El día de san Francisco Javier, ahora hace 180 años, en una casa de jóvenes jesuitas en la región francesa de Vals, Francia, nacía el Apostolado de la Oración. Primero de la mano del padre Gautrelet y años más tarde del padre Enrique Ramière. Esta realidad eclesial, bajo la insignia del Corazón de Jesús, oraba sin cesar por el advenimiento del Reino de Cristo a la tierra bajo el lema de «Adveniat Regnum tuum» (venga a nosotros tu Reino).
El libro escrito por el padre Ramière, El Apostolado de la Oración, lo subtituló como: Santa Liga de los corazones cristianos unidos al Corazón de Jesús para obtener el triunfo de la Iglesia y salvación de las almas, resumiendo así el fi n y el medio de dicho Apostolado.
En línea con el propósito de esta asociación de fi eles, en 1949, hace 75 años, la dirección del Apostolado de la Oración propone una iniciativa que es recogida en el número de diciembre de la revista Cristiandad: la proclamación de una «Cruzada de oración y penitencia». Esta iniciativa venía como consecuencia de la petición del papa Pío XII para la preparación del Año Santo de 1950, en la que exhortaba de la siguiente manera: «Por medio de las oraciones que se han de hacer al Señor, pídase ante todo que cada uno, orando y haciendo penitencia, se entregue con empeño a la reforma de las propias costumbres y a la adquisición de las virtudes cristianas: a fi n de que este gran Jubileo prepare felizmente un universal retorno de todos a Cristo».
La razón de la necesidad de esta Cruzada la explicaba el mismo Apostolado de la Oración, ofreciendo para ello cuatro razones:
1. El momento histórico presente no es uno de tantos. Su gravedad es de todo punto excepcional. Ninguna acción sólida podrá emprenderse si no nos percatamos de este hecho, no por trágico menos real.
2. Los medios puramente humanos, por efecto de la mala voluntad y de la general perversión de criterios, han fracasado. Ninguna esperanza de paz duradera queda ya por este lado.
3. Dios y la Iglesia proponen al mundo, como remedio extraordinario para estos tiempos extraordinarios, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de María.
4. Esta devoción es, en primer lugar, una devoción de reparación. Mas no es esto todo. Ella es también una devoción de esperanza, y por lo mismo presta fundamento a una actuación sólida que abarque todos aquellos órdenes de la vida que estén confi ados a nuestra responsabilidad o a los cuales se extienda nuestra influencia individual o colectiva, para la constitución de un mundo mejor.
75 años después de esta proclamación, los tiempos en los que vivimos no podemos decir que hayan ido a mejor. Por esta razón, la misión del Apostolado de la Oración (ahora denominado Red Mundial de Oración del Papa), es más necesario que nunca, para continuar con este espíritu de Cruzada de oración para acelerar el Reino de Cristo
La Dirección general del Apostolado de la Oración proclama una cruzada internacional de oración y penitencia
EL sumo Pontífice invita a todos los cristianos a que, durante el
Año Santo, se conviertan sinceramente a Dios, y a que por medio de la oración y de la penitencia imploren su misericordia y su perdón. Dios y la Iglesia ofrecen al mundo para estas extraordinarias afl icciones la devoción al sacratísimo Corazón de Jesús.
Pidamos de todo corazón que se acorten los días de afl icción y que se acelere el triunfo del Reino de Cristo.
Proclama
A medida que pasa el tiempo, se ve con mayor claridad la insuficiencia de las fuerzas humanas para remediar las gravísimas calamidades que oprimen a los hombres.
Por eso el Sumo Pontífice invita a todos los cristianos a que se conviertan sinceramente a Dios en el Año Santo y a que imploren la misericordia y el auxilio del Señor, mediante la oración y la penitencia. El Apostolado de la Oración, como instituido precisamente para orar por las intenciones del Sumo Pontífi ce, recoge aquella invitación del Vicario de Cristo y exhorta a todos sus
miembros, incluso a todos los cristianos, a tomar parte en una Cruzada de Oración. Dios y la Iglesia, para estas afl icciones extraordinarias, nos han dado la devoción al Corazón sacratísimo de Jesús, el cual es propiciación por nuestros pecados y está lleno de
misericordia. Acudamos, pues, a esta fuente de piedad y de vida y, por intercesión del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María, imploremos el perdón de nuestros pecados y de los del mundo entero, y supliquemos de todo corazón que se abrevien los
días de la afl icción y de la miseria, y se apresure el triun fo del Reino de Cristo.
