Al cumplir los setenta años de su aparición la revista Cristiandad publica su número mil. Un largo camino recorrido que invita a una gozosa reflexión. En primer lugar, renovar nuestra acción de gracias al Corazón de Jesús por habernos concedido el don de la fidelidad y de la perseverancia. En estos años se han sucedido los entusiasmos pasajeros hacia modas efímeras, las dificultades insalvables para muchas iniciativas apostólicas, que, ante el conjunto de contrariedades, no han podido continuar con la tarea emprendida, la desaparición de publicaciones, como consecuencia del fallecimiento de los que las iniciaron y la falta de personas que le supieran dar continuidad, y otras que si bien continuaron con el mismo nombre, su contenido ya no tiene nada que ver con los propósitos originales. Cristiandad, con audaz modestia y sobrenatural intención, ha continuado proclamando al servicio del Reinado de Cristo su fidelidad a la voz del Magisterio de la Iglesia, que nos recuerda constantemente que el mundo sin Dios no tiene salvación.
Según nos han contado los que conocieron el padre Orlandis, y el lector encontrará referencia indirecta de esta anécdota en el artículo que reproducimos del padre Cayuela, cuando salió la revista con el lema «Al Reino de Cristo por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús», algunos comentarios sobre el futuro de la Revista expresaron cierto escepticismo sobre la posible duración de la misma: «Una revista dedicada al Corazón de Jesús que pretendía tratar temas de índole cultural, histórico, social y no reducir sus artículos a lo meramente piadoso, pronto agotaría sus posibilidades temáticas». Pasaron los años y se pudo comprobar lo equivocado de aquel apresurado juicio. Sin embargo, continuaron pensando que la Revista no tendría larga vida; era la obra de una persona carismática, pero una vez faltase el que había sido su inspirador –el padre Orlandis–, que ya tenía una edad avanzada, la Revista no encontraría quien pudiese darle continuidad. El padre Orlandis falleció en 1958 y después de una brevísima interrupción volvió a salir aquel mismo año y así hasta nuestros días. Todos aquellos que colaboraron en la tarea inicial de la Revista ya habrán recibido el premio eterno por sus desvelos apostólicos y hoy podrán contemplar gozosos como se han ido sucediendo las generaciones que han dado continuidad a la revista .
¿Que pretendió el padre Orlandis con la publicación de la revista?, o lo que es lo mismo, ¿cuál sigue siendo hoy su razón de ser? Podemos contestar a esta pregunta del mismo modo que respondía el padre Orlandis cuando le preguntaban por qué trataba cuestiones tan diversas, como la historia, la sociología, la política, la teología, con aquellos universitarios, luego profesionales en distintos ámbitos docentes, técnicos y profesionales, que desde el año 1925 reunió en torno suyo para formarles y dirigirles espiritualmente. Trato –decía al padre Orlandis– de formarles para que sean celadores del Apostolado de la Oración. La respuesta era para muchos desconcertante: tanta «ciencia» para algo tan sencillo como debía consistir el ser miembros activos del Apostolado de la Oración. Con aquella extensa y profunda formación pretendía suscitar en aquellos jóvenes los mismos ideales por los que había trabajado tan intensamente y con tanta fecundidad el padre Ramière. Se trataba de poner su vida espiritual, su modo de ver el mundo, su vida familiar, y si era posible también su actividad profesional al servicio de un gran ideal que se puede resumir en la petición del padrenuestro que el padre Ramière eligió como lema del Apostolado de la Oración: «Adveniat Regnum tuum». Rezar, trabajar, vivir para que se realice en el mundo aquella promesa que santa Margarita María Alacoque escuchó repetidas veces del Sagrado Corazón: «Reinaré a pesar de sus enemigos». Y esto tenía una doble consecuencia: en primer lugar, promover una actitud de discernimiento sobre la sociedad que nos rodea, constatando como el mundo esta abocado a una profundo desastre, como subrayaba el padre Orlandis, humanamente inevitable. Pero esta juicio no les arrastraba a un estéril pesimismo; al contrario, movidos por las promesas ya anunciadas en el Antiguo Testamento, renovadas por distintos caminos y confirmadas por el actual magisterio de la Iglesia, consideraban que lo más urgente y necesario, y lo único que puede cambiar el mundo, es la oración confiada al Corazón de Jesús para que el mundo reconozca a Cristo como único Dios y Señor. Esta fue en síntesis la formación que el padre Orlandis dio a aquel grupo de jóvenes universitarios que después de las agitadas circunstancias por las que atravesó España en aquellos años, junto con el paso del tiempo, fueron motivo para crecer en responsabilidad apostólica y madurar en todo los aspectos. Llegó el momento de que aquella sólida y larga preparación espiritual y doctrinal tuviera consecuencias visibles y públicas. El fruto fue la publicación de la revista que significaba por parte de todos una actitud de valentía y audacia apostólica; como decía el padre Orlandis, había llegado el momento de «descararse» de tener un altavoz que, al servicio de la Iglesia, proclamara aquellos grandes ideales en que se habían formado los de «Schola».
