EN la segunda mitad del siglo XVI, los señores de Boisy, vivían en el castillo de Sales, en el ducado de Saboya, país situado entre Francia, el Piamonte y la vertiente sur del lago de Ginebra. Una parte de este país, la región del Chablais, así como gran parte de Suiza y, por descontado, Ginebra, se convirtieron a la religión de Calvino. La capital del ducado de Saboya era Turín.
En la segunda mitad del siglo XVI las guerras de religión fueron muy intensas en Francia y en Suiza. El
duque Manuel Filiberto quería pacifi car estas luchas evitando los confl ictos armados.
La familia de Sales permaneció fi rme en su convicción católica en una región en buena parte calvinista. La formación católica de aquella sociedad reposaba en el catecismo de san Pedro Canisio, el apóstol de
Alemania, tras el Concilio de Trento.
Francisco, hijo mayor de una familia numerosa, después de recibir los primeros estudios en Annecy,
población cercana a su castillo, fue enviado al colegio de los jesuitas de Clermont en París para conseguir lo que su padre quería, que era una alta graduación para acceder de esta manera a puestos de importancia en la vida social de Saboya.
Francisco, entre los años 1578-82, vivió en París bajo la infl uencia del humanismo renacentista y por infl uencia de los jesuitas estudió los Padres de la Iglesia, de forma que pudo mantener su fe cristiana. Pero poco a poco fue viendo que el estudio del humanismo pagano, la vida estudiantil y la vanidad de la vida cortesana no daban sosiego a su espíritu, solicitó al abate Déage estudiar teología, sin contar con el permiso de su padre. Dicho abate, para no desobedecer la orden del padre le pasa sus apuntes de teología y así participa en las «disputaciones» de la Sorbona.
Ello le apasionó por las Escrituras, aprende latín, griego y hebreo, para poder leer los originales.
Como persona de la alta aristocracia sabía manejar el fl orete, alte naba con las damas y los salones de la corte, vestía como un gentilhombre y lucía espadín como miembro de la nobleza. Esta situación no era de su agrado y luchaba para oponerse a la tentación de una vida disipada, lo cual le ocasionó una lucha interior psicológica que le causó una enfermedad física, la ictericia.
Un día, postrado a los pies de Nuestra Señora, para manifestarle su lucha interior le rezó un «Acordaos» y le hizo voto de castidad perpetua pidiéndole auxilio. A continuación, rezó al Señor una oración para abandonarse totalmente en sus manos. De esta crisis nace la doctrina salesiana del amor de Dios. Finalizados los estudios de París, su padre, con la idea de formarle para ser un gran magistrado y ocupar un puesto en el Senado de Saboya, le envió a estudiar derecho a Padua, ciudad de la República de Venecia que tenía una prestigiosa universidad para el estudio del derecho. Francisco vuelve a temer el frívolo ambiente universitario y busca un director espiritual para que le ayude a no desviarse de su auténtica vocación, que su padre aún desconoce. El padre Possevino le exhorta
a que estudie como jurista y al mismo tiempo haga la teología, especialmente la Suma teológica de santo Tomás de Aquino. Los estudiantes de Padua también quisieron probar la virtud de Francisco y lo hicieron de tal forma que volvió a caer enfermo, pues en Padua hubo una oleada de peste benigna, pero en Francisco pudo tener graves consecuencias, ya que estuvo a punto de morir. Poco a poco los compañeros fueron viendo la virtud de Francisco y acabaron admirando su buena formación en los
estudios. Finalmente consiguió el doctorado y tras viajar a Loreto y a Roma volvió con su familia al castillo de Thuile.
Vuelto a su tierra, es nombrado abogado del Senado y su carrera civil empieza a despegar con un Francisco angustiado ante la decisión que debía tomar en contra de los deseos de su padre. Llegado a Thuile, le expone a su madre su vocación, pero no se atreve aún a comentárselo al padre. A la muerte del deán de la catedral de Ginebra, unos amigos, conocedores de la vocación de Francisco le sugieren al obispo de Ginebra, residente en Annecy, la posibilidad de que Francisco, todavía seglar, pueda
ser el deán de la catedral. El obispo acepta la idea y prepara el nombramiento y el 7 de mayo de 1593 llega la bula pontifi cia con su aprobación. Ello provocó que Francisco tuviera que presentarse a su padre y le expusiera su voluntad de ser sacerdote y renunciar a la vida profesional y civil que su padre le había preparado. El encuentro provocó un fuerte enfado por parte del padre quien le echó en
cara la falta de deferencia para con él, que le había designado como el baluarte de su vejez, y también los años perdidos de estudios y tanta ciencia jurídica y que su capacidad intelectual no estaba hecha para llevar una humilde sotana y un bonete sino «una corona más augusta».
Como normalmente sucede en estos casos la madre intercede exponiéndole el ejemplo de san Bernardo, que había vivido en un castillo próximo al de Thuile, y, noble y rico como era, abandonó a su familia por abrazar el sacerdocio: «Es mejor darle nuestro consentimiento antes de que huya de su familia como san Bernardo». El padre, convencido por su esposa, le dio su bendición: «Yo en nombre de Dios te bendigo», pero decepcionado de su ilusión, se retiró llorando de la sala.
Serví a Lucifer sin saberlo, de Serge Abad-Gallardo
Serge Abad-Gallardo ingresó en una de las obediencias más importantes de Francia, Derecho Humano, guiado por el orgullo de sentirse un iniciado y con la sed de conocer un «secreto» que en más de veinticinco años, y a punto...