E???? Parlamento Europeo ha publicado un glosario de términos que pretende ayudar a su personal a comunicarse adecuadamente en los ámbitos de la discapacidad, las cuestiones LGBTI+, la etnia y la religión.
El documento explica que «La regla de oro que aconsejamos a todos los miembros del personal es
preguntar al interesado con qué términos prefiere que se dirijan a él. Cuando esto no sea posible, les
invitamos a consultar este glosario de lenguaje sensible, cuidadosamente compilado por la Unidad
de Igualdad, Inclusión y Diversidad de la DG PERS (Dirección general de personal) en estrecha
colaboración con la DG TRAD (Dirección general de traducción)».
En el capítulo LGBTI+, por ejemplo, se pide evitar hablar de «sexo biológico», que deberá ser sustituido por «sexo asignado en el nacimiento».
También se anima a emplear todo el catálogo de fobias: Homofobia, Gayfobia, Lesbofobia, Bifobia, Transfobia e Interfobia, aunque la lista está abierta a nuevas sugerencias. Se admiten Bisexual, Pansexual y Omnisexual… pero hay que ir con cuidado porque «Los términos “pansexual” y “omnisexual”
utilizados como sustantivos pueden ser considerados ofensivos por algunos hablantes, que consideran
que el uso de estas denominaciones reduce a la persona en cuestión únicamente a esa característica
». Realmente, esto del lenguaje sensible e inclusivo no deja de complicarse.
Gracias a este útil glosario nos enteramos de que existe una cosa que se llama Morinombre o, en inglés, Deadname, que «generalmente designa el nombre de pila asignado al nacer a una persona
transgénero que ya no utiliza». Y todos sus derivados, como «morinombrar», que se supone que es
declarar que aquel nombre ya no va a ser utilizado y, de paso, avisar de que si alguien lo emplea, podrá
ser denunciado, condenado en público y, por ahora, se le cancelará en redes sociales, a la espera de medidas más drásticas.
Hay que evitar a toda costa hablar de derechos LGBTI, derechos de los homosexuales o derechos
de los transexuales: ahora hay que hablar de «Trato equitativo o justo», que se supone engloba todo
lo anterior, sin lo cual parece que no puede haber justicia.
La cirugía de cambio o reasignación de sexo se ha convertido en una palabra demasiado descriptiva
y se propone cambiarla por «cirugía de afirmación de sexo», mucho más positiva y acorde con los manuales de autoayuda. Y por supuesto hay que desterrar todo vestigio de heteronormatividad, definida
como «Presunción de que la heterosexualidad es la norma, y que las relaciones heterosexuales son el
punto de referencia para determinar lo que es normal y lo que no». Presunción falsa, claro está, que
solo algunos tontorrones y recalcitrantes, que obviamente no tienen lugar en el Parlamento Europeo,
se empeñan en sostener.
Lo que sí supone un gran avance es el signo + añadido a las siglas LGBTI. Si ya tenemos difi cultades
para recordar todas las letras y, además, en su debido orden, ir añadiendo más y más letras estaba
condenado al fracaso. El signo + es un cajón de sastre donde cabe todo lo imaginable e incluso
aquello que ahora nos parece inimaginable. Por el momento, señala el Parlamento Europeo, incluye a
«las personas queers, biespirituales, así como susaliados», una defi nición que habrá que investigar
(por ejemplo, ¿seré yo un aliado de alguien biespiritual sin haberme dado cuenta?).
Quienes «no quieren acabar con la discriminación de las personas LGBTI+» (en realidad quienes
consideran que convertir una institución como el matrimonio, basada en la complementariedad y la
capacidad de procreación que se deriva de ésta, en
una unión entre personas del mismo sexo es destruir esa institución) ya tenemos un nombre al que
debemos responder: «Opositores». Y recuerde, si le ponen la etiqueta de «opositor», su vida y su futuro
se van a complicar hasta extremos imprevisibles. No dirá que no le avisaron.
Pero si lo del + es un indiscutible avance, el glosario también nos trae malas noticias: se recomienda
usar la palabra SOGIESC, «Acrónimo de orientación sexual, identidad de género, expresión de género y características sexuales» y de muy difícil memorización.
Obviamente se recomienda evitar palabras tan soeces y malsonantes como «madre» o «padre»,
sustituidas por la entrañable «progenitor». Y hay que referirse a los vientres de alquiler como «maternidad de sustitución» (hasta que alguien se queje del uso de la palabra maternidad, ¿desde cuándo los padres no podemos gestar hijos?).
Estamos, pues, ante unas directrices que nos traen evidentes ecos de autores distópicos como
Orwell o Huxley y que ponen de manifiesto adónde nos lleva el compromiso radical con la ideología de
género del que hace gala el Parlamento Europeo.
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