Este propósito que da explicitado en el numero «specimen» de la revista:
«Casi sin excepción, cuando una revista aparece, viene a llenar algo tan fríamente geométrico como debe ser lo que se ha dado en llamar un vacío. Cristiandad, más que a llenar un vacío, viene a crearlo y hacerlo sentir.
»Viene, en primer lugar, a despertar de nuevo el interés de los católicos por todas aquellas cuestiones fundamentales que, poco a poco, se han ido apartando de la zona de sus preocupaciones, y especialmente por los problemas que afectan directa e indirectamente al perfeccionamiento y a la existencia de la Sociedad. Pero, sobre todo, frente a la inconsciencia y el pesimismo provocados por la magnitud de los males presentes, Cristiandad, sin disimular el peligro, ni cerrar los ojos ante él, viene a fomentar la esperanza y a levantar los corazones, proyectando la historia, y por tanto el momento que vivimos, en la esfera superior del plan de Dios.
»Como anticipo y muestra de lo que será, Dios mediante, Cristiandad, presentamos hoy este ejemplar. Por él se verá que no pretende descubrir una doctrina nueva, ni sentar cátedra alguna; sino, simplemente, proponer y divulgar las enseñanzas de la Iglesia, de sus Romanos Pontífices, y de sus Doctores, manantial inagotable de eterna salud.
»… Cristiandad no viene a ser una Revista de carácter piadoso o eclesiástico propiamente dicho; ni menos una revista política. Será, en cambio, una revista ‘social’ en su sentido más amplio, porque se interesará por todos los problemas de la Sociedad Civil, aunque desde el punto de vista cristiano; y también una revista ‘religiosa’, porque se interesará por los temas religiosos, aunque desde el punto de vista social. Y todo ello encaminado a llevar a la mente y al corazón de sus lectores esta consoladora verdad: que sólo en el Reinado social de Jesucristo, eficaz promesa de su Divino Corazón, encontrará la Sociedad el remedio de los gravísimos males que actualmente la afligen y amenazan.»
Después de setenta años seguimos con el mismo propósito: reafirmar la necesidad de la gracia de Dios para la ordenación temporal. Sólo el mundo logrará la paz tan ansiada cuando se realice lo que afirmaba Pío XI: la paz de Cristo sólo es posible en el Reino de Cristo. A luz de la teología de la Historia, aquella ciencia que el padre Orlandis cultivó con singular lucidez y genialidad, y Cristiandad a querido hacerse eco de ello, contemplamos este mundo profundamente desorientado y sometido, como decía el cardenal Karol Wojtyla en Signo de contradicción, a la tentación satánica más radical de todo los tiempos, pero al mismo tiempo de forma misteriosa pero con signos que creemos evidentes, afirma también Karol Wojtyla, la Iglesia está a la espera de un nuevo adviento, un tiempo de abundantísima misericordia en el que será escuchada la plegaria que sale de nuestros labios en cada eucaristía: «Ven Señor Jesús».