Hacia los años 1150, Ahmet Ibn al-Mansur, hijo del rais o señor moro de Carlet (Valencia), nacido en la alquería de Pintarrajes, de Carlet, vivía en la corte del rey taifa de Valencia, quizás el rey Lobo, de Valencia y Murcia (1147-1171), tributario de Ramón Berenguer IV, o quizás en la corte del gobernador que dicho rey taifa tenía en la ciudad del Turia. Era la época más brillante de la cultura de los reinos de Taifas en la Hispania musulmana.
Joven de presencia agradable y con una buena educación recibida en la corte del dicho rey, éste le encargó una importante y difícil misión: ponerle al frente de una embajada que dicho rey mandaba a Cataluña con objeto de negociar la libertad de algunos prisioneros de guerra y firmar treguas con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV.
En el año 1156, según Finestres, entró en Cataluña por Lérida para ver una tía suya, también musulmana, que residía en dicha ciudad.
De vuelta para Valencia pasó por la serranía de Prades y tras varias horas cabalgando sin saber exactamente donde se encontraban, se detuvieron y acamparon en un refugio de la montaña. Al amanecer del día siguiente Ahmet quedó sobresaltado pues le despertó una música que jamás había oído y le embelesó. Eran voces varoniles que cantaban admirablemente entonadas al son de un instrumento desconocido del más extraordinario poder sonoro. La música le parecía tronar del mismo cielo. Ahmet buscaba de donde podía brotar aquella música y no lo conseguía. Pasada el alba aquella música dejó de sonar.
La comitiva se volvió a poner en marcha y tras un largo recorrido llegaron a un punto donde vieron una imponente masa de edificios que erguían al cielo agujas, cúpulas y cimborios. Cuando llegaron ya anochecía y el silencio reinante se volvió a romper por un canto de voces similares a las de la mañana.
La emoción de Ahmed se hizo tan violenta que sintió doblegarse las rodillas y se hincó en el suelo con el alma anonadada. Así entró Ahmed en el monasterio de Poblet.
Por el contacto con los monjes (quizás Ahmet ya estaba interesado por el cristianismo, y hasta podría pensarse, sin ser extraño, que su madre fuera cristiana), se convirtió e ingresó en la comunidad cisterciense, en la que recibió el nombre de Bernardo. Hacia el año 1178, según la cronología de Finestres, y después de haber sido un tiempo bodeguero… de la comunidad, se fue, con autorización del abad, a Lérida, donde consiguió la conversión de su tía. Vuelto a Poblet, ejerció el oficio de portero, que tradicionalmente era entre otras cosas, el que tenía la misión de repartir las limosnas. En 1181, pidió al abad el permiso para ir a Carlet y predicar la fe cristiana a su hermano al-Mansur, que, muerto su padre, le había sucedido en el dominio de la población. En Carlet, Bernardo no encontró más que dificultades y resistencias por parte de su hermano, pero consiguió convertir a sus dos hermanas Saïda y Soraida, las cuales decidieron pasar con él a la zona cristiana e ingresar en un monasterio cisterciense. Pero al-Mansur, airado, persiguió a los tres fugitivos e hizo matar a Bernardo haciéndole clavar en la frente un clavo de amarre de barcas, junto al Júcar, cerca de Alcira, pues pensaba que muerto él las dos hermanas abandonarían fácilmente la nueva fe. Pero ellas increparon de tal forma a su hermano al-Mansur, que viéndose impotente de contenerlas, las hizo degollar. Los cuerpos de los tres mártires, dice la tradición, fueron inhumados por los mozárabes en el mismo lugar donde habían sufrido el martirio, y, cuando Jaime I liberó Alcira, en el año 1242, les hizo edificar una ermita en su memoria.
La confirmación de esta tradición, además de la ermita construida por Jaime I y de los donativos que dio en su testamento, en 1262, Ferran Pere, musulmán convertido nieto del emperador Miramamolín, derrotado en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, está en que años más tarde y, ante un fuerte peligro, el guardián de la ermita escondió los cuerpos de los tres mártires y, muerto él, se perdió el recuerdo del lugar donde los había depositado. Pero la devoción no se perdió y quedó reflejada en una bella mesa del siglo xv, de la catedral de Valencia, que representa de una manera indiscutible el martirio de los tres hermanos. También fue esta devoción la que hizo que Alcira quisiera renovar el culto al monje Bernardo, mártir local, y se fundase en 1558 un convento de trinitarios que velarían por dicho culto. El convento trinitario se llamó de san Bernardo.
Tanto en Alcira, donde san Bernardo es patrón, como en Carlet, en la partida de Pintarrajes, donde nació Bernardo, la devoción es intensa y muchos de sus habitantes acuden cada año a Poblet, como homenaje al santo.
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