«La sangre de los mártires nos llama a la comunión, a la unión de todos los cristianos»
Con estas palabras se dirigía el papa Francisco el pasado mes de enero a los miembros de la Comisión mixta por el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas Orientales: «Los mártires, una vez más, nos indican el camino hacia la unidad: cuántas veces el sacrificio de la vida ha ofrecido a los cristianos, divididos en muchas cosas, la posibilidad de permanecer unidos». Y añadía: «La sangre de los mártires nos llama a la comunión, a la unión de todos los cristianos».
El Santo Padre realizó esta reflexión con motivo de la celebración de la Eucaristía en la Casa Santa Marta del Vaticano, haciendo hincapié en que la mayor fuerza de la Iglesia se ve en las pequeñas comunidades perseguidas, más que en las grandes manifestaciones de fe. Francisco también recordó que «una Iglesia sin mártires es una Iglesia sin Jesús» y llamó a no perder la memoria de la historia del Pueblo de Dios, porque «sin memoria no hay esperanza».
Justo en este mes de febrero se celebra el segundo aniversario de la aparición de un vídeo publicado por el Daesh en el que se mostraba la decapitación en una playa de Libia de veintiún cristianos coptos procedentes de Egipto. La noticia conmocionó al mundo entero y especialmente a los cristianos egipcios. El Patriarca de la Iglesia copta ortodoxa Tawadros II estableció la memoria litúrgica de los mártires para el 8 de Amshir, correspondiente al 15 de febrero del calendario gregoriano, exactamente el día en que se difundió el vídeo de las decapitaciones.
Pocos días después de su muerte, familiares de los mártires egipcios declaraban ante los medios de comunicación de todo el mundo: «Doy gracias al Estado Islámico por no haber cortado en su vídeo los instantes de la decapitación de mi hermano, y haberla difundido íntegra. De que: “¡Oh Jesús!” fue su último grito, y que sufrieron el martirio por la Cruz, sin renunciar a su patria ni a su Dios… Eran nuestros mejores jóvenes, casi ángeles y santos: rezaban y ayunaban, y se llevaban bien con la gente… Son mártires de Jesús. En el Cielo estarán mejor que aquí».
Por su parte, Mons. Anba Antonios Aziz Mina, obispo copto católico de Guizeh, aseguró, entrevistado por Ayuda a la Iglesia Necesitada: «El nombre de Jesús ha sido la última palabra que salió de sus labios. Como en la pasión de los primeros mártires, se han encomendando a aquel que poco después les acogería. Y así han celebrado su victoria, la victoria que ningún verdugo podrá quitarles», precisó.
El vídeo, de unos cinco minutos de duración, se titulaba «Un mensaje firmado con sangre para la nación de la cruz» y según el Daesh, autodenominado Estado Islámico, estaba dirigido a «la gente de la cruz, seguidores de la hostil Iglesia egipcia».
Pero la respuesta de los cristianos en Egipto y el resto de Oriente Medio no ha sido la venganza, sino el perdón y la confianza en que el testimonio de los mártires fortalecerá a la Iglesia. Los nombres de estos mártires están grabados en el pensamiento de los cristianos en Egipto: Milad Makeen Zaky, Abanub Ayad Atiya, Maged Solaiman Shehata, Yusuf Shukry Yunan, Kirollos Shokry Fawzy, Bishoy Astafanus Kamel, Somaily Astafanus Kamel, Malak Ibrahim Sinweet, Tawadros Youssef Tawadros, Girgis Milad Sinweet, Mina Fayez Aziz, Hany Abdelmesih Salib, Bishoy Adel Khalaf, Samuel Alham Wilson, Ezat Bishri Naseef, Loqa Nagaty, Gaber Munir Adly, Esam Badir Samir, Malak Farag Abram, Sameh Salah Faruq y Mathew Ayairga, procedente de Ghana.
Pocas semanas después del mensaje del Daesh, se comenzaron las obras para construir una nueva iglesia en honor a los mártires. El presidente de Egipto Al Sisi –que es musulmán– ordenó la construcción. Se levantará en la diócesis ortodoxa copta de Samalut, de la que procede la mayoría de los mártires.
El obispo Paphnutius copto católico de Samalut afirmó, «Estamos orgullosos de nuestros mártires», cuando recibió a colaboradores de la fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada en su sede episcopal. «Aunque tuvieron que arrodillarse delante de sus asesinos, ellos eran los más fuertes. Sus asesinos eran más débiles, a pesar de tener armas. ¿Por qué si no habrían ocultado sus rostros? Sólo porque tenían miedo», dice convencido. «Por el contrario, nuestros hijos eran muy fuertes e invocaron el nombre de Nuestro Señor hasta su último aliento».
El obispo Paphnutius interpreta espiritualmente su martirio. «Desde siempre, la Iglesia sabe que la sangre de los mártires es semilla de los cristianos. Este caso no es diferente, y así será hasta la consumación de los tiempos», comentó. «Desde Alejandría hasta Asuán, en todo Egipto se ha reforzado la fe de los cristianos. También musulmanes de todos lados nos han dicho que están orgullosos, que nuestros mártires han demostrado que los egipcios somos muy fuertes. Su muerte nos llena de orgullo a todos, cristianos y musulmanes».
Sin embargo, las consecuencias del crimen se siguen sintiendo aún hoy, pues los mártires dejaron viudas e hijos huérfanos. «Gracias a generosos donativos podemos ocuparnos de ellos», dice el obispo Paphnutius.
Colaboradores de Ayuda a la Iglesia Necesitada han podido visitar a algunos de esos niños huérfanos. El fuerte testimonio de la fe de los padres se extiende a los hijos. Hablan de sus padres serenos y tranquilos. Ingy Tawadros, de 14 años, es uno de los tres hijos del asesinado Tawadros Youssef Tawadros, de quien se dice que tuvo muchas dificultades en Libia porque su nombre es fácilmente reconocible como cristiano, por lo que le pidieron muchas veces que se cambiara de nombre. «Quien se cambia de nombre acaba cambiándose de fe», decía, y lo rechazaba. Junto a Ingy se encuentran sus dos hermanos; el menor, apenas tiene seis años. «Estoy orgullosa de mi padre –dice Ingy–. No sólo por mí, sino porque ha honrado a toda la Iglesia. No renegó de su fe. Esto es algo maravilloso. Rezamos por los asesinos, para que se conviertan». Pero por mucho que los niños sepan llevar con fe la pérdida de sus padres, a algunos se les escapan las lágrimas mientras hablan. «Mi padre está en el Cielo –dice otra muchacha–. A pesar de ello, estoy triste, pues eso está tan lejos…».