Después del éxito editorial del libro entrevista «Dios o nada» el cardenal Robert Sarah nos ofrece también ahora, a modo de diálogo con el periodista Nicolás Diat, una apología sobre el silencio con el título: La fuerza del silencio.Frente a la dictadura del ruido.
El 10 de abril de 2016 fallecía en la abadía de Sainte-Marie de Lagrasse el joven religioso de 28 años el hermano Vincent-Marie de la Résurrection como consecuencia de una esclerosis múltiple. Unos meses antes el cardenal Sarah se encuentra con su amigo postrado; su silencio y la belleza de su sonrisa quedarán grabadas en su alma y pondrán en nuestro autor la semilla que tendrá como fruto granado la publicación de este libro. El último de sus capítulos contará con la participación del padre general de la orden de la Cartuja que recibió al cardenal africano en la Gran Cartuja en los primeros meses de 2016.
El título y el subtítulo del libro nos permiten conocer la pretensión del Cardenal en el libro. El silencio es el camino necesario para que el hombre pueda encontrarse con la verdad de sí mismo, con la verdad de Dios. Lo que está en juego, por tanto, en nuestra cultura sometida a la «dictadura del ruido» es la posibilidad de respuesta por parte del hombre a su deseo de ver a Dios porque «Dios habita en el silencio». Las palabras del Cardenal no pueden ser más claras: «Un hombre sin silencio es un hombre extraño a Dios, exiliado en un país lejano, que se queda en la superficie del misterio del hombre y del mundo; pero Dios está en el fondo del hombre, en las regiones silenciosas de su ser».
Con la mano en el corazón y bebiendo en las fuentes de la tradición de la Iglesia; la revelación, los Padres y la sabiduría de los santos, especialmente de los místicos del Carmelo, el autor nos invita a entrar en la escuela del Verbo encarnado como lugar de aprendizaje de una cultura del silencio: «El silencio es fundamental: permite pisar sobre las huellas de Jesús, imitar los treinta años de silencio en Nazaret, los cuarenta días y las cuarenta noches de ayuno y de diálogo íntimo con el Padre en la soledad y el silencio del desierto». La mirada puesta en Cristo hoy se realiza a través de su Iglesia, por esta razón, continúa el Cardenal: «Con la misma actitud de Jesús frente a las exigencias de la voluntad de su Padre, la Iglesia debe buscar el silencio para penetrar cada vez con mayor hondura en el misterio de Cristo. La Iglesia tiene que ser el reflejo de la luz que emana de Cristo.»
Nuestro autor se detiene en la consideración de los tesoros que este silencio desvela: el misterio y lo sagrado: «Si no sabemos callarnos, entonces seremos privados del misterio, de su luz que está por encima de la de las tinieblas, de su belleza que supera toda belleza. Sin el misterio quedamos sometidos a la banalidad de las cosas terrenales». En la «fuerza del silencio» emergen diversos pensamientos sobre el misterio del silencio de Dios ante el mal de las guerras, enfermedades, catástrofes naturales. El Cardenal habla aquí como testigo del sufrimiento de tantos inocentes que ha conocido en su dilatada experiencia humana y eclesial y señala que el silencio de Dios, en el corazón del hombre sufriente es un «silencio amante y cercano». Y es ésta la actitud que recomienda debemos tener al acercarnos a un enfermo grave.
El quinto y último capítulo del libro nos tiene preparada una sorpresa. Después de haber vivido unos días en la Gran Cartuja, el Cardenal pudo convencer a su prior, dom Dysmas de Lassus, ministro general de la Orden de los cartujos, que comunicara al lector el gusto por este «gran silencio» que envuelve la vida de los monjes. Desde este momento la entrevista, dirigida por Nicolás Diat, tendrá un nuevo protagonista.
Para dom Dysmas, el «gran remedio contra las enfermedades del ruido» es «el descubrimiento del amor de Dios, su llamada a la vida eterna, la victoria de Cristo sobre la muerte la convierte en una amiga, en la puerta que abre a la vida».
Nos encontramos ante un libro que nos ayudará a meditar, a volver al amor primero, a ir tras la senda de lo esencial de nuestra fe cristiana. Las últimas palabras del Cardenal son su mejor resumen: «en definitiva Dios o nada. Porque nos basta con Dios».
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