Transcurría el año 1262 y el rey Alfonso X el Sabio reconquista Niebla, a cuya jurisdicción pertenecía el pueblo de Almonte. En muestra de agradecimiento, el mariano monarca manda construir una ermita en la que se diera culto a la Madre de Dios (se solía levantar una ermita en los lugares reconquistados al islam), bajo la advocación de María Santísima de las Rocinas, nombre que toma del lugar en que se construye la ermita.
Sin embargo, durante siglos, el origen de la devoción rociera había permanecido oculto o envuelto por el misterio y la belleza de distintas leyendas y tradiciones. Entre las diversas historias, la que goza de mayor aceptación y arraigo es la descrita en el antiguo Libro de Reglas de la actual Hermandad Matriz de Almonte, de 1758:
«Entrado el siglo quinze de la Encarnación del Verbo Eterno un hombre que ó apacentaba ganado, ó había salido a cazar, hallándose en el término de la Villa de Almonte en el sitio que llaman de la Rocina… Penetró aunque á costa de no poco trabajo, y en medio de las espinas halló la imagen de aquel Sagrado Lirio intacto de las espinas del pecado, vió entre las zarzas el simulacro de aquella Zarza Mystica ilesa en medio de los ardores del original delito, miró una imagen de la Reina de los Ángeles de estatura natural colocada sobre el seco tronco de un árbol».
Así comienza la historia de esta devoción tan querida a la Madre de Dios en este paisaje de las marismas del Coto de Doñana, en la provincia de Huelva. Miles de peregrinos venidos no sólo de Andalucía sino de toda España y del extranjero, se acercan a lo largo del año para honrar a Nuestra Señora del Rocío, nombre que se adoptaría posteriormente al de María Santísima de las Rocinas. Así se establece en el preámbulo de las primitivas Reglas de la Hermandad Matriz : «Adorándose en aquel sitio con el nombre de la Virgen de las Rocinas, título que con el tiempo, y no sin mística alusión, se ha mudado en el admirable de Rocío». En curiosa paradoja, el lugar pasa a ser conocido desde entonces, con el nombre de la Virgen.
El nombre de la Virgen del Rocío fue tomado con hondo sentido teológico de la oración de poscomunión de la fiesta de Pentecostés, hoy la misa votiva del Espíritu Santo: «Sancti Spiritus, Domine, corda nostra mudet infusio, et sui rori intima aspersione foecundent» (Que tu Espíritu Santo, Señor, descienda sobre nosotros, purifique nuestros corazones y, con el suave rocío de su venida, los haga fecundos). El oficio de lecturas del mismo día recoge el fragmento del tratado Adversus haereses, de san Ireneo, donde se afirma que necesitamos del rocío de Dios para que no nos abrasemos, ni nuestra vida quede infecunda.
También la paloma, teofanía del Espíritu Santo, que revolotea en el palio sobre la Virgen del Rocío, le otorga como amante Esposo, su poético y sugestivo nombre. Por eso, la imagen es invocada universalmente como Blanca Paloma.
Así, de este modo el pueblo de Almonte quiso significar que la Virgen del Rocío, es la Virgen del Espíritu Santo, la Virgen de Pentecostés, celebrándose su fiesta el lunes siguiente al domingo de Pentecostés.
En esas fechas tiene lugar esta romería, la mayor de España. Las ciento catorce hermandades filiales efectúan su salida con anterioridad, según la distancia, en peregrinación hacia la aldea del Rocío. Rompe la marcha el tamboril y la primitiva flauta. Sigue una comitiva de jinetes con traje campero y traje flamenco, portando insignias, varas y estandartes. Cierra las filas la presidencia y tras ella el simpecado (estandarte que porta la imagen de la Virgen, en el que se realza su Inmaculada Concepción) en su carreta de plata, tirada por bueyes. Le sigue una larga y multicolor caravana de carretas adornadas con flores de papel y cintas de seda.
Con la presentación de las hermandades, en las jornadas del viernes y sábado anterior a Pentecostés, la romería comienza oficialmente. Las distintas hermandades y agrupaciones rocieras, venidas de toda la geografía española y universal, se presentan ante la Virgen del Rocío, por riguroso orden de antigüedad.
