nos recuerda san Pablo: «Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5, 20) Con la misma idea del triunfo del amor de Dios afirmaba san Juan Pablo II: «Este amor es más fuerte que todo el mal en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en este amor significa creer en la misericordia, pues es ésta la dimensión indispensable del amor de su Corazón».
Desde esta perspectiva hay que ver cómo ante tanta necesidad el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia, justamente en estos últimos tiempos, numerosos y santos apóstoles que dan testimonio con sus vidas y con sus escritos del amor misericordioso de Dios para todos y cada uno de los hombres. En este número hemos querido recordar cómo con la devoción al Corazón de Jesús revelada a Santa Margarita María de Alacoque se renueva de un modo único y providencial el permanente anuncio de la misericordia del Señor. Esta devoción al amor misericordioso del Corazón de Jesús será en estos últimos años más profundamente conocida a través de los escritos de Santa Teresita y la revelaciones a Santa Faustina Kowalska.
A la luz de este nuevo Año de la Misericordia nos parece oportuno recordar las palabras del padre Orlandis de su escrito carismático: «Pensamientos y ocurrencias».
«A estas almas pobres y débiles, miopes y enfermizas quiere que llegue también su llamamiento misericordioso el bondadoso Corazón de Jesús, que invita a su banquete a los ciegos, cojos, etc., y les sana como médico divino. Como mensajera de sus misericordias inefables con estas almas débiles y pequeñas envía el misericordioso Jesús a santa Teresita, para que reciban aliento, luz y confianza los pobres enfermos de espíritu tal vez menospreciados o desahuciados de sus maestros y médicos».
Con el fin de dar a conocer, rezar e invitar a la reflexión sobre el mensaje del amor misericordioso se celebrará en Barcelona el próximo mes de abril un congreso internacional del cual se puede encontrar información en las páginas de este número. Animamos a nuestros lectores a que participen con la seguridad que será una ayuda eficaz para vivir con mayor intensidad este año jubilar de la Misericordia.
Razón del numero
Entre las obras de misericordia corporales ocupa un lugar muy singular la que hace referencia a los enfermos. Sin duda la enfermedad es una de las situaciones más dolorosas y al mismo tiempo más universales en que se encuentra...