La persecución religiosa creada por la Revolución francesa obligó a cerrar muchos monasterios en
Francia, entre ellos el de la Trapa, en Normandía, de religiosos cistercienses reformados
. Los veinticuatro monjes se refugiaron, primeramente, en la cartuja de Valsainte, de Suiza, en 1791, abandonada y en muy malas condiciones. Otros trapenses de otros monasterios de Francia también acudieron allí, pero la situación era tan mala que fallecieron algunos y decidieron buscar otro refugio, pidiendo acogida al rey de España. En espera de concederles un lugar para fundar un monasterio llegaron
a Salou y se refugiaron en Poblet. El abad y los monjes de Poblet los recibieron con mucha caridad y les concedieron un lugar independiente del monasterio que les permitiera vivir su vida monacal, con capilla propia, dormitorio, sala capitular, sala de trabajo, refectorio, cocina, e incluso, un trozo de huerta. A pesar de esta generosa acogida los trapenses deseaban un monasterio propio y, con ayuda de la comunidad, consiguieron del monasterio de Escarp, la granja de Santa Susana, en Maella, Aragón.
Tras dos años de hospitalidad, la comunidad trapense, formada en este momento por quince miembros, con un gran agradecimiento dejó el monasterio de Poblet. Era el mes de enero de 1796. Poco después se iniciaban en Cataluña las guerras revolucionarias originadas por la misma causa que obligaron a huir de Francia a la comunidad trapense.
La invasión francesa de España trajo penalidades económicas a la comunidad de Poblet, pero no tuvieron que huir los monjes, pues, así como otros monasterios ubicados en lugares más estratégicos sufrieron destrucción y persecución, léase el monasterio de Montserrat, Poblet por su ubicación no se vio tan afectada por las luchas.
Pero en octubre de 1820, en el llamado Trienio liberal, fue aprobada la ley de supresión de las órdenes monacales y reducción de conventos. Sólo se exceptuaron siete monasterios y una cartuja, entre ellos, el monasterio de Poblet.
La comunidad fue autorizada a residir y se llamó «Monasterio suprimido de Poblet y casa de reunión de ex-monjes bernardos». Acudieron a reunirse con ellos, pues su monasterio había sido cerrado, los trapenses de Santa Susana.
En diciembre de aquel año el comisario de la Junta Nacional del Crédito Público confiscó todo el dinero que poseía la comunidad. El Estado debía pagar, con el producto confiscado, pensiones trimestrales a los religiosos. En este primer momento los religiosos recibieron sus pensiones, pero nunca más recibieron otra paga de la pensión. Todos los bienes quedaban embargados. Ante la incapacidad de la 1. La reforma trapense fue creada por el abad Rancé, tras la reforma mitigada aprobada por el papa Alejandro VII, en 1666 autoridad civil de hacer el inventario de todas las posesiones del monasterio, pues, según ellos, «no sabían nada de arte, ni de pintura, ni de historia», nombraron dos monjes para que lo realizaran. Viendo que éstos tardaban mucho fueron relevados de su cargo. La comunidad intentaba mantener sobre todo los instrumentos de trabajo que le permitiera el cultivo del campo, la producción de vino, aceite, harina, herrería, carpintería, etc. y el estudio. El comisionado ante la falta de colaboración de la comunidad exigió la entrega inmediata de todos los instrumentos que no fueran de uso particular. El abad Esteve Torrell, poco favorable a los liberales, fue depuesto como abad por la autoridad civil, cosa que no aceptó, pero la curia eclesiástica de Tarragona creyó más oportuno que se eligiera un nuevo abad. Fue elegido fra Barba. Durante los años 1821 y 1822 fueron vendidas en subasta muchas tierras y casas alodiales del onasterio.
Para que no se quedaran sin producir se quisieron alquilar las tierras más próximas al monasterio, pero no
salieron arrendatarios. Ante la incapacidad de alquilar las tierras se empezó a valorar, por medio de diferentes obreros, lo que se podría sacar de las piedras, hierros y materiales de construcción del monasterio.
Estando en esta situación, en mayo de 1822, un converso de la comunidad trapense establecida en Poblet, llamado Antonio Marañón, El Trapense, se alzó en armas.
Esto tuvo una inmediata repercusión política, fue suprimida la comunidad de Poblet y otras de Cataluña. Poblet se convirtió en centro de actividad de operaciones militares y el ejército liberal se apoderó de Poblet, se llevó todos los elementos de culto y estableció allí su centro de actividad. La situación de la comunidad se hizo insostenible
y en noviembre de 1822, tras esconder todo lo que no se podían llevar ante el miedo a los robos y expropiaciones, abandonaron, los que aún quedaban, el monasterio. Era la primera vez desde hacía más de seis siglos que Poblet quedaba desierto de monjes.
A pesar de la vigilancia puesta en el monasterio, a los pocos días el cenobio era asaltado por personas de
los pueblos vecinos, forzadas las puertas, quemados el órgano, el coro y los altares de las capillas. Sólo se salvaron los panteones. En junio de 1823, ya finalizado el período liberal, se inició la vuelta de los monjes al destruido monasterio de Poblet. Se restableció a fra Torrell en la abadía. Hasta 1824 no se reunieron en Poblet todos los monjes.
«La Virgen María molesta a los gnósticos» porque odian la encarnación y la humildad
No es sólo mala teología: la aversión al culto mariano tiene raíces gnósticas, según afirma monseñor Luigi Negri, uno de los más combativos obispos italianos, a Benedetta Frigerio en una entrevista concedida La Nuova Bussola Quotidiana, que recoge Cari...