Como era de esperar, todas las miradas en el inicio de este año 2017 han estado atentas al arranque de la administración Trump. Aunque es pronto para elaborar juicios definitivos, sí podemos observar la evolución de los principales «campos de batalla».
Empezando por una de las primeras decisiones de Trump como presidente de los Estados Unidos: cerrar temporalmente las fronteras a los originarios de siete países con vínculos de algún tipo con el terrorismo yihadista. La orden ejecutiva, redactada con cierta precipitación, fue impugnada y bloqueada. Trump reaccionó con una segunda orden ejecutiva en la que reducía a seis los países afectados y corregía los errores de la primera, confiando en que de este modo no sería impugnada. No ha sido así. Dos jueces, Chuang y Watson, han llevado a los tribunales la orden de Trump, bloqueando así su entrada en vigor. Ambos jueces han basado sus decisiones en una supuesta violación de la Establishment Clause, que recoge que ninguna ley «prohibirá el libre ejercicio de la religión». Pero lo interesante del asunto es que ambos jueces admiten que el redactado de la orden ejecutiva no es discriminatorio contra ninguna religión, pero ambos insisten en que, en palabras de Chuang, uno de ellos «el historial de las declaraciones públicas continúa aportando el convencimiento de que el objetivo de esta segunda orden sigue siendo el deseado veto a los musulmanes».
O sea, que todo el esfuerzo de la Administración Trump por afinar bien y argumentar con datos en la segunda orden, no ha convencido a los dos jueces que creen que, por mucho que disimule, lo que quiere Trump es cerrar el acceso al país a musulmanes por el hecho de serlo. ¿La prueba? Trump declaró durante la campaña que vetaría la entrada en Estados Unidos de musulmanes y esos dos jueces no se creen que haya abandonado su pretensión. De hecho, otra juez, Brinkema, que bloqueó la primera versión de la orden, escribió que, «en ausencia de evidencia de animosidad, señalar a estos siete países para un escrutinio adicional no provoca ninguna preocupación en relación a la Establishment Clause; no obstante, existiendo esa evidencia, aparece una situación diferente». O sea, que si Obama selecciona a esos países (como así hizo) no hay problema alguno porque no lo hace con mala intención; pero si lo hace Trump, que como sabemos actúa con animosidad, todo cambia y se justifica el bloquearla. En el fondo, la argumentación de estos jueces no es sobre la validez o no de la orden, sino sobre la persona que la ha firmado.
El escenario es nuevo: algunos jueces no consideran a Trump como el legítimo presidente, sino como alguien que ha acabado sentándose en el Despacho Oval pero del que en realidad no se fían y cuyas argumentaciones formales no se creen. Hay quienes opinan que, al llegar a instancias superiores, imperará la sensatez y las endebles argumentaciones de los jueces Chuang y Watson serán corregidas. Pero para esto habrá que esperar, algo que no parece que Trump lleve muy bien.
Acuerdo China-Vaticano: ¿éxito o fracaso?
Hace ahora dos años se anunció un acuerdo, algunas de cuyas cláusulas permanecen secretas, entre el Vaticano y el régimen comunista chino. Un cambio sustancial por parte del Vaticano que, argumentaban desde la Curia, se abría así a un...