En la mañana del domingo de Pentecostés, se celebra la misa de Pentecostés, presidida por el obispo de Huelva y concelebrada por los capellanes de las distintas hermandades, ante el inmenso retablo que forman los simpecados de las mismas. Tras el rezo del Credo van pasando cada uno de los presidentes y hermanos mayores de las distintas hermandades, ante el Libro de Reglas de la Hermandad Matriz de Almonte, renovando su compromiso de fe:
… Decimos y confesamos, que creemos en todos y cada uno de los dogmas y misterios adorables de nuestras sacrosanta religión católica, apostólica y romana, única y verdadera y que estamos dispuestos, con el favor de Dios, a derramar hasta la última gota de nuestra sangre en defensa de estas verdades si fuera necesario, particularmente la real presencia de Jesucristo en el adorable sacramento de la Eucaristía, la Concepción Inmaculada de María Santísima y su Asunción corporal a los Cielos. Hacemos además, voto y juramento solemne de creer, defender y confesar los dulcísimos misterios de la maternidad espiritual de la Virgen sobre todos los hombres y su mediación universal en la dispensación de todas las gracias que bajan de los Cielos, pasando por las manos purísimas de esta Celestial Tesorera, de todos los favores y bendiciones de su divino Hijo. Madre y Señora nuestra, única esperanza de los mortales, Blanca Paloma de nuestras almas, cubre con el manto de tu soberana protección a estos hijos tuyos que se glorían de llamarte Madre. Ampara y bendice a tu fervorosa Hermandad Matriz, a sus hermandades filiales y a todo el movimiento mariano rociero y haz que con el rocío de la divina gracia, formemos tu corte de honor en la Gloria. Amén
En la noche del Domingo de Pentecostés se reza el Rosario en procesión de velas y bengalas por la aldea. Al finalizar, el lunes de madrugada, tiene lugar el esperado «salto de la reja», donde los almonteños saltan literalmente la reja que protege a la Virgen. Es en este momento cuando comienza la singular procesión de la Blanca Paloma, por las casas de las distintas hermandades desde donde los sacerdotes le rezan la Salve, acompañados del pueblo rociero.
Cuando la Virgen vuelve a su santuario al mediodía del lunes, la romería acaba; más de un millón de romeros, tras dirigir una última mirada a la Señora, emprenderán el camino de vuelta, con sus hermandades, hasta sus pueblos y ciudades.
Pero con la romería no acaba el Rocío. Después de ella comienza de nuevo el calendario rociero, que establece y ordena las peregrinaciones de las hermandades al Santuario, para celebrar su Eucaristía todos los domingos y algunos sábados por la tarde, entre los meses de septiembre y abril.
Además de la romería mayor y las peregrinaciones anuales cada 19 de agosto tiene lugar el llamado «Rocío Chico». Se conoce con este nombre al voto de acción de gracias que realizó el pueblo almonteño después de la invasión de España por el ejército de Napoleón.
El 17 de agosto del año 1810, un grupo de treinta y nueve almonteños asaltó el cuartel que en la localidad había establecido el ejército francés, dando muerte el capitán Douseau y a cinco soldados más. Esto provocó en el ejército de Napoleón el deseo de incendiar y saquear la localidad de Almonte. Sus habitantes hicieron frente con la oración, invocando a la Virgen del Rocío. Estos ruegos fueron escuchados y nunca llegaron hasta la villa los ochocientos infantes franceses que habían mandado desde Sevilla para aniquilar a la población.
Con motivo de estos acontecimientos y cuando el ejército francés se retiraba definitivamente de España, los representantes del pueblo de Almonte, Ayuntamiento, clero y Hermandad Matriz, «deseando manifestar el reconocimiento y gratitud que deben al Todopoderoso Dios Nuestro Señor, por la intercesión de María Santísima del Rocío, acordaron unánimemente, en 1813, hacer un voto formal y expreso, en su nombre y en el de las generaciones venideras, por el que en adelante y para siempre jamás, pasaran la madrugada del diecinueve de agosto en el Rocío, celebrando por la mañana solemne misa en la ermita, en acción de gracias por el singular favor de la salvación del pueblo.»
Los actos comienzan con un triduo preparatorio, desde el dieciséis al dieciocho de agosto; en la noche del dieciocho, procesión del Santo Rosario por las calles del Rocío y en la mañana del día diecinueve, solemne misa votiva, en la que se renueva el voto de acción de gracias. Al finalizar tiene lugar una procesión eucarística, con el Santísimo bajo palio, alrededor del Santuario.
