El inicio de la misión que san Luis Mª Grignion de Montfort tenía que predicar en la parroquia de Saint-Laurent-sur-Sèvre, debía realizarse el 5 de abril, domingo de Ramos. El obispo de La Rochelle había anunciado que a lo largo de la misma iría a hacerles una visita. Montfort quiso organizar una gran acogida y, aunque él no se encontraba muy bien, cosa poco corriente, organizó una procesión para recibir al obispo. La «fatiga» le obligó a ausentarse de la comida que se tuvo con el obispo, sin embargo él quiso predicar por la tarde, a pesar de la insistencia del abbé René Mulot para que no lo hiciera. Después del sermón, agotado, tuvo que meterse en la cama. Era el 23 de abril, cinco días antes de su muerte.
El abbé R. Mulot fue el testigo y el confidente de sus últimos momentos. Él escribió de su mano el testamento del santo. No tenían ni una hoja de papel a mano y para escribirlo utilizaron las últimas páginas de un pequeño opúsculo editado por san Luis Mª: Disposiciones para bien morir. El documento fue firmado por Montfort delante de dos testigos, del párroco y del vicario de Saint Laurent.
Montfort a lo largo de su vida de misionero siempre tuvo ayudantes que colaboraban con él pero de forma temporal; únicamente habían sido muy asiduos colaboradores dos sacerdotes, los abbées R. Mulot y M. Adrien Valet, y siete hermanos: Maturino, primer colaborador fiel, Jaime, Juan, Nicolás, Felipe, Luis y Gabriel.
En el momento de la enfermedad final de Montfort, cuando dictaba el testamento, la mayoría de ellos no estaban en la misión de Saint Laurent, pues pocos días antes habían hecho una peregrinación popular al santuario de Nª Sª de Ardilliers de siete días de camino, a razón de cuarenta kilómetros diarios, y necesitaban un descanso. M. Vatel permaneció en la parroquia próxima de Saint Pompain sustituyendo al párroco, abbé Jean Mulot, hermano de R. Mulot, que ayudó a Montfort en la misión de Saint Laurent.
No sabemos las palabras exactas que utilizó Montfort moribundo para solicitar al abbé R. Mulot que continuara su obra, pero sabemos lo esencial: éste se inquietaba por el porvenir de las misiones y Montfort le animaba a proseguirlas. R. Mulot no estaba acostumbrado a hacer sermones y charlas en las misiones, su labor era normalmente la de distribuir los sacramentos, especialmente las confesiones a los hombres y mujeres que se acercaban a ellos. R. Mulot no se sentía capaz de llevar a cabo la obra iniciada por Montfort y se apoyaba en su falta de salud y de talento para contrarrestar la ofensiva de Montfort. Éste, moribundo, le cogió la mano y le hizo esta promesa: Ten confianza, hijo mío, ten confianza, yo pediré al Señor por ti….. Yo pediré al Señor por ti.
La muerte de Montfort, el 28 de abril, fue un golpe terrible para la diócesis de La Rochelle. Esta ciudad era considerada la capital del protestantismo francés. La labor misional de Montfort provocaba muchas conversiones entre los hugonotes, lo cual les irritaba grandemente y ya en alguna ocasión intentaron matarle, pero poco antes de la misión de Saint Laurent, en una visita de Montfort a la ciudad, aprovecharon la ocasión para envenenarle y acabar con él en plena actividad misional.
Montfort, en diez años de apostolado, predicó 102 misiones en las diócesis de Nantes, Poitiers, Luçon, y, sobre todo, La Rochelle. Las misiones se predicaban entre setiembre y junio, pues en tiempos de recolección los campesinos estaban en el campo con sus trabajos.
En el entierro de su amigo y maestro, el abbé R. Mulot tomó la palabra en público por primera vez en el curso de una misión: Hermanos míos, nosotros hemos de plantar hoy dos cruces: en primer lugar esta cruz material que veis expuesta delante de vuestros ojos, y en segundo lugar la sepultura de M. de Montfort que vamos a hacer hoy. Tras la muerte de Montfort, Mulot quedó muy triste y desanimado y cayó enfermo y, según él, se vio en los últimos momentos.
El abbé R. Mulot acabó la misión de Saint-Laurent sur-Sèvre y, sin estar aún repuesto de la enfermedad, abandonó la población con la excusa de ir a Nantes a llevar al notario el testamento del santo, hecho que efectuó el 5 de junio. Una vez entregado el testamento, volvió a Saint Laurent para el funeral del P. Montfort, que se celebró el 20 de junio, y a continuación se fue a pasar la convalecencia al pueblo de Saint Pompain, próximo a Saint Laurent, donde estaba de párroco su hermano, Jean, y también su compañero y fiel seguidor de Montfort, M. Valet. Esta fue la situación que se planteó tras la muerte de Montfort, ninguno de sus fieles se atrevía a proseguir la labor del santo, pues su fuerza y su personalidad eran tan grandes que se consideraban incapaces de proseguir su misión, pero la promesa del santo estaba aún por cumplirse.
A la muerte de Montfort toda su obra parecía que iba a desaparecer, pues ninguno de sus amigos y colaboradores se atrevía a seguirle.
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