Por tanto, exhortamos a todos los fieles a inscribirse en esta Cruzada
de oración y a dirigir muchas y fervientes súplicas al Corazón divino de nuestro Salvador. De un modo especial recomendamos a los que quieran agregarse a esta Cruzada de oraciones:
1. Que, por lo menos, una vez cada semana, aparte de la misa dominical, asistan al Santo Sacrifi cio y, en cuanto sea posible, se acerquen a recibir la Sagrada Eucaristía con espíritu de reparación y expiación, sobre todo el primer viernes, previa la debida preparación y con ferviente acción de gracias;
2. Que todos los días, en privado o en común, recen el Santo Rosario.
Invitamos también a todos a asistir frecuentemente a las funciones
religiosas en que se intenta reparar el honor divino por las injurias que le hacen los pecadores, como son, sobre todo, las Horas Santas, las adoraciones del Santísimo Sacramento, etc. Abracemos también con paciencia y espíritu de reparación los sufrimientos y privación de este tiempo, para que con esta participación de la cruz de Nuestro Señor atraigamos la misericordia y la gracia de Dios.
Venid, pues, todos y perseverad unánimes en la oración. Cuanto mayor sea nuestra constancia en la oración, tanto más brillará la esperanza de encontrar la paz y la reconciliación en el Corazón de nuestro Redentor, y aún más presto de lo que nos atrevemos a esperar.
Roma, en la fiesta de Cristo Rey de 1949.
La Dirección general del Apostolado de la Oración
La propia Dirección general del Apostolado nos facilita los siguientes comentarios a la proclama de una Cruzada de oración
En las grandes calamidades de nuestros tiempos, el Sumo Pontífice
ha invitado repetidamente a los fi eles a la oración y penitencia. Muchos oyeron la voz del Vicario de Cristo; pero son más los que todavía no conocen la gravedad de la hora presente ni la necesidad de la oración.
Por esto, el Apostolado de la Oración, cuyo fi n principal es inducir a los cristianos a orar por las necesidades del Reino de Cristo según la mente del Sumo Pontífi ce recoge esta exhortación del Papa y
desea promover entre los fieles una como «Cruzada de oración
y de penitencia».
Por medio de esta «Cruzada» hemos de persuadir a muchísimos de que, en las inmensas dificultades de nuestros
tiempos, hay que buscar la salvación sobre todo en la oración
penitente y confi ada dirigida al Santísimo Corazón de Jesús
por medio del Inmaculado Corazón de María.
Para obtener este buen éxito de la «Cruzada» es de suma importancia que el pueblo cristiano sea puntualmente instruido […] lo cual debe hacerse principalmente con la predicación.
Debe ser esencialmente predicación acerca del sacratísimo Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen
María. Y pues que dicha devoción fue dada por Cristo Nuestro Señor, a través de su Iglesia, precisamente como remedio para nuestros tiempos es por ello necesario que como tal se predique.
De tal forma debe predicarse que así la cruzada como la devoción a los sacratísimos Corazones aparezcan como algo extraordinario para estos tiempos extraordinarios.
La fi nalidad de toda esta predicación debe ser siempre que el pueblo entienda que los tiempos son gravísimos y que en estas necesidades hay que buscar refugio en el Corazón de Jesús por medio del Corazón de la Bienaventurada Virgen María.
[…]El género humano no se salvará, si no es volviendo penitente
a Dios. Mas justamente esta conversión o retorno a Dios es
fruto de la gracia. Por lo tanto, para que esta misericordia en
bien de la humanidad nos sea otorgada, debe implorarse de
Dios con grande ahínco. […]Nos ha sido dada, sobre
todo, como remedio para las angustias de los tiempos actuales la devoción al sacratísimo Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de la Virgen María.
[…]Es preciso proponer a los fi eles el reinado del amor de Cristo, cuyo advenimiento puede ser acelerado con nuestras oraciones y reparaciones lo mismo que con nuestra acción y apostolado.
La devoción al Sagrado Corazón debe proponerse, en efecto, no tan
sólo como una devoción de penitencia, sino de íntima confianza y esperanza. Esta esperanza debe encender a los hombres en un gran
deseo de vivir una vida verdaderamente cristiana y de colaborar al
apostolado de la Iglesia. Pues saben que con este medio se acelera el advenimiento del reinado de Cristo, el triunfo de su amor