Del 19 al 28 de septiembre el Santo Padre realizó un nuevo viaje apostólico, surgido de la iniciativa de participar en el VIII Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Este «núcleo originario» se amplió más tarde a una visita a Estados Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y luego también a Cuba, que se convirtió en la primera etapa del itinerario.
«Misionero de la Misericordia»: así se presentó el papa Francisco en Cuba, una tierra rica de belleza natural, de cultura y de fe. «Símbolo de esta unidad profunda del alma cubana es la Virgen de la Caridad del Cobre, que precisamente hace cien años fue proclamada patrona de Cuba. Fui como peregrino al santuario de esta Madre de esperanza, Madre que guía en el camino de justicia, paz, libertad y reconciliación».
Con un paso caracterizado de emblemático, el Papa se trasladó de Cuba a Estados Unidos de América donde realizó tres etapas: Washington, Nueva York y Filadelfia. En Washington se reunió con las autoridades políticas, la gente sencilla, los obispos, sacerdotes y consagrados, los más pobres y marginados, recordando que la riqueza más grande de ese país y de su gente está en el patrimonio espiritual y ético fundamentado en la convicción de que todos los hombres son creados por Dios iguales y dotados de inalienables derechos. Allí, y como ejemplo de que sólo en el Evangelio encuentran dichos derechos su plena realización, el Santo Padre canonizó a fray Junípero Serra, franciscano mallorquín y gran evangelizador de California en el siglo xviii.
En Nueva York el Papa visitó la sede central de la ONU. Y al hablar a los representantes de las Naciones, siguiendo los pasos de sus predecesores, renovó el aliento de la Iglesia católica a esa institución y a su papel en la promoción del desarrollo y de la paz, recordando en especial la necesidad del compromiso concorde y real para el cuidado de la creación. Recordó también el llamamiento a detener y prevenir las violencias contra las minorías étnicas y religiosas y contra las poblaciones civiles.
Tanto en Washington como en Nueva York el Santo Padre se reunió con algunas realidades caritativas y educativas emblemáticas en el enorme servicio que las comunidades católicas –sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos– ofrecen en estos ámbitos.
Vértice del viaje fue el Encuentro de las Familias en Filadelfia, donde el horizonte se amplió a todo el mundo, a través del «prisma», por así decirlo, de la familia. «La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un desafío doble: la fragmentación y la masificación, dos extremos que conviven y se apoyan mutuamente, y juntos sostienen el modelo económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una sociedad que equilibra la dimensión personal y la dimensión comunitaria, y que al mismo tiempo puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos de la creación».
Dios siempre «le echa ganas»
«Gracias, Manuel, por tu testimonio y, especialmente, gracias por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: “Echarle ganas”. (...) Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para...