En 1999, a las puertas del gran Jubileo del año 2000, tuvo lugar en Sevilla la celebración del I Congreso Internacional de Hermandades y Religiosidad Popular. Han pasado 25 años y, en vísperas del inicio del Jubileo del año 2025, se ha celebrado recientemente el II Congreso Internacional con el lema «Caminando en esperanza».
El Congreso ha estado precedida de una fase diocesana de estudio y trabajo en la que participaron más de 4.000 cofrades de toda la provincia hispalense. Durante un año, la casi totalidad de las hermandades y cofradías desarrollaron miles de sesiones en las que, en un ambiente de oración, se abordaron temas nucleares de la fe católica y se reflexionó sobre la historia, la realidad y la vocación de las hermandades ycofradías y donde la aportación de las parroquias y del clero fue otro hito importantísimo de la Asamblea diocesana.
El papa Francisco, en una carta dirigida a monseñor Edgar Peña Parra, enviado especial de la Santa Sede al Congreso, afirmaba «estar convencido de que la piedad popular de nuestro tiempo constituye una fuerza evangelizadora muy eficaz para hombres y mujeres y que transmite una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer».
El desarrollo del Congreso, que tuvo lugar en el marco de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María los días 4 a 8 de diciembre y en el que hubo más de 1.900 inscritos, se estructuró mediante ponencias, mesas redondas y actos de culto (vísperas en conventos, adoración eucarística y misas diarias) en las que participaron congresistas provenientes de prácticamente la totalidad de las diócesis españolas, contó con una notable presencia hispanoamericana (mayoritariamente de México, Guatemala, Ecuador y Honduras) y con algunos participantes de Italia, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Estados Unidos, Suiza e, incluso, de las Islas Azores.
Como ha señalado monseñor Saiz Meneses, este congreso ha sido una ocasión para contemplar las potencialidades de la piedad popular y una llamada a renovar la misión de las hermandades y cofradías en el mundo actual.
«Las Hermandades –escribía el arzobispo en ABC Sevilla comentando el congreso– tienen un papel fundamental como casas y escuelas de comunión. La fraternidad que se vive en ellas es un testimonio visible de la unidad en Cristo. Esta unidad, alimentada por la liturgia y la vida sacramental, debe ser el motor que las impulse para ser fermento evangélico en el mundo, irradiando los principios cristianos en una sociedad que con frecuencia busca sentido en medio de la incertidumbre. La liturgia no es un mero acto ritual, sino una fuente de santificación y un punto de encuentro con Dios que transforma la vida. Este encuentro, vivido en las celebraciones y en los cultos externos, halla su máxima expresión en actos como la procesión que clausuró el Congreso. Más allá de un desfile religioso o un espectáculo, este evento fue un auténtico acto de evangelización, un recordatorio público de la presencia de Dios en la historia de nuestro pueblo y una invitación a la oración tanto para creyentes como para quienes se acercaron movidos por la belleza y solemnidad del momento.
»El compromiso de las hermandades tiene un eje importante en el testimonio público de fe, pero implica además una acción caritativa renovada que responda a las necesidades de los más vulnerables: hacer presente el amor de Dios en medio de su pueblo. (…). Esta tarea enriquece a quienes reciben el apoyo y transforma a quienes lo ofrecen, acercándolos más al Corazón de Cristo. Para afrontar estos desafíos, la formación cristiana se convierte en un pilar esencial. Las hermandades deben ser espacios donde sus miembros puedan profundizar en su fe y adquirir herramientas para responder con sabiduría y valentía a las preguntas y a los retos de la sociedad contemporánea».
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