La Eucaristía, don del Corazón de Jesús

DESDE sus orígenes la devoción a la Eucaristía y al Sagrado Corazón de Jesús estuvieron si no identificadas, por lo menos intrínsecamente unidas. Basta recordar las conocidas palabras que santa Margarita pone en labios del Sagrado Corazón de Jesús, en un día de la octava del Corpus de junio de 1675 estando en adoración al Santísimo Sacramento. Se trata de la llamada cuarta revelación o la «revelación principal» de Paray-le-Monial. El Corazón de Jesús, después de recordarle a la santa su amor a los hombres, amor no correspondido, especialmente «por la falta de gratitud, irreverencias y sacrilegios y por la frialdad y desprecio con que tratan este Sacramento del amor», le pide que se «dedique el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento una fi esta particular para honrar mi Corazón». Corresponder a esta petición signifi caba extender el culto al Sagrado Corazón a toda la Iglesia mediante la celebración de una fiesta litúrgica dedicada al Sagrado Corazón de Jesús; vinculada con la fiesta del Corpus Christi, y de este modo se manifestaría la relación intrínseca entre ambas devociones. La institución de la fi esta encontró dificultades y resistencias: habrá que esperar al 8 de mayo de 1873, cuando fue aprobada la fiesta para toda la Iglesia por el papa Pío IX. Esto significaba la aprobación formal por parte de la Iglesia de la devoción al Corazón de Jesús tal como lo había pedido a santa Margarita.
La fiesta del Corpus Christi, instituida en el siglo XIV, estaba dirigida a recordar a toda la Iglesia el gran misterio de nuestra fe que pedía por parte de los hombres adoración y reconocimiento público. Como si, recordando aquellas palabras de san Francisco de Asís gritando por las calles: «El Amor no es amado», éstas tuvieran respuesta en la proclamación gozosa y manifestación pública de amor al misterio eucarístico también por las calles de las ciudades. Pero no era suficiente el Corpus, los hombres se han ido alejando de Dios, se han olvidado de aquella verdad que es el centro del mensaje evangélico, lo más importante para que sus vidas tengan sentido: que eran amados por Dios, por un Dios  que se ha hecho hombre y que nos muestra su Corazón herido por el desamor de aquellos por los que ha venido al mundo. La fiesta del Sagrado Corazón viene a completar la fiesta del Corpus: en ella se nos recordará el amor de Dios a los hombres y además se nos mostrará el Corazón de Jesús pidiendo correspondencia a ese amor para que más fácilmente descubran lo muy necesitados que se encuentran del amor de Dios. El padre Ramière subrayaba esta íntima vinculación de la devoción al  Corazón de Jesús con la Eucaristía cuando afi rmaba que «la completa manifestación del amor del Corazón de Jesús sólo se encuentra en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, el mismo divino Salvador, al revelarnos la devoción a su Corazón nos mostró la conexión intima de ella con la devoción a la Santa Eucaristía, no lo separemos, pues, jamás».
El gran apóstol de la Eucaristía, Julián Eymard, se hace eco de esta exigencia misericordiosa de amor recíproco entre Dios y los hombres: «Puede decirse que en gran parte instituyó la Eucaristía para que los fieles acudiesen a su lado con el fin de consolarse de sus dolores, de su pobreza,  de su Cruz. ¡Llega Jesús hasta mendigar la compasión y la correspondencia de Amor!… Finalmente, Jesucristo quiere vivir entre nosotros y atestiguarnos en la Eucaristía su ardiente caridad, porque ve el Amor infi nito de su Padre celestial hacia los hombres y siente la necesidad de pagarlempor nosotros la deuda de amor que hemos contraído con Él. Además de esto, Nuestro Señor nos deseaba, tenía necesidad de nosotros».
Cristiandad acostumbra a dedicar el número del mes de junio a recordar la devoción al Corazón de Jesús, «santo y seña» de nuestra revista:este año el tema central es la Eucaristía teniendo presente que es la principal y más grande manifestación de su amor. En nuestros días, después de años de «sequía» espiritual eucarística ha vuelto a crecer de un modo admirable y humanamente inesperado la devoción eucarística. Se multiplican las capillas de adoración perpetua, vuelven a practicarse las Horas Santas en muchísimas parroquias, las procesiones del Corpus vuelven a salir por las calles de las ciudades. Todo ello constituye una llamada a la esperanza y a la acción de gracias a Dios. Que las páginas de este número ayuden a sus lectores a vivir estos momentos de gracia con que Dios regala a su Iglesia en estos tiempos de silencio y olvido de Nuestro Señor en tantos ambientes.