Ya abordamos desde estas páginas el fenómeno de la aparición del ISIS y la instauración de un Califato Islámico sunita en territorios del norte de Iraq y del este de Siria, con el resultado de la erradicación de la población cristiana que habitaba desde tiempos inmemoriales en la zona, forzada a la conversión al islam, la emigración o la muerte. Pero el terror del Califato no se limita al Medio Oriente, sino que está consiguiendo extenderse, ante la impotencia occidental, en todo aquel lugar del mundo islámico en que la presencia estatal es débil, aprovechando hábilmente estos vacíos para extender su dominio territorial.
Por una parte, el Califato está cada vez más presente en África. A través de Boko Haram, la tristemente famosa secta yihadista que ha sembrado el terror en Nigeria y que controla un territorio en el norte del país que se estima en torno a los 20.000 kilómetros cuadrados y engloba veintiséis ciudades. Inmune a los ataques de un débil ejército nigeriano, ahora Boko Haram amenaza con expandirse por el norte de Camerún, donde ya cuenta con trece bases permanentes.
En el extremo oriental del continente, en Somalia, Al Shabaab, el grupo yihadista que controla el territorio centro meridional del país, hasta ahora integrado en la red Al Qaeda, está cada vez más cerca de unirse al Califato, con quien comparte objetivos y metodología. Es precisamente de Somalia de dónde provienen las cada vez más numerosas incursiones terroristas en suelo keniata: el último, el pasado 21 de noviembre, en un ataque a un autobús junto a la ciudad de Mandera, en el extremo norte de Kenia, en el que perdieron la vida 28 personas. Tras ser obligados a descender del autobús, los terroristas separaron primero a los somalíes (numerosos en Kenia tras veinte años de guerra civil en la vecina Somalia) y luego obligaron al resto a leer unos versículos del Corán, evidentemente en árabe: todos aquellos que no pudieron hacerlo fueron asesinados allí mismo. Este ataque es uno más en la sucesión que sufre Kenia desde el atentado, en septiembre de 2013, contra el centro comercial Westgate de Nairobi.
La situación del avance yihadista en el África negra se completa con Mali y la República Centroafricana. En Mali, los islamistas que controlaban el territorio de Azawad fueron derrotados por las tropas francesas, pero se muestran cada vez más activos, recuperando la iniciativa, sabedores que los países occidentales no pueden permitirse una ocupación prolongada de esos territorios. Algo similar ha sucedido en Centroáfrica, donde la milicia islámica Seleka dio un golpe de Estado que llevó por primera vez a un musulmán (son el 15% de la población), Michel Djotodia, a la jefatura de ese estado. Sus desmanes contra los cristianos provocaron la intervención de tropas enviadas por la Unión Africana con el apoyo de tropas francesas, pero la derrota total de Seleka está aún muy lejos.
Pero esos vacíos geopolíticos que tan bien aprovecha el Califato también han aparecido a orillas del Mediterráneo. En concreto, en la cercana Libia, un territorio sumido en el caos desde la caída de Gadafi. En Derna, ciudad libia cercana a la frontera con Egipto y con una población de cerca de cien mil habitantes, ya ondea la bandera negra del Califato en todos sus edificios de gobierno, mientras que el estadio de la ciudad ha sido convertido en el lugar en el que se realizan las ejecuciones públicas. Y todo esto a una hora escasa de Italia en avión.
¿Llegará el Estado Islámico pronto a Europa, o más en concreto, a España? Aunque no se pueden descartar acciones puntuales, ataques o atentados indiscriminados, la «hoja de ruta» del Califato es clara. Tal y como explican en su órgano de prensa, Dabiq, sus planes pasan por conquistar Arabia Saudí, ocupando La Meca y Medina y destronando a la dinastía saud, con quienes comparten orientación religiosa, el wahabismo, pero que consideran unos traidores, para después dirigir sus ejércitos hacia los odiados chiíes de Irán. Sólo después tienen previsto dirigirse a Occidente, tomar Roma, para después, finalmente, reconquistar Jerusalén. Estos planes, que podrían parecernos fantasiosos, no son más que lo que expresa un conocido hadith, una frase atribuida a Mahoma, que dice así: «Invadiréis la península arábiga, y Alá os dará la fuerza para conquistarla. Después invadiréis Persia, y Alá os dará la fuerza para conquistarla. Después invadiréis Roma, y Alá os dará la fuerza para conquistarla. Luego combatiréis al Dajjal, y Alá os dará la fuerza para conquistarla». El Dajjal es una especie de versión islámica del anticristo, cuya aparición coincide con la cercanía del fin del mundo, tiempo en el que está también profetizada la batalla decisiva contra los judíos.
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