DIOS, la historia y el hombre» es un breve pero densísimo ensayo escrito por Rafael Sánchez Saus, doctor en Historia por la Universidad Complutense y catedrático de Historia medieval de la Universidad de Cádiz. Ha sido también rector de la Universidad San Pablo CEU, de Madrid. La obra, aparecida en 2018, fue publicada por la editorial Encuentro. Se trata de una profunda reflexión sobre el inagotable problema del significado y el progreso de la historia y de la presencia de Dios en la historia y entre los hombres, un asunto que los historiadores llevan sin abordar más de cincuenta años; un ejercicio, el de hacer historia, en que se ha sustituido la visión de conjunto; y por ello el historiador de a pie ha perdido la capacidad de una cosmovisión que otorgue finalidad a los hechos que estudia. La radical negación del Dios cristiano propia de la posmodernidad ha sido la causa, aunque es evidente ya que, apartando a Dios del estudio de la historia, se ha empobrecido la misma tarea investigadora y de explicación de los hechos y dinámicas históricas; porque el cristianismo ha demostrado tener la única cosmovisión no caducada, por minoritaria e incluso marginal que pueda llegar a ser, y sólo desde una visión cristiana de la historia podremos comprender cómo Dios interviene en ella; tanto la general como la particular de la persona más insospechada del mundo. Porque Dios
ha creado un orden, un cosmos que el hombre necesita y al que aspira. Al intentar ignorarlo o negarlo, la modernidad y la postmodernidad han necesitado sustituirlo por alguna versión secularizada; pero nada que no sea lo que Dios ha dispuesto puede satisfacer el anhelo de sentido de un corazón creado para Él. Si al investigar la historia se pretende que no hay sentido, lo que queda es una sucesión de acontecimientos arbitrarios cada vez estudiados de manera más superficial, convertidos en meras descripciones, sin entrar en las ideas, que son cada vez más pobres. Pero, ¿qué ocurre cuando un católico se propone estudiar la historia como disciplina académica? ¿Hay sitio para Dios? El intento de pacto con Dios y con el mundo para hallar un camino intermedio y fácil en cualquier menester suele resultar, además de un engaño, un fiasco, un quedarse a medias. Dios no acepta rebajas. Entonces, muchos historiadores cristianos prefieren no plantearse o no reflejar en sus estudios el problema de la acción de Dios en la historia. ¿Cómo conciliar la convicción de la actuación de Dios en la historia con la realización de estudios científicos y académicos de la historia? es la gran pregunta que queda, incómoda, en la mente, tras la lectura para un cristiano que busque dedicarse al oficio de historiador
científico. La densidad y profundidad de las cuestiones planteadas no se queda en una derrotista postura sobre el apartamiento de Dios en el estudio de las ciencias humanas y sociales, sino que ve la crisis actual como una oportunidad de volver a considerar la necesidad de recuperar un sentido de las cosas a partir de una visión cristiana de la historia, una vía que permita recuperar algunas certezas
sobre el sentido de las cosas. Frente al desvanecimiento del sentido y de la finalidad en la historia y a la vieja pretensión historicista, el autor asume la tarea de proponer, a partir de una visión cristiana de la historia, una vía «media» que nos permita recuperar algunas certezas sobre el sentido de las cosas. Para llevar a cabo este recorrido se parte de un dato esencial: el cristianismo es una fe basada en un conjunto de hechos perfectamente inscribibles en un tiempo y una geografía bien precisos y, por tanto, se encarna en la historia, como Jesús de Nazaret se encarnó en un tiempo y lugar concretos.
Esto permite y exige de la Iglesia un diálogo continuo con la historia.
A través de una muy cuidada estructura, el autor aborda temas irrenunciables para la concepción
cristiana de la historia que son, a su vez, al parecer, incompatibles con un estudio científico y académico de la misma, para reflexionar sobre el abordaje de los acontecimientos que debe hacer el cristiano. El ensayo se compone de nueve capítulos, precedidos por una introducción, en que se aborda el sentido de la historia; la finalidad y el sentido cristiano de la historia; Providencia, historia e historiadores; la visión negativa e injusta del pasado; el tiempo de Dios y el tiempo de los hombres; cómo Dios no actúa sólo a través de la historia; Dios en el acontecimiento de dimensión histórica; el fracaso humano y misericordia divina y la insuficiencia de la idea de progreso. El autor cierra este libro con una conclusión que trata el tema de la Iglesia y el progreso divino en la historia.
Sánchez Saus reflexiona sobre cómo en los años 1930 la Iglesia entendía aún su papel como guardiana de una tradición sagrada que debía ser preservada a toda costa para mantenerse fiel a su misión de anunciadora y realizadora del «progreso divino en la historia» y del Reino de Dios, y se pregunta si ochenta años después los católicos somos plenamente conscientes de la grandeza de
esa misión y si hemos sabido mantenernos fieles a ella frente a las innumerables tentaciones de pacto y conformidad que se esconden bajo la palabra secularización, que no es tanto apertura al mundo como trágica pérdida del sentido de lo sagrado y de la fe que se le adhiere.
El final de la historia ha de estar ligado a Cristo de cualquier forma en que ello pueda ser imaginado. Pero mientras llega ese día, la misión de la Iglesia y de los cristianos es la de llevar a cabo, en todas las épocas y en todos los pueblos, la tarea de restauración y regeneración divinas que es la verdadera finalidad de la historia. El «progreso divino en la historia», afirma Sánchez Saus, «el verdadero sentido de la historia que debemos afirmar en tiempos que han prescindido de ése y de cualquier otro para
la existencia humana, ha de responder a un “para qué”, a una finalidad que sólo puede ser trascendente, pero para ello necesita un “cómo” al menos plausible. La respuesta sólo es un posible y provisional sendero para peregrinos en mitad del viaje». Así pues, está claro que, mediante
las preguntas formuladas, «¿qué ocurre cuando un católico se propone estudiar la historia como disciplina académica? ¿Hay sitio para Dios?», el autor nos pone a cada bautizado ante una reflexión personal necesaria, que se corresponde precisamente a lo que la revista Cristiandad ha considerado de gran importancia desde sus inicios y al motivo por el cuál en ella se ha tratado prolijamente la cuestión histórica: porque «justamente a través del estudio de la historia se busca ir atisbando la acción de Dios sobre el mundo», considerando que «dos son las posturas que se pueden adoptar en la manera de interpretar la historia: la aceptación del azar como motor de la misma o la convicción de que Dios, a través de su Providencia, va llevándola de la mano. Esta opción ofrece “la posibilidad de considerar los hechos históricos a la luz de la Revelación con lo cual podemos explicarnos la
esencia íntima de muchos acontecimientos”» (Cristiandad, núm 32, febrero de 2020)
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