El papa Francisco, siguiendo los pasos de sus predecesores, visitó el pasado mes de enero la comunidad católica de Sri Lanka y Filipinas para manifestar el gran amor y preocupación de la Iglesia católica por sus hijos, confirmándoles en la fe cristiana, orando con ellos y compartiendo sus alegrías y sufrimientos. Teniendo siempre presente estos objetivos, el Papa canonizó al beato José Vaz, a quien propuso como modelo y maestro. «Su vida, afirmó el pontífice, constituye un signo espléndido de la bondad y el amor de Dios para con el pueblo de Sri Lanka así como un estímulo para perseverar en el camino del Evangelio, para crecer en santidad, y para dar testimonio del mensaje evangélico de la reconciliación al que dedicó su vida.» Y ya por la tarde, visitó el santuario de Nuestra Señora del Madhu, lugar de peregrinación nacional, invitando tanto a tamiles como a cingaleses a pedir a la Virgen del Rosario la gracia de reparar por sus pecados y por todo el mal que esa tierra ha conocido, buscando un renovado espíritu de reconciliación y comunión que traiga definitivamente la paz al país.
En Filipinas, y recordando el carácter eminentemente pastoral de su visita en unos momentos en que ese país se prepara para celebrar el quinto centenario del primer anuncio del Evangelio de Jesucristo en estas costas, el Santo Padre quiso también expresar su cercanía a todos los que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda. En la noche del 16 de enero el Papa se reunió con las familias filipinas a las que dirigió entrañables palabras de fe, esperanza y caridad, exhortando a todos a «soñar» en la familia. «Filipinas, añadió el Papa, necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. (…) ¡Proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentadlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. (…) Sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué gran don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación!» El viaje concluyó con una multitudinaria misa en el «Rizal Park» de Manila en la que más de seis millones de filipinos celebraron con el Papa la fiesta del Santo Niño, imagen que acompañó desde el principio la difusión del Evangelio en ese país. «Vestido como un rey, afirmó el Pontífice, coronado y sosteniendo en sus manos el cetro, el globo y la cruz, nos recuerda continuamente la relación entre el Reino de Dios y el misterio de la infancia espiritual».