El periodista Camillo Langone, en el diario Il Giornale, llama la atención sobre el fenómeno del vegetarianismo, que parece retornar con fuerza y que incluso se extiende entre cristianos: «en el ámbito del animalismo “cristiano” se publican escritos donde se sostienen las más estrambóticas tesis pseudo teológicas contra el darle muerte a animales para comer su carne (…)
No se puede silenciar la carga ideológica de estas iniciativas y menos aún callar ante el uso instrumental que se hace de la Sagrada Escritura, de los Padres y del Magisterio en estos materiales propagandísticos distribuidos incluso dentro de las iglesias.
No es necesario ser un fino biblista para saber que es una empresa desesperada el querer fundar el vegetarianismo y el animalismo en la Biblia, aunque no faltan intentos en este sentido. Entre ellos el que razona partiendo del dato escriturístico de que nuestros primeros padres, en el estado edénico, se alimentaban exclusivamente de fruta, por lo que los bautizados, liberados de aquel pecado que dio pie a la dieta omnívora, estarían llamados a abandonar el consumo de carne para mostrar proféticamente la reencontrada armonía edénica.
Las objeciones a tal paralogismo teológico son múltiples y tocan, por ejemplo, a la cuestión de la relación entre el Edén y el Reino, entre estado previo a la caída y el posterior a ella, entre humanidad redimida en camino y ya en la patria celestial, la cuestión del pecado original y del bautismo, la cuestión de los consejos evangélicos y de la moral supererogatoria. Así, se podría decir que si el argumento del vegetarianismo como profecía fuese válido, igualmente profético debería ser el nudismo, puesto que la humanidad empezó a vestirse sólo después del primer pecado.
Pero la verdadera confutación teológica corresponde a la epistemología del discurso económico (en el sentido de economía de la salvación) para el que no es nunca lícito hacer teología sin contar con el dato positivo de la Revelación, la voluntad positiva de Cristo tal y como se dio concretamente en su existencia histórica. Y en la Revelación, tanto vetero como neotestamentaria, no hay ninguna prescripción moral sobre la prohibición de matar animales o de alimentarse con su carne, ni tampoco se encuentra ninguna preferencia moral por la dieta vegetariana.
(…) Jesucristo se alimentó de carne y pescado, y comió animales matados con fines alimentarios. Si el hijo de Dios, el Verbo encarnado, perfecto hombre y perfecto Dios, ha comido carne y pescado, o sea, si el Reino de Dios ya presente no conoció el vegetarianismo, ¿cómo podría el cristiano profetizar el Reino rechazando alimentarse de carne?
(…) Detrás de tanta “bondad” se esconde una ideología radicalmente anti humana. En la condena moral del consumo de carne está la negación de la diferencia ontológica entre hombre y bestia, está la equiparación del hombre con las otras especies animales, está el anti especismo, ideología del horizonte transhumanista. No es sólo una manía como otras, una simple moda cultural radical-chic, es una ideología peligrosa que erosiona la comprensión ontológica del hombre, que niega su estatuto personal exclusivo, que nivela a los vivientes en una indistinta biosfera. Nada más anticristiano, nada más contrario a la antropología bíblica.»
«El aborto es el mayor destructor del amor y de la paz»
«Creo que el mayor destructor de la paz hoy es el aborto. Porque Jesús dijo: “Si recibís a los más pequeños, me recibís a mí”. Así que todo aborto es un rechazo a recibir a Jesús. Realmente es una...