Sueños proféticos
Un paje de la Corte vestido de uniforme rojo llegó adonde san Juan Bosco se encontraba, pareciéndole al Santo oírle gritar:
–¡Una gran noticia!
–¿Qué noticia?, –le preguntó san Juan Bosco.
–¡Anuncia! ¡Gran funeral en la Corte! ¡Gran funeral en la Corte!
San Juan Bosco, ante esta imprevista aparición y al escuchar aquel anuncio quedó como petrificado, mientras el pajecillo volvía a decir:
–¡Gran funeral en la Corte!
San Juan Bosco quiso entonces preguntarle algo más sobre su fúnebre anuncio, pero al intentar hacerlo, el paje había desaparecido».
Este fue un sueño que tuvo san Juan Bosco hacia finales de noviembre de 1854. En aquellos tiempos se discutía en el Parlamento piamontés la ley Ratazzi, ideada por Cavour, sobre la supresión de los bienes eclesiásticos.
San Juan Bosco, llamando al clérigo Ángel Savio, le entregó una carta.
–Cópiala –le dijo– y anuncia al rey: ¡Gran funeral en la Corte!
El clérigo Savio hizo lo que se le había indicado, pero el rey, Víctor Manuel II, según se supo después por los confidentes del Monarca, leyó el escrito con indiferencia y no hizo caso de lo que se le decía.
Cinco días después volvió a tener un sueño:
«Aparece el pajecillo con su librea roja y yendo hasta el centro de la habitación, se detiene y grita:
–¡Anuncia!: No gran funeral en la Corte, sino ¡grandes funerales en la Corte!».
Al amanecer, el mismo san Juan Bosco dirigió al rey otra carta, en la que le contaba este segundo sueño y concluía advirtiendo a su majestad que pensase en conducirse de manera de poder conjurar los graves castigos que se cernían sobre la Casa Real, pidiéndole al mismo tiempo se opusiese a la ley en cuestión.
Los avisos dados por san Juan Bosco fueron desoídos. El 28 de noviembre de 1854, el ministro Urbano Ratazzi presentaba a los diputados un proyecto de ley para la supresión de las órdenes religiosas. El ministro de Finanzas, Camilo Cavour, estaba dispuesto a que dicha ley se aprobara a todo trance.
La amenaza se cumplió:
el 12 de enero de 1855 murió la madre del rey, María Teresa de Austria, a los 54 años.
el 20 de enero de 1855 murió su esposa, Adelaida, a los 32 años,
el 10 de febrero de 1855 murió el hermano del rey, Fernando de Saboya, a los 32 años.
Este es uno de los cientos de sueños proféticos que tuvo san Juan Bosco en su vida. 159 de ellos se conservan.
Al principio Don Bosco no hacía caso de esos sueños, pero con el tiempo fue viendo que se cumplían, y que por medio de ellos el Señor le hablaba.
El sueño de las dos columnas
El 26 de mayo de 1862 san Juan Bosco narró a sus jóvenes «el sueño de las dos columnas».
Introducía con estas palabras tan cariñosas y carismáticas su sueño:
«Os quiero contar un sueño. Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que os contaría a vosotros hasta mis pecados si no temiera que salierais huyendo asustados, o que se cayera la casa, os lo voy a contar para vuestro bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días».
Entonces hace una descripción como si estuviera en la orilla del mar, y desde allí pudiera contemplar una batalla. Por un lado, una nave majestuosa capitaneada por el Papa, y junto a ella, numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes. Por el otro lado, una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla «armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros», que intentan atacar a la nave del Santo Padre.
El punto principal del sueño son las dos columnas, la Eucaristía y la Virgen María:
«En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium».
San Juan Bosco irá narrando en el sueño esta batalla entre la Iglesia, formada por una nave comandada por el Santo Padre y otras naves comandadas por los obispos, frente a los enemigos de la Iglesia. Se salvará por estar unida a la columna de la Eucaristía y a la columna de la Virgen María.
Creo que hay dos puntos muy principales en este sueño que nos interesan y que son seguros en su interpretación:
El primero es la conciencia de la importancia para la salvación de toda la Iglesia en estos tiempos modernos de la unión con María y de la devoción a la Eucaristía. María y la Eucaristía serán los dos pilares que permitan no perder la fe en estos tiempos nuestros tan convulsos. El segundo punto que me parece capital es el hecho de que al final llegará la paz. Los enemigos de la Iglesia quedarán vencidos y como dice san Juan Bosco en el sueño: «en el mar reina la paz». Esto se puede tomar como un símbolo de la esperanza que tenemos de una plenitud mayor del Reino de Cristo en la tierra. Evidentemente el sueño hace referencia a la tierra y no al Cielo. «En el mar reina una calma absoluta».
