Como le ocurrió a la Sagrada Familia, que tuvo que huir a Egipto perseguida por Herodes, hoy en día millones de personas se ven obligadas a escapar de sus casas por la violencia, la guerra, el terrorismo o catástrofes naturales. En esta Navidad de 2015 se repite la misma historia que Jesús vivió en su propia carne cuando tan solo era un niño.
La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) no quiere dejar solos a los que se han quedado sin nada, por eso ha querido apoyar la labor de los sacerdotes, religiosos, misioneros y laicos comprometidos que están trabajando de sol a sol con los refugiados. En Siria, Irak, Líbano, República Centroafricana… En todos estos lugares hoy se hace presente una «Iglesia de campaña» como dice el título de la campaña que acaba de lanzar AIN y el título de este artículo. En 2015 se han superado los once millones de euros a proyectos de la Iglesia local por los refugiados.
Ellos necesitan ser atendidos lo antes posible, y cuanto más próximos a sus países de origen, mejor. Así nos lo indican los obispos de las Iglesias orientales en Siria, Irak, Líbano y Jordania, por ejemplo. «Para evitar estas tragedias el punto es hacer la paz, garantizar la salvación y el futuro del Oriente Medio», asegura Gregorio III, patriarca católico melquita. Y no sólo en Oriente Medio, también en tantos países de África. Las causas de las oleadas de desplazados y refugiados están en origen y la solución también debe estarlo allí.
Las cifras de la vergüenza
Las guerras enquistadas ante la pasividad de la comunidad internacional, el incalificable zarpazo del yihadismo enloquecido y los eternos conflictos olvidados en nuestro planeta han hecho que en este año ya haya 59,5 millones de desplazados por la fuerza en el mundo (según ACNUR): la cifra más alta jamás registrada.
Cerca de sesenta millones de personas han tenido que abandonar su hogar en 2015. Los refugiados sirios están en los primeros puestos de todas las listas oficiales: 3,88 millones. Siria se desangra. Los países limítrofes están desbordados, como es el caso de Líbano. Este pequeño país, con una superficie similar a Asturias, está siendo el dique de contención del tsunami humanitario. De hecho, Líbano es el país con mayor proporción de refugiados del mundo: uno de cada tres habitantes es refugiado.
Los números descubren un drama humano vergonzoso: el 51% de los refugiados son niños. Las mujeres y los menores son los más vulnerables y perjudicados por los movimientos de población. Cada día, 42.500 personas tienen que dejar su hogar de forma forzosa, de repente, sin aviso. Quizá sin vuelta atrás. La inmensa mayoría se mueve dentro de su país de origen, pero cuando ya no pueden más están abocados a viajar al país vecino. Y en ocasiones, a otros continentes. Un largo y duro recorrido. Nunca deseable por ellos.
«Construir para quedarse» en Alepo, Siria
Aun en medio de una larga guerra, la Iglesia no abandona a su pueblo. Hay familias que han evitado el éxodo gracias a la ayuda recibida. Casi 8 millones de desplazados internos sobreviven en Siria, entre los escombros. Es el país del mundo con mayor número de desplazados.
Hay ciudades como Alepo o Hasake irreconocibles, llenas de ruinas por los efectos de los misiles. Hay cortes continuos de agua y electricidad por los bombardeos y el acceso a la comida es difícil. Pero entre los cascotes y la destrucción, una propuesta llena de esperanza se ha alzado. Parecería utópica o ingenua, pero es muy real: la del arzobispo metropolitano de Alepo, monseñor Jean-Clement Jeanbart y su proyecto «Construir para quedarse».
Abboud Banna tiene 74 años y, a raíz de un atentado con bomba, su casa quedó gravemente dañada. Ahora vive en una sola habitación con su esposa enferma de alzhéimer, su única hija y su nieta, a la espera de tiempos mejores. Gracias a este proyecto del obispo, ya se ha empezado a reparar el hogar de la familia Banna, y Abboud recibe regularmente una modesta cantidad de dinero para alimentos.
«Siempre confié en que Dios no me abandonaría y que aliviaría mi dolor, mi fatiga y mi ansiedad», asegura. Reza para que la seguridad mejore en Alepo y ansía el día en que pueda «regresar a casa y encontrar un trabajo». Aun con todas las dificultades, no quiere irse.
Garantizar a todas las familias cristianas un futuro en su propio país, incluso ante una perspectiva adversa a largo plazo. Este es el compromiso por el que trabaja arduamente la Iglesia en Alepo. Es difícil, pero no imposible. Se trata de evitar que los fieles abandonen su ciudad natal porque no encuentren una mano tendida. Ayuda a la Iglesia Necesitada ha concedido al programa «Construir para quedarse» una subvención de 254.00 euros.
Un convento para diez mil personas
Desde la irrupción del grupo islamista Seleka a finales de 2012 en la República Centroafricana, el convento de Ntra. Sra. Del Monte Carmelo en la capital, Bangui, se ha convertido en uno de los centros de refugiados más grandes, llegando a albergar a unas diez mil personas. Los enfrentamientos siguen activos y cada día hay brotes de violencia. Los últimos se han producido hace unas semanas. «Nunca antes había visto tanta gente huyendo», nos cuenta el padre carmelita italiano Federico Trinchero.
Cientos de tiendas de campaña han sido instaladas en el terreno del convento. En momentos críticos, la gente duerme incluso en la iglesia, donde en el día de Navidad del año pasado una madre dio a luz a su hijo.
A pesar de la guerra y la violencia, las vocaciones en el convento han aumentado. AIN les ha ayudado también a su formación. La comunidad está compuesta por quice religiosos, entre novicios y padres, que sin descuidar la oración, tienen que coordinar la atención sanitaria y el reparto de alimentos. Sin la ayuda de fuera, no podrían responder a esta emergencia.
El carmelo de Bangui no es el único lugar de acogida de la Iglesia. Las parroquias, conventos y seminarios del país se han convertido en refugios improvisados. AIN ha sufragado en los últimos meses dos campañas de emergencia en Centroáfrica con más de 300.000 euros. Mons. Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo de Bangui, afirma: «Ustedes nos dan esperanza. La Iglesia se convierte en un refugio, en el modelo para otros modos de convivencia, solidarios y justos».
Empezar de nuevo gracias a vuestra caridad
En ese empezar una nueva vida de los desplazados, en sus países de origen o en las regiones limítrofes, está la Iglesia local que se hace también refugiada y peregrina. Y con ella, con esa Iglesia de campaña, trabaja Ayuda a la Iglesia Necesitada. Acompañando en el desconsuelo, ayudando a permanecer y devolviendo esperanza.
Amigos de Cristiandad, pidamos al Señor esta Navidad, paz para los países con violencia, y caridad para no abandonar a los que sufren sus consecuencias. Igual que el portal de Belén fue el cobijo para Jesús, María y José, seamos nosotros la esperanza de todos ellos y ayudémosles. ¡Feliz Navidad!