Shahzad y Shama, matrimonio cristiano quemados vivos por blasfemia.
Shahzad y Shama eran un matrimonio joven, algo habitual entre los paquistaníes. Con 26 y 24 años respectivamente, eran padres de cuatro hijos, el último venía en camino, una bendición del Cielo.
Sin embargo, la alegría por el nuevo miembro de la familia, estaba empañada por la pérdida del padre de Shahzad, que había muerto hacía unos días. Poco después de su entierro, Shama se dispuso a limpiar la casa de su suegro, tomando algunos artículos personales, documentos y hojas que consideró inservibles, e hizo un pequeño fuego.
Según un musulmán que fue testigo de la escena, en ese fuego había páginas del Corán. La noticia pronto corrió por las aldeas vecinas del distrito de Kasur, al sur de la región paquistaní del Punjab. No podían defenderse ante tal acusación, aunque fuese falsa. Ellos eran cristianos, ciudadanos de segunda, y ser sospechoso de blasfemia te convierte en objetivo de los radicales. Ese mismo día una turba de una cien personas asaltó su casa y tomó como rehenes a los cónyuges.
Fueron llevados a la fábrica de ladrillos donde ambos trabajaban, de sol a sol, cociendo arcilla. El martes 4 de noviembre de 2014, después de dos días secuestrados, tras haber sufrido torturas, se produjo el desenlace fatal. Shahzad y Shama fueron arrojados vivos al horno de los ladrillos. Murieron por su fe.
Como Shahzad y Shama, unas sesenta personas han sido asesinadas en los últimos años debido a acusaciones de blasfemia. Las víctimas han sido cristianos e hindúes, pero también jueces, abogados e intelectuales musulmanes acusados de haber defendido o absuelto a presuntos blasfemos. El exgobernador del Punjab, Salman Taseer y el ministro para las minorías, el católico Shabaz Bhatti, también fueron asesinados por defender el fin de la injusta ley de la blasfemia.
Dio su vida por los demás
Moriré, pero no vas a entrar en nuestra iglesia». Estas fueron las últimas palabras de Akash Bashir. El joven de 20 años era un guardia de seguridad voluntario que vigilaba la puerta de la iglesia de San Juan, en el distrito de Youhanabad de Lahore, cuando un hombre sospechoso quiso entrar en el templo.
Habían llegado noticias de un atentado con bomba en una iglesia cercana y Akash y otros compañeros que vigilaban la entrada estaban en alerta. Con la determinación de evitar cualquier ataque durante la celebración de la Eucaristía, Akash se lanzó contra el sospechoso. Consiguió evitar con su vida que la explosión del chaleco bomba del terrorista suicida afectase a la gente que se congregaba en la iglesia.
Bashir, el padre de Akash, cuenta su historia: «Mi hijo conocía el sacrificio que estaba haciendo. Él dio su vida para salvar a cientos –incluso miles- de personas que estaban en la Misa aquella mañana». Nazbano, la madre de Akash afirma con una mirada llena de tristeza: «Akash era especial. Tengo tres hijos y una hija más, pero nadie puede reemplazarle. La mañana que murió, le había dicho que no hiciera él la guardia, pero dijo que era su deber. ¿Cómo podría haberlo detenido?»
Desde aquel terrible día de marzo de 2015, los vecinos del distrito de Youhanabad han perdido la confianza en la convivencia pacífica. El párroco de la Iglesia de San Juan, padre Francis Gulzar, habla sobre los inconvenientes de la búsqueda de los asesinos: «Lo que nos sostiene en nuestra búsqueda de justicia es el recuerdo del heroísmo de Akash».
Domingo negro de Resurrección en el parque Gulshan Iqbal
El 27 de marzo de 2016, Domingo de Resurrección, una gran explosión interrumpió la tarde de juegos y paseo en el céntrico parque Gulshan Iqbal de Lahore, al este de Pakistán. Muchos cristianos estaban pasando el día en familia, algo habitual durante la celebración de Semana Santa, cuando de repente sufrieron el ataque de un terrorista suicida que se inmoló en la zona del aparcamiento.
El balance de la masacre fueron 78 víctimas, entre ellas 31 niños, y más de 300 heridos. Mons. Sebastián Francis Shaw, arzobispo católico de Lahore, en declaraciones a Ayuda a la Iglesia Necesitada, comentaba: «He visitado cada lecho y a cada víctima independientemente de su fe. Ha sido realmente difícil, porque he visto a muchos niños de apenas 4 ó 5 años, cristianos y musulmanes, heridos o asesinados en este terrible atentado».
Mons. Shaw contó que entre las víctimas había una mujer herida cuyo marido y sus dos hijos murieron en el ataque. «Estaban de visita en Lahore, procedentes de otra provincia. La madre volverá a su casa sin su marido y sus hijos. No hay palabras para consolarla». «A mis creyentes los he animado a no perder la esperanza, debemos aprender a levantarnos, al igual que Cristo supo ponerse en pie mientras portaba la cruz».
La Iglesia en Pakistán es apoyada por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada que desarrolla más de sesenta proyectos cada año por un total de 600.000 €, para la atención de víctimas de atentados terroristas, la construcción o reconstrucción de templos, formación de seminaristas y laicos catequistas, material catequético como biblias en urdu (idioma local) y medios de locomoción. Estas Navidades la fundación ha lanzado la campaña «Estos son tu madre y tus hermanos» (Mc 3, 31-35) para dar a conocer la situación de los cristianos en Pakistán, parte fundamental de la Iglesia y hermanos nuestros en la fe. No quieren que les olvidemos y que a través de nuestras oraciones, contando sus historias y nuestra caridad sientan nuestra compañía de forma concreta.