El carácter profético del sueño me anima a hacer una interpretación de lo narrado por san Juan Bosco comparándolo con sucesos que pueden interpretarse como ya cumplidos.
La finalidad de esto no es alimentar una malsana curiosidad, sino alimentar la esperanza. Creer que, a pesar de las persecuciones, al final vencerá el Señor. Y con una presencia especial de María. «Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará».
Profecías ya cumplidas
Me parece que hay cuatro elementos del sueño que se han cumplido, y en el orden cronológico del sueño:
Concilio Vaticano I, 1869-1870
«El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo.»
Este sueño es del año 1862. El Concilio de Trento había finalizado en 1563. Hacía 300 años que no se celebraba un concilio. Por tanto, no era para nada evidente que se iba a dar un nuevo concilio. El papa Pío IX anunció públicamente su intención de convocar un concilio el 26 de junio de 1867 e hizo la convocatoria oficial el 29 de junio de 1868. En la bula «Aeterni Patris» con la que convocaba el beato Pío IX el Concilio Vaticano I decía: «Ahora está claro para todos qué terrible tormenta está azotando actualmente a la Iglesia y qué y cuántos males aquejan a la propia sociedad civil.»
Los trabajos del Concilio comenzaron el 8 de diciembre de 1869.
«Pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.»
En este punto también se cumplió con exactitud el sueño, porque el Concilio Vaticano I quedó interrumpido bruscamente en el año 1870 por causa de la guerra.
Concilio Vaticano II, 1962-1965
«El Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso».
Esta parte del sueño, un segundo concilio tendría cumplimiento con la celebración del Concilio Vaticano II.
El Concilio Vaticano I se inició el 8 de diciembre de 1869. El Concilio Vaticano II finalizó el 8 de diciembre de 1965.
Crisis postconciliar
«Pero la borrasca se torna nuevamente espantosa».
«Las naves enemigas se disponen todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios con los que cuentan en gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado».
Atentado a san Juan Pablo II, 13 de mayo de 1981
«Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan».
Hasta aquí se cumplen en orden cronológico estos sucesos: Concilio Vaticano I, interrupción del Concilio, celebración de un nuevo concilio, persecuciones más abundantes y con doctrinas dentro de la Iglesia («con escritos y libros»), y un papa cae herido.
Últimos acontecimientos
Evidentemente estos hechos pueden interpretarse de otras maneras. Pero creo que es legítimo ver el cumplimiento hasta ahora del sueño.
A partir de este punto suceden varias cosas que las resumo en tres puntos: muerte del Papa, hundimiento de las tropas enemigas y la paz.
«El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos».
Coincide en este punto con el Tercer Secreto de Fátima, donde el Papa muere: «el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas».
Continúa san Juan Bosco: «Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás».
Los enemigos de la Iglesia se hunden unos a otros.
Y finalmente, las naves que habían dudado en seguir al Papa, al ver a los enemigos hundidos se unen y «allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta».
Las dos columnas
Este sueño alimenta nuestra esperanza en que, como escribió San Juan Pablo II en Paray-le-Monial, el 5 de octubre de 1986: «sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá constituir la tan deseada civilización del amor, el reino del Corazón de Cristo».
Y las dos columnas son la devoción a María y a la Eucaristía. Es un verdadero signo de los tiempos el constatar, que a pesar del momento difícil que atraviesa la Iglesia y el mundo, a pesar de la época de secularización en que nos encontramos, crece cada día más la devoción a María y a la Eucaristía.
La adoración eucarística, capillas de adoración perpetua, Horas Santas, Exposición del Santísimo Sacramento, etc., va creciendo de día en día.
Del mismo modo, en los dos últimos siglos: apariciones de María, peregrinaciones, romerías, santuarios marianos, etc. Una presencia de María cada vez más patente en la vida de la Iglesia.
Es una llamada, a todos nosotros, tanto de un modo personal como comunitario, a atarnos a estas dos columnas. Sólo las diócesis, movimientos, grupos, congregaciones, etc., que tengan estas dos devociones de un modo central en sus vidas podrán resistir a los ataques del enemigo. Que crezca cada día nuestro amor por María y nuestra devoción eucarística.