De la actualidad de san José
La afirmación sobre la actualidad de san José no va exclusivamente relacionada con la celebración de su fiesta este mes de Marzo, quiere ser la reiteración gozosa de algo que ha sido ya motivo relativamente frecuente de una idea que el lector habrá encontrado en nuestras páginas en anteriores ocasiones y que en nuestros días, dadas las confusiones y ambigüedades con que se ve acosada la familia y la situación dolorosa y difícil que atraviesa la Iglesia, cobra aun mayor actualidad.
San José, «custodio» de la Sagrada Familia, nos muestra con qué amor, delicadeza y fidelidad hay que ejercer esta custodia como esposo y como padre. San José asume sin titubeos, sin miedos, con responsabilidad, aquello que Dios le ha confiado, el don más precioso: su Hijo y la madre de su Hijo. Contemplar la vida de san José tiene que ser la referencia que oriente y dé confianza a los esposos y padres en su vida cotidiana doméstica, que quizá a los ojos del mundo puede parecer poco relevante, pero es, sin duda, la tarea más importante, de mayor trascendencia que deben realizar los padres a lo largo de toda su vida: cuidar y educar a los hijos que Dios les ha confiado para que ellos también «crezcan en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres».
San Juan Pablo II en su exhortación apostólica josefina Redemptoris Custos hacía referencia a la actualidad eclesial de san José, especialmente cuando aparece la tentación de olvidarse de aquello que constituye lo más nuclear de nuestra fe: «Tenemos la persuasión de que, si la Iglesia de nuevo considerase al esposo de María como partícipe del misterio divino, podría ella, en camino hacia el futuro juntamente con todo el linaje humano, encontrar de nuevo continuamente su propia naturaleza en el designio redentor que tiene su fundamento en el misterio de la Encarnación».
Las «turbulencias» que actualmente acompañan tan frecuentemente a la vida de la Iglesia originan a su alrededor constantes noticias, rumores y «griteríos virtuales» de muy diverso carácter; también por ello el ejemplo de san José es de gran actualidad: durante su vida no fue motivo de «noticia». Nazaret es un ejemplo de silencio contemplativo y fecundo; recordemos las palabras de san Pablo VI en Nazaret: «Renazca en nosotros la valorización del silencio, de esta estupenda e indispensable condición del espíritu; en nosotros, aturdidos por tantos ruidos, tantos estrépitos, tantas voces de nuestra ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la aptitud de prestar oídos a las buenas inspiraciones y palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de la preparación, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la oración que Dios sólo ve secretamente».
El hombre de hoy y toda la Iglesia necesita contemplar en su corazón, para tenerlo siempre presente, aquello que contempló san José: como el amor misericordioso que Dios dispensa a todos y a cada uno tiene su origen en el seno de una familia sencilla, –la primera Iglesia– en la que se vive gozosamente la cercanía del Hijo de Dios que ha querido hacerse Hijo del hombre.