No se aleja mucho del análisis de Sanmartín lo que escribía en 1977 el filósofo inglés Peter Geach
en su libro Providence and Evil que Edward Feser comenta en su blog y ha publicado en español Religión en Libertad.
Señala Feser que, en esa obra, Geach dedica «una breve pero incisiva crítica a quienes plantean
una imagen “desnaturalizada” del cristianismo en nombre de “la evolución del hombre y del progreso”.
Según ese planteamiento, la tradición cristiana sería “mutable”, de modo que con el progreso del conocimiento, una doctrina enseñada continuamente hasta ahora en un sentido debe ahora ser interpretada en sentido distinto». Geach no utiliza el término «modernismo», pero es de eso de lo que está hablando.
[…] El problema para el modernista descrito por Geach es el siguiente. El modernismo es una perspectiva específicamente cristiana. El modernista afirma (es falso, por supuesto: pero él lo afirma) que conserva lo esencial de la doctrina cristiana. Y lo esencial de esta doctrina, dice el modernismo, fue divinamente revelado en tiempos de Cristo y de los apóstoles. Por tanto, el modernismo no puede apelar a un argumento puramente filosófico para justificarse. Tiene que apelar al contenido de esa divina revelación que se remonta al origen de la Iglesia.
Ahora bien, ¿cómo sabemos que algo forma parte realmente del contenido de esa revelación? Geach
apunta que la continuidad de una doctrina es una condición necesaria para que podamos conocerla…
Si una doctrina no ha sido enseñada durante dos milenios o contradice lo que ha sido enseñado durante dos mil años, malamente podemos decir que formó parte de la revelación divina hace dos milenios. Y en tal caso no puede justificarse apelando a dicha revelación.
El problema para el modernista es que las nuevas doctrinas que quiere enseñar, o las nuevas interpretaciones que pretende para las antiguas doctrinas, por definición no pueden ser rastreadas hasta la revelación original de hace dos mil años. Si pudiesen serlo, no serían nuevas. Por consiguiente, el modernista no puede defenderlas apelando a la revelación… Se quedan flotando en el aire, sin fundamento.
Por eso Geach dice del modernista: «Su enseñanza estará fabricada con conjeturas eruditas entremezcladas con aquellos fragmentos de la vieja tradición –muchos o pocos– en los que decida seguir creyendo. Puede optar por creer en todo ello, pero ni podrá convencer racionalmente a alguien de fuera, ni podrá alegar autoridad alguna que obligue a la conciencia de un cristiano».
De esta forma, el modernismo es una posición que inevitablemente se refuta a sí misma. Al rechazar la
continuidad de la tradición en la doctrina, rechaza la única base de la que podría gozar su propia doctrina.
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Quisiera en este año 2022, centenario del nacimiento de nuestro querido maestro D. Francisco Canals Vidal, y como homenaje a él, que siempre fue un gran devoto y admirador de san Atanasio, dedicar unas «Pequeñas Historias» a resumir la...