Los habitantes de Almonte, queriendo gozar en el pueblo de la presencia de su Madre y Patrona deciden, a partir de 1949, traer a la Virgen del Rocío cada siete años a su pueblo. De este modo, permanecerá en la iglesia parroquial, desde el «Rocío Chico» hasta que sea trasladada de nuevo a la aldea, antes de la romería, permaneciendo en Almonte un período de nueve meses.
Para el traslado, esta imagen hierática de la Virgen con la mirada baja y la expresión dulce y sonriente que sostiene como Majestad a su Hijo entre sus manos, cambia su vestimenta. Habitualmente se encuentra vestida a la moda de los Austrias, como gran dama de la corte, con sus atributos en orfebrería: ráfaga, cetro, corona y media luna, respondiendo a la descripción de la mujer en el Apocalipsis: « … vestida de sol, coronada con doce estrellas y la luna en los pies» pero para el camino es vestida de pastora, por lo que también es llamada la Divina Pastora y el Niño, el Pastorcillo Divino.
Una vez en el pueblo, se inicia una procesión hasta el templo parroquial por las calles de Almonte, bellamente adornadas con arcos y flores. Durante todo ese tiempo de permanencia en la villa almonteña no cesarán los cultos. Allí tienen lugar las peregrinaciones de las hermandades filiales, para culminar con una novena de misas y la procesión principal en la que la Virgen del Rocío recorre las calles del pueblo engalanadas, siendo un verdadero alarde de arquitectura efímera. El próximo traslado, tendrá lugar D.m. el día 19 de agosto de 2019.
Entre todos los acontecimientos que han tenido lugar en el Rocío hay uno que todos los rocieros recuerdan con especial cariño: la visita de san Juan Pablo II el 14 de junio de 1993. El Santo Padre, como un peregrino más, se arrodilló ante Nuestra Señora del Rocío para después salir al balcón y desde ahí animar a vivir con mayor profundidad esta gran devoción a la Madre de Dios, invitando a que «todo el mundo sea rociero» :
…Vuestra devoción a la Virgen, manifestada en la Romería de Pentecostés, en vuestras peregrinaciones al Santuario y en vuestras actividades de las hermandades, tiene mucho de positivo y alentador, pero se le ha acumulado también, como vosotros decís, «polvo del camino» que es necesario purificar.
Es necesario, pues, que, ahondando en los fundamentos de esta devoción, seáis capaces de dar a estas raíces de fe su plenitud evangélica; esto es, que descubráis las razones profundas de la presencia de María en vuestras vidas como modelo en el peregrinar de la fe y hagáis así que afloren, a nivel personal y comunitario, los genuinos motivos devocionales que tienen su apoyo en las enseñanzas evangélicas.
En efecto, desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folklórica o costumbrista sería traicionar su verdadera esencia.
…Os invito, por ello, a todos a hacer de este lugar del Rocío una verdadera escuela de vida cristiana, en la que, bajo la protección maternal de María, la fe crezca y se fortalezca: con la escucha de la palabra de Dios, con la oración perseverante, con la recepción de los sacramentos, especialmente de la Penitencia y de la Eucaristía.
Este, y no otro, es el camino por el que la devoción rociera ganará cada día en autenticidad. Además, la verdadera devoción a la Virgen María os llevará a la imitación de sus virtudes; descubriréis, a través de ella y por su mediación, a Jesucristo, su Hijo, Dios y Hombre verdadero, que es el único Mediador entre Dios y los hombres.
…Por mi parte, y apelando al sentimiento más profundo que, como cristianos y rocieros lleváis en el fondo de vuestras almas, quiero alentaros a reavivar en vosotros el amor y la devoción a María, y por ella a Cristo, dando así también testimonio de una fe que se hace cultura.
…Por eso os vuelvo a insistir hoy ante la Virgen: dad testimonio de los valores cristianos en la sociedad andaluza y española.
…He pedido a María que siga concediéndoos en la alegría de vuestra forma de ser, la firmeza de la fe y engendre en vosotros la esperanza cristiana que se manifieste en el gozo ante la vida, en la aceptación ante el dolor y en la solidaridad frente a toda forma de egoísmo.
¡Que por María sepáis abrir de par en par vuestro corazón a Cristo, el Señor! Llevad por todos los caminos el cariño y el amor del Papa a vuestros familiares, paisanos y amigos, y antes de bendeciros, alabemos juntos a María:
¡Viva la Virgen del Rocío!
¡¡Viva esa Blanca Paloma!!
¡¡¡Que viva la Madre de Dios!!!