Idai ha sido, hasta hace poco, un nombre insignificante para millones de personas del sureste de África. Nadie, en países como Mozambique, Madagascar, Malaui o Zimbabue, se podría imaginar qué podría representar. Pero desde el pasado 4 de marzo, todas las alarmas saltaron en los medios de comunicación. «El ciclón Idai se aproxima a África y trae vientos de más de 200 kilómetros por hora», relataban todos los partes meteorológicos. Aún así, ni siquiera los expertos preveían que Idai pasase a ser sinónimo de destrucción y muerte para millones de personas.
«Entre el 14 y 15 de marzo, hace ahora un mes, el ciclón Idai tomó tierra en la ciudad de Beira. No pudimos hacer nada. El millón de personas que vivimos en esta región fuimos presenciando con desesperación, como la lluvia y el viento arrancaban bosques enteros y nuestras casas, especialmente las de los barrios más pobres, se iban cayendo. Nunca se ha visto nada parecido aquí», comenta Mons. Claudio Dalla Zuanna, arzobispo de Beira.
Todavía hoy muchas partes de las ciudades de Beira, Dondo y alrededores siguen incomunicadas por las inundaciones. Se cuentan por miles las casas destruidas, así como colegios, hospitales y también iglesias, que se han quedado sin tejado. Nada más conocerse las primeras informaciones de la catástrofe, el mundo entero ha acudido a socorrer a las víctimas. Y la Iglesia está siendo uno de los mayores agentes en ofrecer y canalizar la ayuda.
La Iglesia no se libra de la catástrofe
En mi diócesis tenemos 22 parroquias dañadas, 3 de ellas están totalmente destruidas y otras 60 pequeñas capillas deben ser reconstruidas», comenta Mons. Dalla Zaunna. Además de esto, solo en Beira se han contabilizado 9 casas parroquiales parcialmente destruidas, 20 conventos, 2 orfanatos y 7 colegios a los que acudían 9.500 alumnos. «Sin embargo, no hemos paralizado nuestras actividades –comenta el prelado–, estamos dando prioridad a las familias que se han quedado sin nada, y trasladando las clases y demás acciones a otros edificios. Confiamos en la caridad de todos para poder salir pronto adelante».
Las cifras oficiales de la catástrofe del ciclón Idai son más de 3 millones de afectados, cerca de 1.000 muertos y centenares de desaparecidos. Desde su paso por el centro de Mozambique, el ciclón fue perdiendo intensidad, pero también ha afectado a zonas de Malaui y Zimbabue, sin olvidar los vientos que han llegado con rachas de más de 100 kilómetros por hora hasta Madagascar, al otro lado del Canal de Mozambique.
La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), siguiendo la llamada de la Iglesia local, ha enviado una primera ayuda de emergencia para Mozambique y Malaui de 50.000 euros. También se ha comprometido a dar prioridad a las nuevas peticiones de proyectos que procedan de estos dos países. Mons. Claudio Dalla agradece a la Fundación su ayuda y asegura que la Iglesia mozambiqueña tiene presente a todos sus benefactores y hermanos en la fe alrededor del mundo: «Rezamos por vosotros, gracias porque sois nuestra esperanza.»
Viaje del Papa a Mozambique
Otra luz que está brillando en este último mes oscuro que se está viviendo en Mozambique llega desde el Vaticano. Hace unas semanas la Oficina de Prensa de la Santa Sede anunciaba las fechas para la visita del papa Francisco a Mozambique: del 4 al 10 de septiembre de 2019. El Santo Padre visitará además de este país, golpeado de una manera brutal por el ciclón Idai, los países vecinos de Madagascar y Mauricio.
La Iglesia mozambiqueña espera la visita papal con una gran expectación. Mons. Adriano Langa, obispo de Inhambane –diócesis del norte de Mozambique–, ha explicado a ACN que en septiembre del 2018, el presidente de la República de Mozambique estuvo en el Vaticano e invitó al papa Francisco a visitar el país, reafirmando así una invitación que los obispos ya le habían hecho antes.
Mártires de Guiúa
El sueño de muchos mozambiqueños es que la agenda papal incluyera un desplazamiento hasta el Centro Catequético del Guiúa. Aunque parece poco probable porque está en la diócesis de Inhambane, muy distante de la capital Maputo, punto central de la visita de Francisco. El Centro Catequético recoge la historia de martirio de más de dos decenas de catequistas mozambiqueños, víctimas de uno de los episodios más violentos de la guerra civil. «La fase diocesana para el proceso de beatificación acaba de cerrarse ahora en marzo», explica Mons. Langa, subrayando que Guiúa constituye un referente en la vida cristiana del país.
«Guiúa tiene un santuario dedicado a María Reina de los Mártires, como memorial de este acontecimiento dramático de martirio, que es lugar de peregrinación», dice el prelado. Miles de personas se desplazan hasta allí todos los años y muestra la enorme devoción del pueblo mozambiqueño a la Virgen. «Pedimos a María que lleve en sus brazos a sus hijos ante el altar». Se espera el pronto reconocimiento por parte de la Santa Sede de los catequistas de Guiúa como mártires.
«Muchas gracias a ACN»
A pesar de las secuelas de la guerra, la violencia y del desastre natural que ha arrasado el país, Mozambique y su Iglesia demuestran siempre que tienen una gran vitalidad, y la Diócesis de Inhambane es ejemplo de ello. «En nuestro seminario están surgiendo vocaciones. Por primera vez, desde su apertura, contamos con 30 futuros sacerdotes, nunca antes habíamos tenido tantos. Lamentablemente, la casa en la que están alojados era una casa parroquial que dispone de muy pocas habitaciones». El deseo de mejorar la estructura física del seminario de Inhambane es una de las razones que han llevado al prelado a visitar la sede internacional de la fundación ACN.
Se trata de un proyecto concreto que puede hacerse realidad gracias a la generosidad de los benefactores de la Fundación, algo que Mons. Langa ya ha experimentado en el pasado con diferentes proyectos de ayuda: «He venido a decir “muchas gracias” a todos los benefactores que dan vida a esta fundación y que también nos dan vida a nosotros. De hecho, hay muchas obras que realizamos y muchos medios de los que disfrutamos, como los vehículos que utilizamos en la diócesis, que han salido de aquí. Todo ello ha sido posible gracias a ACN que nos ayuda a anunciar el Evangelio. La Fundación nos ha dado piernas, nos ha dado brazos, nos ha dado ojos y nos ha dado una boca para anunciar el Evangelio. Por ello, muchas gracias».